Capítulo #30 Trato hecho, de Pamela Rojas

Trato por pamela rojas núñez los codos nos apoyan en la mesa para comer hombre que te ha dicho tantas veces te limpias las manos de la ropa ni en el mantel para eso puse las servilletas eleuterio los bajo luego tomó varias servilletas para uso usar pero tras la mirada furiosa de candelaria saco sólo una y se limpió las manos en la boca con delicadeza liliana su nieta lo invitó al recibir la misma reprimenda mientras acariciaba el último lugar de su cuerpo que alcanzó a su furia hacia quince años que vivía con sus abuelos en esa casa en mal paso y cada día candelaria repetía la misma tanda de sermones chiquilla no estás de adorno en esta casa muévete siguió a su abuela la cocina siempre esperaba que le diera la instrucción si se atrevía a tener iniciativa propia nunca estaba conforme lo es la forma correcta poner los platos esa tasa no es la favorita de tu abuelo lo viste el agua la temperatura perfecta poco sabía y le importaba que el punto de ebullición del agua fuera el mismo los trozos de queso de cabra son muy gruesos en esta casa no abunda la plata el terreno sólo come todo cada desayuno y onces eran iguales solo cambiaba el relleno de el pan amasado algunos días mermelada mantequilla otros huevo a veces muy pocas falta siempre queso de cabra era el trueque establecido con el vecino frutas del huerto a cambio de piezas de ese delicioso queso de cabra soltera cordillera no liliana tenía serias dudas sobre si realmente el sabor cambiaba cuando la cabra tenía otro estado civil pero nunca preguntó preguntar era pecado en esa casa a pesar de que a ella le encantaban las preguntas tomaban el té de hojas en absoluto silencio hasta que candelaria hacia las preguntas permitidas a reuters dios y el respondía igual que siempre como está el vecino humilde bien la cosecha no se perdió con la última helada los animales de desaparecieron sin cuando vendrá al anselmo ayudarte con el gallinero lo que termina de construir la pieza para su hermano que se instalará pronto en la casa fracasado su mónica que se devuelve ese hombre no soy mujer no sé pero como no averiguar más ande pregunta las dúo entonces y luego silencio cuando liliana terminaba de comer comenzaba la cantinela cotidiana con permiso decía ella adelante respondía siempre candelaria muchas gracias de nada estuvo muy rica la once me alegro una palabra además o una menos y debería soportar la mirada de reproche de su abuela la autorización para retirarse antes de la mesa la conseguía solo luego de comprometerse a recoger la losa sucia y lavarla así que con sumo cuidado liliana tomaba las tasas platos y cubiertos sólo después de eso podía gozar de cierta libertad y basta la pieza que alguna vez fuera de su madre tomaba la guitarra y partía perderse entre las higueras poco antes de llegar al río limar y que pasaba cerca de los terrenos de sus abuelos se iba ley hijos de la triste casa de adobe para que candelaria no se quejará de cada uno de los acordes equivocados para encontrar la paz y tocar las canciones que le recordaban esa infancia un poco más agradable y quizás sólo quizás para encontrarse con lucía fernanda hacía casi año una noche secado invierno la conocía se encontró con ella de casualidad cerca de la higuera más grande del terreno andaba con botas de montar y pantalones negros y una chaqueta corta del mismo color sobre una camisa roja acompañada de tres perros negros enormes todos filtros y caminaba como si todo ese lugar fuera suyo no se sorprendió cuando liliana la habló y la advirtió que no debía estar en este lugar es propiedad privada mi abuelo dispara antes y pregunta pues es peligroso la señorita como usted no debe andar tan tarde de noche sola por ahí los hombres no perdona si su hacia anda queda al otro lado del río tenga cuidado al cruzarlo lucía fernanda se rió con gracia y acepto