La pasión y muerte de Cristo forman el punto central de la fe cristiana desde los primeros tiempos de la Iglesia. Mas, ¿y si en lugar de fallecer en la cruz se hubiese casado y tenido hijos? ¿Y si sus descendientes viviesen actualmente?
El descubrimiento de documentos secretos, de un tesoro o bien -como han sugerido ciertos- de reliquias momificada, de Cristo en la aldea de Rennes-le-Château, en el sudoeste de Francia, convirtieron súbitamente en millonario a un pobre cura rural. Mas eso asimismo puso en marcha una serie de sucesos que condujeron al descubrimiento de cierto secreto; si éste resulta ser cierto, va a ser la revelación más esencial de la historia de la Cristiandad.
Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln narran la historia de las pistas que les llevaron a elaborar sus pasmosas conclusiones en su best-seller "The holy blood and the Holy Grail" (La santa sangre y el Santurrón Grial), publicado en mil novecientos ochenta y dos. El libro ha provocado reacciones tanto de entusiasmo como de rechazo entre los lectores. Los críticos usuales -como era de prever- han descartado las aseveraciones de los autores considerándolas una fantasía absurda, basada en pruebas insustanciales. Mas esos comentarios son tan injustos como falsos. Absolutamente nadie puede descartar por las buenas las numerosas pruebas reunidas, que en cuanto al resto son presentadas con suma precaución. Más bien se podría aseverar que estos autores han subestimado la amplitud y las auténticas implicaciones del material que han reunido, y que han pasado por alto muchas cosas. Tras los secretos revelados subyace un misterio todavía mayor.
Los autores del libro presentan pruebas de la existencia de un viejo misterio de alcance internacional y de una sociedad segrega con abundantes estratos y cuya repercusión ha llegado hasta el día de hoy. El punto de inicio de su investigación fue un enorme y misterioso tesoro escondido; su conclusión final es la pasmosa aseveración de que J. se casó con M. M. y tuvo hijos. Los descendientes de esos hijos -creen - emparentaron con otros reyes y gobernantes de la antigüedad, sobre todo con los merovingios, la primera dinastía de reyes francos en las Galias, y existen aun descendientes directos que esperan un llamado -o bien una ocasión- para aceptar un papel definitivo en la política europea y, probablemente, en la mundial. Eso, cuando menos, es lo que los autores deducen de los hechos que han descubierto.
La vinculación entre la santa sangre y el Santurrón Grial que aparece en el título del libro una parte de un ingenioso juego con las palabras. El Beato Grial es un término complejo y enigmático. Para ciertos autores es una piedra; para otros un depósito de reliquias santas. Mas, con más frecuencia, se trata de la copa que empleó Cristo en la Última Cena, copa en la que fue recogida su sangre cuando estaba en la cruz. En muchos de los primeros manuscritos sobre el Grial se lo llama Sangraal y todavía en la versión siguiente de Malory aparece como Sangreal. Baigent, Leigh y Lincoln aseveran que alguna de estas formas -Sangraal o bien Sangreal- estaban más cerca de la original. Y dividiéndolas en 2 palabras, como semeja lógico hacer, llegan a la conclusión de que la palabra quizá originariamente no fuese «San Graal» o bien «San Grial», sino más bien «Sang Raal» o bien «Sang Réal». «O -como aseveran triunfalmente- empleando la ortografía moderna, Sang Royal, esto es, sangre real.» Es decir que la historia de leyenda sobre el traslado del Beato Grial de Judea a Europa no se refiere a la historia legendaria del traslado de un objeto, sino más bien a la auténtica historia de la llegada de los descendientes de J. y M. M., portadores de la sangre real o bien «sang réal».
Se trata, cuando menos, de una hipótesis pasmante. Mas la hipótesis de la existencia de estos descendientes vivientes de Cristo forma un eslabón enclenque en la cadena de argumentación de los autores, una interpretación muy poco contundente de los hechos. Semeja improbable, por servirnos de un ejemplo, que en las docenas de generaciones que se han sucedido desde los tiempos de Cristo ningún descendiente haya cedido a la tentación de anunciar «Soy un descendiente directo de Cristo.»
Comentarios
Muy bueno el post. Pero por favor bajen el volumen de los sonidos de fondo, me ha dificultado comprender variedad partes.