Especial Cuarto milenio dedicado al mal llamado juego de la Ouija.
"Hay una serie de fenómenos del todo punto inexplicables"
Esta es una de las frases que aparecen en el informe policial hecho por los miembros de la patrulla que intentaron socorrer del horror a la familia Gutiérrez Lázaro.
Año 1991. La joven Estefanía Gutiérrez Lázaro realiza, durante un descanso en el recreo y junto con unas amigas, el mal llamado juego de la ouija. Una profesora las descubrió, las chicas tiraron el tablero y un extraño humo que salía del vaso de la ouija penetró por las fosas nasales de Estefanía. Ya nada volvería a ser igual en casa de los Gutiérrez Lázaro.
Primeros actos
El primer acto de esta tragedia urbana se produjo unos meses antes, cuando terminaba la larga convalecencia del anciano padre de Concepción Lázaro, madre de Estefanía. Acurrucado en su cama, en una de las habitaciones, agredía y amenazaba al borde de la demencia a cualquier miembro de la familia. Poco antes de morir, le dedicó unas palabras a su hija: "Te haré mucho daño en la vida...".
Unas semanas más tarde ocurría algo que, por inesperado, inundó a los Gutiérrez Lázaro de oscuros presagios. Su hija de 18 años, Estefanía, comenzó a mostrarse extraña y huidiza. Al parecer, practicaba espiritismo de forma asidua a través del conocido y mal llamado juego del tablero ouija. La muchacha empezó a sufrir extrañas convulsiones que, en la mayoría de las ocasiones, acababan en patología epiléptica. Una tarde, en el patio del colegio que distaba unas pocas manzanas de la calle Luis Marín, las compañeras que secundaban a la joven en colocar sus dedos índices para que el vaso se deslizase sobre el tablero que ellas mismas habían compuesto con las letras del abecedario, denunciaron a los profesores el estado crítico de la alumna. Según afirmaron todas ellas, un humo extraño y negruzco había surgido repentinamente en el mismo instante en que el recipiente de cristal estallaba en mil pedazos, convirtiéndose en una fina columna de humo negro que ante los gritos y horror generalizado penetró por las fosas nasales de la víctima. Estefanía Gutiérrez Lázaro entraba así en un estado de coma que a las pocas horas se convirtió en una catalepsia severa. De ese trance no volvió a salir. Una noche murió entre convulsiones y gritos en presencia de toda su familia. En el informe forense elaborado en su día por el doctor Pedro Cabeza se realiza toda una investigación de las posibles causas de su muerte, diagnosticada finalmente como parada cardiorrespiratoria, incluso diseccionando las vísceras y enviándolas para su posterior análisis al Instituto Anatómico Forense. Al final, nada se clarificó en torno al óbito de la joven y corpulenta Estefanía. Sin embargo, los padres pusieron durante meses en duda el rigor con el que se realizó la autopsia. Para ellos había un claro interés por enterrar el caso en el olvido y que pronto se dejase de hablar del asunto.
Comentarios
Muy peligrosa la ouija.