El Primero de Septiembre de 1982 el Presidente José López Portillo mediante un decreto, expropió a la banca privada por las siguientes razones:
“Que los empresarios privados a los que se les había concesionado el servicio de la banca y del crédito en general han obtenido con creces ganancias con la prestación del servicio; creado además, de acuerdo a sus intereses fenómenos monopólicos con dinero aportado por el público en general; a fin de que el crédito no se siguiera concentrando en los estratos altos de la sociedad y llegara oportuno y barato a la mayor parte del pueblo; para facilitar salir de la crisis económica que se había agravado por falta de control directo del Estado sobre el sistema financiero; para el mantenimiento de la paz pública y poder adoptar medidas necesarias orientadas a corregir trastornos internos.”
Pero el mundo capitalista empieza a implantar la política neoliberal que maneja la premisa de que la economía debe orientarse a apoyar al capital privado sin restricciones, no importa su procedencia. Se piensa que sólo el capital es capaz de resolver los problemas de las sociedades de nuestros días.
La privatización de empresas estatales empieza en el mundo con el gobierno de Margaret Thatcher en Inglaterra. En el ámbito internacional, la privatización se convierte en una de las recetas de la sana política económica recomendada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y se pregona a la privatización como sinónimo de “modernización”, “eficientización” y “saneamiento de las finanzas públicas”.
En México, el cambio coincide con el inicio del gobierno del presidente Miguel De la Madrid Hurtado, se abandona la política progresista y nacionalista y se adopta una política de carácter neoliberal. A partir del primero de Diciembre de 1982, el gobierno proclamó que el Estado padecía obesidad, lo que le impedía prestar atención a los problemas nacionales.
El gobierno del presidente López Portillo expropió los bancos, pero fue el régimen sucesor del presidente Miguel de la Madrid el que tuvo que encargarse de la indemnización de los accionistas de las 49 instituciones que habían sido expropiadas.
Sin embargo, las privatizaciones más grandes y también más controvertidas se llevaron a cabo durante el gobierno de Carlos Salinas (1988-1994). Fue dentro de este último programa que se aplicó la privatización de la banca comercial, llevada a cabo entre 1989 y 1990.
Se subastaron los bancos uno a uno, estableciéndose dos restricciones que pare¬cían entonces muy acertadas: no se venderían a bancos o a intereses extranjeros, ni tam¬poco a sus antiguos propietarios. Las ventas se realizaron a grupos relativamente nuevos que se apalancaron en exceso para la compra de los bancos.
El proceso de venta de las 18 instituciones de crédito que se privatizaron se llevó a cabo de junio de 1991 a julio de 1992.
En general, los precios de venta fueron razonablemente buenos. Los 18 bancos se vendieron a precios que fluctuaban entre 2.5 y 5 veces el valor en libros registrado en los bancos. Se obtuvieron casi 38 mil millones de nuevos pesos (casi 10 000 millones de dólares).
Cuando se aprobó el TLC hacia finales de 1993, el único banco extranjero que operaba en México era Citibank. Los activos de Citibank ascendían a tan sólo el 0.5 por ciento de los totales de la banca.
Después de la devaluación de diciembre de 1994, ya sea por el excesivo apalancamiento en la compra, o por la falta de experiencia de los nuevos banqueros y su expectativa de utilidades rápidas, los distintos bancos fraca¬saron. De una u otra forma casi todos ellos acabaron endeudándose desproporcionada¬mente con el FOBAPROA, creado por Ernesto Zedillo Ponce de León, que se transformó en el IPAB. El hecho es que el gobierno gastó, en apoyo a los bancos, dos o tres veces más de lo que recibió por la venta.
De hecho, el sector se había vuelto a “nacionalizar”, lo que nunca se quiso recono¬cer por parte de las autoridades gubernamentales. En cambio se prefirió que los bancos extranjeros compraran este capital, y la banca se extranjerizó, lo que algunos aplaudie¬ron como un nuevo logro de la globalización.
Así, mientras que la participación del capital foráneo en el total de la banca ascendía en 1994 a tan sólo 5 por ciento, para 1996 se había incrementado a 52.4 por ciento
La entrada de la banca foránea a México ya sin restricciones reglamentarias, se inició con una primera operación que se concretó en agosto de 2000 cuando Banco Bilbao y Vizcaya (BBV) adquirió en definitiva Bancomer. Al año siguiente, Citibank hizo lo propio con Banamex y en noviembre de 2002 HSBC consiguió el control accionario de Bital. Serfin había sido ya comprado por Banco Santander y lo propio ocurrió con Inverlat a cargo de Bank of Nova Scotia.
Para el cierre de 2003 ascendía a 82.3 % la influencia de la banca extranjera.
Con base en las cifras de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), las ganancias de los grupos financieros que operan en México tocaron en 2012 un nuevo máximo histórico. Las 26 sociedades controladoras, que gestionan bancos, casas de bolsa, casas de cambio y administradoras de fondos de retiro, obtuvieron utilidades el año pasado por 104 mil millones de pesos, cantidad que superó en 15.5 por ciento a las registradas en 2011.
Sólo en los últimos nueve años los grupos financieros que operan en México han extraído ganancias por 664 mil 933 millones de pesos, cantidad que equivale a 51 mil millones de dólares al tipo de cambio actual.
En términos comparativos, las utilidades de los grupos financieros en esos nueve años equivalen a 3.92 veces el monto de recursos que el Estado mexicano obtuvo por la venta a extranjeros de los bancos rescatados con recursos públicos después de la crisis de 1995, calculada en 13 mil millones de dólares.
Al cierre del año pasado, los grupos financieros reportaron activos por 5 billones 997 mil millones de pesos, un incremento anual de 3.8 por ciento, reportó la CNBV. Comparativamente, el valor de los activos equivale a 40 por ciento del producto interno bruto, oficialmente calculado en 15 billones de pesos.
La utilidad neta de los 44 bancos en operaciones, de enero a junio de 2013, registraron un incremento de 19.7 por ciento respecto al mismo periodo de 2012, al pasar de 43 mil 532 millones de pesos a 52 mil 119 millones.
Dicho monto es el más elevado desde que existen registros disponibles, a partir de 2003.
De acuerdo con la CNBV, Bancomer fue el que reportó el mayor monto de ganancias a junio, con 19 mil 165 mdp, seguido de Santander con 8 mil 814 millones y Banamex con 7 mil 721 millones y Banorte con 5 mil 849 millones de pesos.
Hoy la gran mayoría de los bancos son mayoritariamente extranjeros, y su adminis¬tración está en manos extranjeras y se puede decir que el sistema bancario no cumple con su función social. En la última Convención Nacional Bancaria se reconoció que se está muy lejos de atender razonablemente todas las necesidades de crédito.
El grupo financiero mexicano más fuerte ya no es Banamex ni tampoco Bancomer, sino Banorte y es el tercer grupo financiero más importante del país, Roberto González, quien era dueño de dicha institución, antes de morir, pasó la estafeta a su amigo, Guillermo Ortiz Martínez. Contrato deuda que vence en 2034.
El proceso de privatización en México a pasado por tres etapas: en la inicial, de 1984 a 1988, con Miguel de la Madrid, se realiza la privatización de varias empresas de diversa índole y actividad; en la segunda, de 1988 a 1999, con Carlos Salinas de Gortari, se realiza ya la privatización a fondo de varios sectores, como los de siderurgia, banca y teléfonos; la tercera, de 1995 a 2000, con Ernesto Zedillo Ponce de León, con la venta de los Ferrocarriles Nacionales de México, la comunicación vía saté¬lite y la creación del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA) para apoyar a la banca nacional y viene la cuarta etapa que implementara Enrique Peña Nieto con la venta de Pemex, Petroquímica, el petróleo y gas de aguas profundas.
México crecerá en el número de miserables, posiblemente lleguemos a 100 millones, durante los próximos 70 años de gobierno priista.
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