Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
Existe como ya lo hemos conocido El Magisterio que es la autoridad de la Iglesia investida a los obispos, como sucesores de los Apóstoles, para enseñar la fe bajo la autoridad del Sumo Pontífice, sucesor de Pedro. Esto está referido en La Lectura de hoy que dice: «Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo»… dicen los doce Apóstoles, y antes se manifiesta la autoridad del Sumo Pontífice, pues, dice: «después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros: Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, «Dios me escogió entre vosotros» para que los gentiles «oyeran de mi boca» el mensaje del Evangelio, y creyeran» Es decir, que claramente que dentro de los doce Apóstoles, es Pedro, el primer Sumo Pontífice, el que se dirige a los otros, es quien toma el liderazgo y hace énfasis en ello, no por vanagloria, sino, por decisión divina de Jesús: «Tú eres Pedro», y luego: « Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo». Es por estas palabras decisivas y de designio divino por la que nuestro primer Papa se pone en pie en una necesidad de de respuesta a la evangelización de los pueblos, y así dice: «Dios me escogió entre vosotros» porque le había dicho: «Tú eres Pedro» y ya no Simón; porque recordemos hermanos y hermanas que Dios cuando hace un cambio de nombre en un personaje principal lo hace porque va a realizar un cambio en la historia de la humanidad. Así nuestro padre Abran, que significa padre ejemplar le fue cambiado el nombre por Abrahán, que significa padre de las muchedumbres, por el designio que Dios le prometió: Haré de tu descendencia más grande que las estrellas del cielo. Así con Pedro sucedió que se iba hacer sobre él la edificación de La Iglesia de Dios: «y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia»
Es El Mismo Cristo el que escogió a los doce y a Pedro como cabeza de La Iglesia instituida por El Señor, que quiere que las decisiones y la guía de La Iglesia a través de sus enseñanzas perdure hasta los confines del mundo y hasta el fin de los tiempos en que esperamos la gloriosa venida del Señor. Así es como Cristo lo quiso, instituir Su Iglesia, que ésta enseñe con su Magisterio y la guía del Espíritu Santo, porque dice: «vuestro fruto permanezca; para que el Padre os dé todo lo que le pidáis en Mi nombre» En cuanto que dice que «permanezca», es porque es necesario que el fruto de las enseñanzas de La Iglesia permanezcan para las gentes, y pidiendo todo en nombre del Señor Jesús, es como lo ha desarrollado La Iglesia, con el Papa, el Magisterio y la guía del Espíritu Santo.
Pedro, en efecto, fue encomendado para edificar La Iglesia de Dios porque él mismo dice en La Primera Lectura de hoy: «para que los gentiles «oyeran de mi boca» el mensaje del Evangelio, y creyeran» Es decir, que se pronuncia él como Sumo Pontífice por designio de Dios, y luego la necesaria Sucesión Apostólica: Lino, Cleto, Clemente, etc. pues, al deceso de la primera piedra le debe seguir la segunda, porque de lo contrario ni se continúa con la edificación de La Iglesia, ni se tiene quién la dirija porque no existiría una jurisprudencia que es el conjunto de sentencias, y doctrina que contienen las instituciones, como lo es La Iglesia instituida por Dios, Jesucristo Señor nuestro. En efecto, sin esta jurisprudencia, todos harían lo que se les venga en gana.
Por tanto, tenemos la gracia de contar con un Sumo Pontífice que quiso Dios que dirigiera Su Iglesia por medio del Espíritu Santo, porque dice continuada la Lectura: «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros» Donde «nosotros», es en efecto, el primer Magisterio de La Iglesia Primitiva, así como es lo que dice El Señor en El Evangelio: «os he llamado amigos, porque todo lo que aprendí de mi Padre, os lo he dado a conocer» Pues, ellos, los Apóstoles, conociendo todo lo que El Señor Jesús les había enseñado, gozaban del conocimiento del Sagrado Evangelio, el cual debían ponerlo en práctica, con Pedro como primer Papa a la cabeza y con «el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen» Hch. 5, 32.
Así nos anima y anima al Santo Padre el salmo de hoy que dice: «Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones»… Es la voz del profeta que manifiesta el querer de Dios, que se lleve El Sagrado Evangelio a todas las naciones, y todo por la grande misericordia de Un Dios que quiere que Sus hijos se salven, porque añade: «por tu bondad, que es más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes. Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra de tu gloria.» La gloria de Dios que en días postreros será sumergida en toda la tierra cuando seamos un solo rebaño y Un Solo Pastor.
Para que toda esta amorosa sentencia, que es una promesa del Dios Vivo, sea realidad, el hombre debe de dar su sacrificio por amor de Dios y de sus hermanos, entregando su vida a imitación de Cristo que nos dice en El Sagrado Evangelio de hoy: «Nadie puede tener amor más grande que dar la vida por sus amigos» Así lo hicieron los primeros Papas que llegaron al martirio como San Pedro que murió también crucificado, luego el Papa San Clemente, exiliado por el emperador Trajano del Ponto, fue arrojado en el mar con un áncora al cuello en el año 97 dC.
Efectivamente, así siguieron los mártires que hasta hoy dan la vida por sus hermanos, pues, no niegan a Cristo a pesar de la condena de martirio y con sus muertes logran más cristianos como nos dice Tertuliano: «La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos» Y aunque es duro el mandamiento del señor Jesús que dice: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis esto que os mando», el cristiano tiene la ventaja de la gracia concedida para que pueda con aplomo seguir el camino indicado por Dios, Quien esperando nuestro «hágase-fiat», nosotros por obediencia y sometimiento de nuestra propia voluntad podemos obtener del Señor la garantía de La Vida Eterna, pues, una vez sometidos a Él, solo Él dirige, y cuanto Él dirige es certeramente garantizado todo.
¿Qué más podemos pedir si con Cristo estamos asegurados? Así, el hombre, sumergido en la misericordiosa y divina voluntad de Dios, está en el Corazón de Cristo, y estando anclado ahí, en efecto, el hombre puede amar más a sus hermanos, y es que Dios nos dice: «Estas cosas os mando, para que os améis unos a otros»
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobre abundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Como siempre los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar: El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Dice el Señor (Jn. 6, 54)
En El Nombre del Padre, etc.
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