La peste negra (también conocida como muerte negra) se ha desarrollado en numerosas ocasiones en la historia de Europa. Sin embargo, destaca por su importancia y consecuencias el brote que asoló al viejo continente durante el siglo XIV, la peste bubónica, la pandemia más destructiva en la historia de Europa.
En este siglo, la civilización occidental atraviesa una racha de prosperidad. El comercio ha crecido, la población se expande, el clima es favorable, las ciudades aumentan de tamaño y se establecen redes comerciales desde oriente a occidente. Sin embargo esta expansión choca con una nueva realidad; el patrón climatológico cambia de pronto, las cosechas se pierden y se extiende un aire negativo de apocalipsis: hambrunas, plagas y muerte. Hay un fuerte debate historiográfico sobre el siglo XIV, en relación a considerarlo crisis o transformación. Entre las diferentes interpretaciones destacan principalmente dos: mientras que los neomalthusianos defienden una diferencia en el crecimiento de la población y los recursos como explicación a esta situación, la interpretación marxista considera que no existió una crisis como tal, sino de un cambio de producción feudal a una capitalista.
La peste negra llegó desde Oriente a la ciudad de Caffa, punto de encuentro de numerosas redes comerciales. Aparentemente, la transmisión se produce en el enfrentamiento entre esta ciudad y los mongoles, precisamente por el punto estratégico en el que se encontraba. Los mongoles, en un gesto desesperado, tiraban los cadáveres infectados de peste a sus oponentes con la esperanza de ganar así la guerra.
Desde luego su técnica surtió efecto; y desde ese punto la peste llegó a Europa a través de unos polizontes montados en barcos genoveses que llegaban de comerciar en Caffa: las ratas. La peste se encontraba en un bacilo, el Yersinia Pestis, que estaba en las pulgas de estas ratas, las cuales convivían con la población en una época en la que la higiene era escasa y las ciudades eran caldo de cultivo de focos infecciosos.
No es una enfermedad común; es repugnante y dolorosa hasta extremos insospechados. Los afectados sufren fiebres altas primero; después, aparecen los bubones, glándulas linfáticas que se desarrollaban en el cuello, axilas e ingles, se vuelven negros y pueden llegar a tener el tamaño de una naranja. Además puede provocar septicemia por el que el sistema vascular puede volverse permeable, llegando a provocar hemorragias internas.
Existe otra variante de la peste, la pulmonar, que no necesita de pulgas para transmitir su veneno, sino que la bacteria se aloja en los pulmones. Se produce una hemorragia, se crean esputos y al toser se puede contagiar de persona a persona.
La gente se encuentra indefensa y la medicina está envuelta en un halo de superstición e ignorancia. Se hablaba de la alineación de planetas que provocaba un vapor maligno; también de la ira de Dios, que castigaba a los humanos por su mal comportamiento y por sus vicios y depravaciones.
Bocaccio escribió que al principio los familiares trataban a sus enfermos, los cuidaban e intentaban sanarlos, pero cuando se dieron cuenta de que al estar con ellos también enfermaban, empezaron a tratarlos como perros, les lanzaban la comida a la cama y los abandonaban, huyendo para no ser el siguiente.
Empiezan a surgir procesiones de penitentes que recorrían las ciudades flagelándose con látigos terminados en púas de hierro. Se creía que así Dios les perdonaría sus pecados y los salvaría del infierno, sin pensar que ellos contribuían a la propagación, pasando la enfermedad por esas ciudades.
La tasa de mortalidad en las ciudades italianas fue muy elevada; Florencia llegará a perder a la mitad de la población. Los cementerios se llenaron y tuvieron que cavarse fosas comunes en el exterior de las ciudades. En Milán se ordenó sellar las casas de los enfermos para que nadie pudiera salir o entrar de ellas. Un sesenta por ciento de la población murió en Venecia; en Inglaterra un tercio. Sin embargo, Eduardo III sobrevive, así como gran parte de los nobles, debido entre otras causas a que podían huir de las ciudades. En la Península Ibérica, en Barcelona, murió el sesenta por ciento de la población.
El papa apoyará el rezo diario y la penitencia para expulsar aquel castigo, pero no aprobará estas procesiones de flagelantes, consideradas movimientos fuera de la Iglesia, que es la única que puede ofrecer la salvación. Pero la peste también llegará a la sede de Aviñón, donde hubo tantos muertos que el papa Clemente VI tuvo que consagrar el río Ródano para que se pudieran ‹‹enterrar›› ahí, porque no había espacio.
El mismo médico del papa, Guy de Chauliac, contraerá la peste. Es un caso curioso, ya que se tratará él mismo, explotándose los bubones y utilizando remedios de hierbas, y finalmente sobrevivirá, y hará que el Papa no contraiga la enfermedad, recomendándole aislamiento, comer fruta y estar siempre entre chimeneas y recipientes con fuego para purificar el aire.
Pronto se buscó un chivo expiatorio: los judíos, a los que acusarán de envenenar los pozos de agua para acabar con los cristianos. Muchos serán torturados hasta que confesaban falsamente y eran condenados a la hoguera, (en Villeneuve, Francia, no quedará ninguno vivo), creyendo que así se acabaría la epidemia, y no dándose cuenta de que los judíos también se vieron afectados por ella.
Reforman las ordenanzas urbanas, se prohíben los juegos, las blasfemias, las prostitutas son enviadas a casas en las afueras…todo con la esperanza de alejar la peste. Pero mientras unos intentan disfrutar todo lo que pueden por si no les quedan más días, la mayor parte de los que han sobrevivido empiezan a retomar sus actividades.
Las ciudades siguen funcionando, los hombres y mujeres se casaban y tenían hijos más rápidamente. En la medicina también influyó, haciéndose mucho más práctica. En cuanto al campo y los alimentos, por primera vez en mucho tiempo había tierras y cosechas de sobra, no sólo grano sino también productos de lujo como el aceite; el descenso repentino de la población tiene así sus ventajas. Los salarios crecían, la gente adquiría las tierras de los que habían muerto, convirtiéndose en propietarios muchos que antes eran pobres.
No tuvieron tanta suerte los poderosos, que ahora habían perdido a sus trabajadores, y también su poder e influencia, viéndose obligados en muchas ocasiones a trabajar ellos mismos la tierra para poder comer.
En 1350 la peste empezará a decaer; después de varios años de caos y millones de muertos, parece que vuelve a florecer la vida urbana, con un proceso de industrialización que comienza en esta época, y con la llegada a estas ciudades de campesinos que quieren mejorar sus condiciones de vida. Habrá nuevos rebrotes en adelante, cada cierto tiempo, pero ninguno será tan devastador como el primero, ni tendrá tantas consecuencias.
En la actualidad todavía se estudian las causas que produjo esta epidemia; en el año 2003, por ejemplo, en Montpelier, se encontró un depósito de unos 600 muertos, a los que se extrajeron los dientes, y las muestras contenían la secuencia de ADN de la Yersinia Pestis. Esto significa que a día de hoy las consecuencias de la peste negra siguen teniendo importancia en la sociedad, ya sea para conocer más acerca del bacilo o de la transmisión, o simplemente por mera curiosidad.
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la peste negra , verde , azul, rojo, o como sea son las monarquías y las religiones