Hoy nos visita en Tiempos Modernos, Carlos Gregorio Hernández, profesor de Historia Contemporánea, para hablar sobre Ramiro de Maeztu, el autor del 98 que mejor entendió el alcance mundial de la crisis.
La mayor parte de los autores del 98 se centraron en el problema de España. Sólo uno de ellos vislumbró con claridad lo que estaba pasando en el mundo: el hundimiento de las formas políticas decimonónicas, la explosión de la técnica, la universalización del dinero, el surgimiento de la figura del trabajador. Ese visionario fue Ramiro de Maeztu, alavés de madre inglesa, nacido en Vitoria en 1875. Empezó socialista y terminó siendo la referencia del pensamiento tradicional. Y el gran teórico de la Hispanidad.
Maeztu es un reformador. Lo será siempre. Primero, como socialista democrático, no marxista. Después, y bajo la impresión de la primera guerra mundial, como un profundo patriota que deja Inglaterra, donde se ganaba bien la vida, para volver a España. Aquí Ramiro de Maeztu se convierte enseguida en una de las principales referencias del debate nacional. En 1923 el general Primo de Rivera toma el poder con apoyo del Rey. Maeztu ya tenía entonces un modelo: tradicionalista, católico, corporativista, hispánico… Se adhiere al régimen de Primo de Rivera. Quiere dar forma política a sus ideas. Entra en la comisión que debe elaborar un proyecto constitucional y lleva allí sus ideas sobre una democracia orgánica. Quedará en agua de borrajas. Decepcionado, en 1928 acepta la embajada de España en Argentina. Allí nacerá otro concepto clave en su pensamiento: el de Hispanidad: “servicio, jerarquía y hermandad –dice Ramiro-, el lema antagónico al revolucionario del libertad, igualdad, fraternidad”.
Caerá la monarquía y llegará la República. Desde unos meses antes de 1931 Maeztu ha empezado a alentar a un grupo de intelectuales conservadores: Acción Española, que apuesta por una línea inequívocamente tradicionalista, hispánica y católica. Acción Española se convierte en revista en diciembre de 1931. Maeztu la dirige. Su espíritu es de un compromiso sin paños calientes. Así se definía ella misma: “Todo lo que vale: la fe, la patria, la tradición, la cultura, el amor, la amistad, tiene que ser defendido, para seguir siendo. (…) Ser es defenderse. Y los maestros de la defensa son los caballeros. Esa es su función y su razón de ser”.
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