Los ángeles o devas, forman una evolución paralela a la evolución humana, y entre ambas hay una relación simbiótica. Entre ángeles y humanos hay una simbiosis espiritual o transcendente. Los dos nos necesitamos. Los ángeles no podrían cumplir su función, dentro de la economía de la creación sin los humanos. Y nosotros, los humanos, tampoco podríamos cumplir nuestro propio destino, dentro de la creación, sin la evolución paralela de los ángeles. Por tanto, estamos "condenados" a evolucionar juntos.
La relación entre ángeles y humanos es potencialmente peligrosa hasta que los humanos adquirimos un grado suficiente de control sobre nuestra triple naturaleza, mental, emocional y física, que implica tres aspectos del cuerpo humano integro, como son, el cuerpo mental, el emocional y el energético , junto al cuerpo material, que nos aportan nuestros padres biológicos. La materia, constituyente de todos esos cuerpos que necesitamos para hacer contacto y expresarnos, con pensamientos, sentimientos y acciones, es sustancia angélica, que tiene sus propias leyes, sigue sus propios procesos evolutivos y vibran en su propia frecuencia.
Cuando nosotros no controlamos la sustancia angélica de nuestros cuerpos, estamos a merced de los ángeles. Cuando tenemos un grado de Conciencia más lúcida o despierta, no consentimos que la vivencia angélica o dévica, rija o decida nuestras acciones. Únicamente, cuando el usuario de los cuerpos (alma encarnada), empieza a controlarlos de manera benéfica, comienza a ser una relación simbiótica o beneficiosa para las dos evoluciones (humanas y angélicas). Solamente, cuando el ser humano comienza a ejercer un correcto y adecuado control sobre sus instrumentos de contacto y de expresión, la relación entre las vidas angélicas elementales que forman los cuerpos, y el ser humano o usuario, empieza a ser simbiótica, en el sentido más elevado de la palabra.
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