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Comentarios
como siempre en la historia del mono los estupidos sin cerebro y muy manipulables a parte de corruptos son los que dirigen pues a alguien o algo les interesa mientras la inteligencia se mantiene en la sombra nada nuevo bajo el sol en este planeta de hipócritas. Saludos y excelente programa
esta historia la he encontrado de casualidad
Julio Fernández La mujer soldado de Valladolid. En 1951 en el cuartel de La Rubia, llego el alboroto, al descubrirse que un soldado muy estimado por sus compañeros, conocido por todos como Julio Fernández González, no había tenido más remedio que desvelar su verdadera identidad sexual, llevaba 18 meses de servicio militar en automovilismo y nadie en su entorno se entero de que en realidad, era una mujer. Se llamaba Julia y había nacido en la localidad asturiana de Sama de Langreo. La mujer desde los primeros días fue tenida como hombre y como tal fue educada, ya que practicaba costumbres y tenía hábitos masculinos, tenía hasta novia, en aquella época el servicio militar, exclusivamente masculino, duraba por Ley dos años, aunque podía reducirse a 18 meses a criterio del Ministerio del Ejército. Julio. Era estimado por sus jefes y compañeros, que sabían apreciar, junto a sus dotes morales, su pericia en la tarea de conducir vehículos. De hecho, tan destacada era su disciplina, que enseguida resultó galardonado con la categoría de soldado de primera. Hasta aquel día de mediados de agosto de 1951 en el que un hecho fortuito terminó deparando una sorpresa mayúscula. Ocurrió a raíz de la denuncia, por parte de un soldado del grupo, de la desaparición de una cartera, ante lo cual, los superiores ordenaron un registro exhaustivo. Al corresponderle a ella el registro se advirtió cierta anormalidad, que dio lugar a bromas entre sus compañeros, al siguiente día del reconocimiento, la muchacha fue a visitar al jefe del parque y le confesó la verdad de su condición de mujer, comprobada más tarde por los médicos. Inmediatamente, Julia fue separada del parque y conducida al Hospital Militar bajo la tutela de las religiosas. Julia rechazó regresar a su pueblo natal. Tras unos días de estancia en el Hospital Militar fue conducida a un colegio de la capital vallisoletana, donde la enseñarían a desarrollar sus facultades femeninas, mediante el aprendizaje de aquellas labores que como las de la cocina, costura, bordado, la pongan en condiciones de ganarse la vida, ya que otros conocimientos, como el de la mecanografía, ya los tenia.