La Revolución Industrial fue la mayor transformación social, económica y científica en la historia de la Humanidad. Distinto del Renacimiento, donde los valores helenísticos recobraron vida a través de las artes como la pintura, la escultura y gran parte de la Ciencia.
Pero la transformación de finales del S.XVIII produjo el inicio de los cambios que llevarían al auge de la producción, el consumo, el comercio internacional y la expansión demográfica de las masas debido a las mejoras en la calidad de vida. Obviamente, semejante panorama explosivo debía estar apoyado en decisiones político-económicas duraderas entre las naciones y por sobre todas las cosas, contar con una gran fuente de Energía. Debido a esto, la Era Industrial debería ser llamada la Era del Carbón. Porque este mineral orgánico originado principalmente en el Período Carbonífero entre 300 y 360 millones de años en el pasado de la Era Paleozoica, fue y sigue siendo aunque en mucha menor escala, el combustible por excelencia para las Máquinas de Vapor de su época. Con la invención de los motores de explosión, el carbón fue reemplazado por el Petróleo, el oro negro que hoy mueve a toda la industria mundial. Pero, claro, todo tiene sus pro y sus contras. La combustión del carbón y del petróleo produce contaminación ambiental y sobre todo la emisión de gases que producen el efecto Invernadero. Si bien este efecto es de orden natural, la emisión constante y sostenida a lo largo de los siglos está produciendo irreparables cambios en la atmósfera y los océanos de la Tierra. La derivación directa de este proceso es el Cambio Climático Global que ya no afecta a los países industrializados, sino a todas las naciones del globo. Las consecuencias ya están a la vista: el derretimiento de las capas polares, la suba de los mares y el incremento extremo en los fenómenos meteorológicos
Depende ahora de las futuras generaciones la toma de decisiones sobre este daño producido a nuestro planeta azul.
Por: Julio A. Guerrieri
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