LAS LLAVES DEL REINO INTERNO, CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO. parte 3/12
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Anatómicamente la médula espinal se divide en tres secciones qué controlan los nervios motores, sensoriales y simpáticos. Cuando' el aspirante domina la Tentación sube el fuego Espiritual en forma de serpentina por todo el cordón espinal, hasta llegar al cerebro, de un modo incomprensible, para la mayoría, y este fuego depura las substancias groseras de los tres cuerpos inferiores para comenzar el proceso de regeneración o Transfiguración.
El Fuego del Espíritu Santo en el Sacro se convierte en Luz en el cerebro y entonces el hombre se vuelve Omnisciente sin necesidad de intelecto.
Cuando llegamos a la Transfiguración irradiamos solamente la Luz Blanca del Íntimo, como sol Espiritual y entonces podemos decir: El es Yo, Yo soy El; Yo soy uno con el Padreen el Reino del Íntimo.
Después de la Transfiguración, esto es, la Unión con el Padre en el Reino del Dios Íntimo, el iniciado debe volver al mundo, a su cuerpo unido al mundo, para sufrir tres sacrificios: El Sacrificio del cuerpo, el del alma y el del Espíritu, por sus hermanos, como lo hace la misma Divinidad.
El primer Sacrificio del cuerpo físico está representado por la Ultima Cena.
Cuando el aspirante sacrifica sus instintos animales, sobre el "Altar de Bronce", su propio cuerpo físico se convierte en "alimento verdadero" y su sangre en "bebida verdadera" para sus doce discípulos o facultades del espíritu, colocados en su organismo como escalones para llegar a la estatura del Cristo. Para llegar a la meta de la Iniciación debemos apoyarnos sobre estas facultades; así mismo como para progresar en la vida, el hombre tiene que apoyarse sobre los demás para ascender; pero una vez ascendido es de su obligación ofrecerse o sacrificarse por aquellos que le sirvieron para escalar, y tenerlos con él en su Reino.
Las doce facultades del Espíritu, representadas por los doce signos Zodiacales, por los doce discípulos del Cristo nos acompañaron desde un tiempo inmemorial, en nuestros instintos, en nuestras caídas, en nuestros dolores para llegar a la evolución actual. Hoy que el Hombre tiene ya su mente formada y completa, debe por medio de este don sacrificarse por el bien de estos amigos que nos acompañaron durante tantas edades; pero este sacrificio no es sólo para el bien de ellos solamente, sino que redunda en beneficio propio, porque la mente sin ayuda de estos discípulos o facultades internas, no puede llegar a ninguna parte en el sendero.
Cuando la mente sacrifica la atracción del instinto animal, convierte al cuerpo y a la sangre en hostia pura, en pan y bebida de los ángeles que descienden del cielo del Espíritu para alimentar a todos los seres de su organismo. Se convierte en sacerdote del Altísimo que sacrifica el goce de su cuerpo animal, con el cual está identificado, en beneficio de sus servidores internos, entonces estos se iluminan y comienzan a trabajar, no sólo por el bien del mismo cuerpo sino por todos los seres que habitan en el Cosmos. De manera que el primer sacrificio consiste en dominar los instintos que nos conducen a la animalidad.
El segundo sacrificio es del alma y está representado por la agonía en el huerto de Olivos.
No es suficiente sacrificar los instintos animales del cuerpo, es necesario cargar en la propia alma todos los sufrimientos de los demás; morales, mentales y físicos para poder aliviarlos.
Todo Iniciado debe sufrir el dolor del prójimo para saber cómo aliviarlo; debe sentir todas las desgracias del mundo en su alma para encontrarles un remedio eficaz. Debe apurar el cáliz del dolor y de la amargura para que su corazón pueda ofrecer la curación, y la ayuda sin limitaciones; entonces su corazón se convierte en el huerto de la agonía, en el cual llora por las desgracias ajenas.
Pero el dolor más intenso en esta etapa es la ingratitud, y el abandono de los seres más queridos de su corazón. Aquí le abandonan sus mejores anhelos y deseos que había forjado para aliviar al mundo, porque ve que no bastan los anhelos sino que es menester el sacrificio propio, un sacrificio viviente.
Cada uno de nosotros puede pasar por esta Iniciación y sentir estos dolores. Es la Única Iniciación verdadera y fuera de ella no hay objeto alguno en poner los pies en el sendero interno. Para que el lector aspirante la comprenda debe dirigir su pensamiento, por un momento, al Cristo e imitarlo.
Supongamos que al levantarse, de su lecho, por la mañana, se resuelve tomar el mismo camino de Cristo. ¿Qué sucederá? En primer término debe sacrificar el animal en su propio instinto, abandonando todo lo que puede satisfacer al cuerpo: lujuria, alimentos exquisitos, cama blanda, bebida, etc., y tiene que someterse a ayunos, mortificaciones, orar, meditar y sufrir toda clase de privaciones, y esto ¿para qué? Es para que con el tiempo llegue a tener el poder de curar un enfermo desconocido, aliviar su pena o salvarlo de una desgracia, sin que el sepa quién fue su médico, ni quién le salvó de la desgracia.
Esta es la primera etapa.
Después debe, el aspirante a la vida superior, privarse por su servicio impersonal e incógnito, de la recompensa, de la fama, de la gloria; seguir viviendo en la pobreza, matar el deseo de cobrar por su trabajo, etc.... Y por último es calumniado y vituperado como ignorante inepto, considerado por los pudientes del mundo como un ser inútil, en la vida; despreciado v abandonado hasta por sus esperanzas y anhelos.
Al fin tiene que pasar por el tercer sacrificio, que es la crucifixión, que dura toda la vida y todas las vidas posteriores, en su obra de salvación, sin la menor esperanza de una recompensa.
Si un hombre piensa en lo anterior y lo medita bien, verá: 1º Que la Iniciación está en el mundo interno del hombre y que no es necesario ir a ninguna parte para recibirla, y 2º Que TODO INICIADO tiene que sufrir los mismos dolores del Cristo.
El tercer sacrificio pertenece al Espíritu, y está representado por la crucifixión.
Consiste en vivir para morir por los demás, sin aspirar a ninguna recompensa material ni espiritual. Sacrificarse para mejorar al mundo y seguir sacrificándose hasta la consumación de los siglos.
Después de saturarse con el dolor, el futuro Cristo se vuelve una fuente de Amor Impersonal para aliviar todos los males del mundo; pero para llegar a esta etapa, necesita volverse Salvador y para serlo es menester que su corazón se una a su mente y crucificarse en el Cráneo o Gólgota.
Este estado se desarrolla de la manera siguiente:
En la Ultima Cena sacrificó sus instintos para ofrecer su cuerpo como alimento puro; en la agonia en el Huerto, ofreció su alma para cargar con el dolor ajeno. En el primer sacrificio cambió la dirección de su fuerza sexual creadora, la que en vez de dirigirse hacia abajo y agotarse en la satisfacción de pasiones bestiales, ahora se dirige hacia arriba, a la cabeza, como fuego regenerador para poner en vibración la glándula Pineal y abrir la vista interna.
Este Fuego Sagrado, al repercutir en la caja craneana, Arca de Alianza, enciende la glándula Pituitaria, de cuyo seno se desprende una Luz maravillosa en forma de corona de espinas y esta corona es muy dolorosa; porque esto significa que el cuerpo físico está consumiéndose por el Fuego del Espíritu, que se desprende, no sólo de la cabeza, en forma de corona, sino de las manos, de los pies y de este modo queda todo el cuerpo como un holocausto encendido sobre el Altar del Íntimo.
En este estado queda el Iniciado, Crucificado en su Cráneo Gólgota, y cuando consuma el autosacrificio, lanza el grito triunfal, porque el sacrificio del cuerpo físico, de los instintos y el cuerpo de deseos está consumado; entonces el Iniciado se torna en compañero de su Padre y su misión será practicar la Religión del Padre que es la Unidad o el Todo en Todos.
El más alto grado de la Iniciación que conduce a la Unión con el Íntimo Infinito es la Crucifixión, para la salvación de la raza humana. Todos los aspirantes a la iniciación tienen que ser coronados de espinas.
El objeto de la iniciación no es la búsqueda de los poderes mágicos, sino el sacrificio por los demás. Sin este requisito no hay religión, ni escuela, ni ocultismo, ni misticismo.
El iniciado debe convertirse en Salvador del mundo limpiando los horrores de una época y de una generación, cargando sobre sus hombros el pecado del mundo.
Los Espiritualistas comprenden que cuando curan a un paciente por medio espiritual, el médico tiene que experimentar el sufrimiento mental del enfermo, en sí mismo, y que debe experimentarlo en un plano superior. Es un estado muy penoso cuando se transmuta el dolor en su equivalente mental para quien sanó al enfermo; de manera que este sufrimiento mental es espantoso. Tenemos el ejemplo de Jesús, cuando llegó a esta hora, en la cual debía cargar con el pecado de aquellos que habían sanado moral y físicamente, gritó: "Padre, apartad de mí este cáliz si os es posible; pero hágase Tu Voluntad y no la mía".
Cuando un espiritualista desea la curación moral o física, de un enfermo, incurre en ciertos trabajos que infringen las Leyes Superiores.
Supongamos que un enfermo del estómago, u otro deprimido espiritualmente acude a un espiritualista y pide curación. Aquí debemos comprender que la enfermedad es el efecto de una desobediencia a la Ley Natural. El dolor del estómago, por ejemplo, es el resultado de la manera de comer, o de la cantidad o de la clase de comida, desobediencia ligada a su castigo. La curación consiste en eliminar el dolor o el castigo de la Ley, llenando el órgano dolorido con ciertos átomos vitales emanados del sanador.
El órgano enfermo puede semejar a un recipiente lleno de agua sucia y la fuerza vital, es como agua limpia derramada en este recipiente, hasta echar fuera todo el contenido inmundo.
En este proceso encontramos que el médico espiritualista tiene que perder energía, al vaciar de su cuerpo una cantidad de átomos, sanos y vitales, y al mismo tiempo, por ley de compensación, tiene que ser llenado este vacío por otros átomos viciosos enfermos. Cierto es que estos átomos enfermos, no siempre pueden contagiar al médico de la enfermedad física, pero si sus vibraciones negativas o sus pecados, afectan mucho a su mente, le producen siempre ese sufrimiento mental.
"¿Quién me tocó?", preguntó Jesús a sus discípulos y estos le contestaron: "Maestro, ¿tú estás entre la muchedumbre y preguntas: quién me tocó?"
"Yo he sentido que una fuerza salió de mi" -respondió Jesús.
Este es un símil para que el lector comprenda que la misión del Iniciado es salvar y sufrir el dolor de los demás; pero cuando pasa por el sacrificio, entonces nunca más se reencarnará, sino que se convierte en Logos del Rayo al que pertenece.
Como se ve, todas las Iniciaciones antiguas y modernas tienen un solo objeto que es el de conducir al hombre en el mundo interno, mundo del Íntimo y, todos sabemos que la única vía franqueable hacia este mundo es la vía mental o el pensamiento.
Cada religión y cada escuela tiene su iniciación propia y todas ellas conducen al mismo fin, aunque estas iniciaciones son símbolos de una realidad interna y nunca se deben confundir la alegoría con la Verdad.
Existe en el fondo de cada religión la verdadera Iniciación y a ésta debe dirigir el aspirante, toda su atención y sus pensamientos.
Tal vez hay muchos lectores que preguntan: ¿Cómo podemos ser iniciados y a quién debemos acudir para obtener la verdadera Iniciación?
Nosotros contestamos: Todas las Iniciaciones son buenas con tal que conduzcan el pensamiento al mundo interno y el UNICO INICIADOR debe ser el YO SOY.
CAPÍTULO IX
LA INICIACION MASONICA
Y SU RELACION CON EL HOMBRE
La masonería, es un hecho de la Naturaleza y siendo un hecho de la Naturaleza es una repetición diaria, acontecida en el mismísimo hombre.
Sus leyes son las mismas de toda religión, tienen por objeto, el descubrimiento del verdadero Ser interior y el conocimiento de sí mismo.
Pero como sucedió a las religiones ha sucedido a la masonería: todos han materializado sus pensamientos para adorarlos, en vez de espiritualizar sus obras para convertirse en dioses.
No negamos que los secretos esotéricos de las religiones y de la masonería son actualmente de todo el mundo, pero el verdadero misterio de ellas no se halla en los libros rituales y ceremonias, sino en lo más hondo del espíritu, en el jardín Edénico cuya puerta está guardada y vigilada por el ángel de la espada flamígera. Los religiosos, los sacerdotes de toda religión y los masones poseen los misterios a manera de los camellos del desierto, cargan el agua y mueren de sed y con todo corren buscando, por todas partes, el líquido de la vida.
El símbolo es como el verdadero arte, nunca debe hablar al sentido, sino debe excitar la imaginación, pero desgraciadamente el hombre actual tiene tan perezosa imaginación que no se molesta en escudriñar nada, y se contenta con adorar el ídolo que ella creó.
Su objeto es la investigación de la verdad; pero esta investigación, debe ser interna y, subjetiva, pese a cualquier mastín que crea lo contrario. Hemos dicho que los símbolos son la alegoría de la verdad y no son la verdad, sólo expresan la imagen simple de la calidad de las cosas. El símbolo es el cuerpo físico de la idea, pero para conocer la idea hay que sentirla o concebirla.
El fin de la masonería es el de que cada hombre se conozca a sí mismo y el conocimiento de sí mismo no consiste en estudiar anatomía, aunque muchas veces la magnificencia de la anatomía conduce al hombre a la meditación en el misterio.
"Yo soy el pan de la vida", dijo el Divino Maestro. ¿Podremos creer que esa frase simbólica, significa el pan que comemos diariamente y quien lo come vive eternamente?
Antiguamente el hombre, cuando todavía no materializaba sus pensamientos, no tenía necesidad de símbolos, ni alegorías. Hasta ahora, algunos animales tienen instintivamente la sensación del barómetro y sienten de antemano la llegada de la tempestad, mientras que el hombre tiene que acudir al instrumento en sus investigaciones. Todo esto, aconteció desde que la mente empezó a creer en todo, a los cinco sentidos y abandonó la intuición subjetiva.
Entonces ya comprendemos que los símbolos en la masonería tienen por objeto redescubrir la luz oculta por los tupidos velos de los sentidos. Son necesarios hasta cierto punto porque constituyen el cuerpo físico de la enseñanza, pero nunca debemos imaginar que el hombre vive, solamente cuando está en su cuerpo físico.
A su debido tiempo explicaremos en lo posible el significado de cada símbolo.
Entonces la masonería es, como hemos dicho, una repetición diaria de las leyes naturales en el mismo hombre, según la máxima de Hermes: "Como es arriba es abajo".
MASÓN O FRANCMASÓN
El término de masón se deriva, según algunos autores, de phree messen que son unos vocablos egipcios que significan "Hijo de la luz" y según otros de "Libre constructor".
En el lenguaje masónico, Dios es conocido con el nombre de Gran Arquitecto. Arche es una palabra griega que quiere decir "substancia primordial o primaria". Tekton en griego significa "constructor". Se dice que José, el padre de Jesús era carpintero; pero la palabra empleada en la lengua griega es tekton, esto es, constructor y mal puede ser traducida por carpintero. Asimismo se dice que Jesús fue tekton, o sea un constructor.
De este modo el término "francmasón" o significa hijo de la luz o constructor, que está esforzándose en construir el templo místico; en construir, dentro de él, el altar de sus sacrificios, y luego debe velar y orar mientras espera pacientemente al fuego divino que baje para consumir su ofrenda.
Sea que "francmasón" signifique hijo de la luz o libre constructor, ambos términos dignifican al hombre que lo lleva, pero nosotros podemos preguntar: ¿cuántos hombres que llevan el título de masón son dignos de este término?
TEMPLO
El templo es el lugar en donde se reúnen los masones para desarrollar sus trabajos. Esta palabra se deriva de la latina "tempus" (tiempo). Ya hemos repetido y volvemos a insistir, que desde que el hombre abandonó su estado edénico, su paraíso espiritual, se alejó mucho de la verdad y ya no pudo concebir lo abstracto, tuvo que materializar sus ideas, así como Tomás, después de la resurrección del Señor no podía concebir intelectualmente tal prodigio y quiso introducir el dedo en las llagas para comprobar el hecho.
Así también sucede con todo hombre: desde el momento en que se olvidó de Dios que mora en su corazón, de sus leyes naturales en el Universo y el cuerpo físico, inventó un dios exterior y creó un edificio para alojarlo. Este edificio se llama templo. Tampoco se detuvo aquí, sino quiso comprender intelectualmente la naturaleza de Dios. Entonces principió a darle formas iguales al propio cuerpo físico y atribuirle deseos, anhelos y pasiones, y por último se hizo representante de EL en la tierra. Dios se convirtió en un ser temible, expuesto a la ira, venganza, odio, etc., y a pesar de ser infinito se redujo al extremo de poder habitar en un edificio llamado templo.
El iniciado o hijo de la luz comprende hasta le evidencia que el Universo entero es el Templo de Dios, que el Templo de Dios es universal, no sectario, cuya contraparte es el mismísimo cuerpo humano. Está escrito: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?"
Los Egipcios, que eran mucho más sabios que nosotros, cuando construían sus templos, imitaban en lo posible las leyes cósmicas universales que se reflejan en el cuerpo del hombre. La Pirámide de Keops es el templo más perfecto. En este monumento eterno, pudo la mente iniciada encerrar algunos de los misterios del cuerpo físico reflejados por los del Macrocosmos. El iniciado o, sacerdote egipcio se conoció, asimismo, física y espiritualmente, y descubrió su conocimiento en este libro que es la Pirámide, para que su hermano menor pueda leer en él y saber como él, la manera de penetrar a su interior y adorar a Dios.
¿No dijo el Cristo: "Llegará la hora y hora es, en que ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Dios es Espíritu: y es menester que aquellos que le adoran le adoren en espíritu y en verdad"?
¿Y el Templo de Salomón, no es la imitación del cuerpo físico? ¿Todos sus misterios no significan el proceso alquímico que se efectúa diariamente dentro del propio cuerpo del hombre?
La humanidad, cual hijo pródigo del Padre Celestial, hambrienta en el desierto del mundo, se alimenta por los desechos de sus placeres \que enferman al alma, ha tenido siempre la voz interior del Yo Soy que le grita: Vuelve a tu hogar.
El iniciado, hijo de la luz, después de sufrir miles de miserias en pos de sus placeres se siente impelido por la voz interior a volver al seno del Padre y formar de su cuerpo una casa, un templo para Dios; un templo del espíritu, donde pueda entrar, cerrar sus puertas para encontrar al Padre frente a frente y contestar a su voz.
Pero como no todos han podido escuchar esa voz interior, el Padre nos habla con el lenguaje simbólico, el cual a la vez oculta, y a su debido tiempo revela las verdades espirituales, se valió de los hermanos mayores para trazar a nuestra vista el símbolo del Templo cuyo objeto es hacernos volver a El interiormente a nuestro corazón, el único altar de la Divinidad.
Adorar a Dios en espíritu, no significa prosternarse ante su imagen dentro de un templo, hecho por manos humanas, y no, a manera de Melquisedec, en el templo no construido por hombre alguno. Pero al igual que nosotros contemplamos el retrato de un ser querido, debido a que el retrato despierta en nuestro corazón un sentimiento tierno, así el simbólico templo enciende en nuestro pecho el deseo de adorar al Dios interior que está fuera del alcance de los sentidos físicos.
Cristo dio fin a la época del Santuario o templo externo, desde el momento en que hizo el autosacrificio, y desde aquel entonces el Altar de los sacrificios y ofrendas debía levantarse dentro del corazón para reparar las faltas.
El candelabro de oro debe estar dentro del cuerpo para que nos guíe al Cristo interno, y que la gloria del Shekinah del Padre, more dentro de los recintos sagrados de nuestra propia conciencia divina.
Entonces, el templo es la representación alegórica del cuerpo físico. Todo iniciado debe penetrar diariamente, por medio de la concentración y meditación, al templo interior, al corazón y permanecer allí largos momentos, frente a frente a su Padre Celestial. Debe el aspirante dejar todo sistema, ejercicio, escuela o religión y dedicarse a esa comunión con el Padre, porque el templo de la religión esotérica y de la masonería, tienen por objeto conducir al hombre a este fin.
LA LOGIA
El templo representa el Universo que es el Templo de Dios, cuya contraparte es el cuerpo humano. En el interior del Sagrado Templo hay una cámara destinada a la reunión general para estudiar las obras de Dios. Es la cámara interna, es el sol del Templo, el lugar santo en donde mora la Presencia de Dios: la logia.
La logia es la manifestación de Logos o Palabra, o el Cristo que vive en cada uno de los miembros y encuentra en su conjunto una armónica expresión. Así como el templo es la contraparte del cuerpo físico, la logia es la contraparte del lugar santo, que se halla dentro del hombre, en donde el Cristo, Yo Soy, está trabajando siempre en construir y expresar el Plan de Gran Arquitecto. El verdadero Sancta Sanctorum se encuentra en el interior del hombre quien, por materializarlo, le dio un símbolo que es la logia en donde busca la inspiración.
También la logia representa la superficie de la tierra, con los cuatro puntos cardinales: Oriente, Occidente, "camino de la luz", Norte, Sur, su anchura; con tierra, fuego y agua bajo nuestros pies, y aire y Nous sobre nuestras cabezas, más encima de las cuales representa el techo de la logia un cielo estrellado, símbolo de un mundo inmaterial. Todo esto quiere, decir que como el Universo no tiene límites, es un atributo de Dios que abarca todo, así también la logia, el Logos, el Cristo dentro del hombre, prácticamente no tiene limites, está dentro y fuera y todo lo que es hecho por él fue hecho.
Además, si examinamos detenidamente la logia encontramos que es la representación completa y exacta del mismo cuerpo del hombre, interna y externamente. Hay que intentar la comprensión de este símbolo, si no, el masón será como el papagayo, que repite las palabras sin entenderlas.
Se ha dicho, que logia, Logos, palabra, el Verbo, Cristo, Yo Soy, significa una misma cosa. Ahora examinaremos la doctrina de la redención cristiana. El Verbo se ha hecho carne, se manifiesta en nosotros para salvarnos. ¿Cuántos son los que han meditado en este misterio? Cristo dijo: "Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo. . . Las palabras que yo os he dicho espíritu y vida son." Entonces la redención se consigue por medio de la fidelidad en la Palabra, el Cristo o Verbo Divino que es el Yo Soy interior, que NACE o se manifiesta en nosotros y nos conduce, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la Inmortalidad.
Luego la logia es la habitación del Logos, del Verbo, de la Palabra, del Cristo y esta habitación es el mismo cuerpo físico. Abrir la logia significa dejar que el Cristo Interno manifieste, exprese (presione hacia afuera) su poder por medio de nuestro organismo, células, porque nuestros cuerpos son sus canales. Este es el verdadero significado de la logia, que sólo puede entenderla la compresión interna, cuya doctrina vital debe hacerse carne, sangre y vida en nosotros, para obrar el milagro ele la regeneración o el nacimiento del Cristo en nosotros, fin de la Iniciación o trabajo interno.
Este misterio no es solamente propiedad del cristianismo, sino ele todas las religiones: Egipcios, Orientales, Romanos, Gnósticos y Cristianos. Es la Doctrina de la luz interior que identifica al hombre con su Dios; pero cada religión lo expresa en distintas formas, palabras y símbolos, adaptándose a la inteligencia y capacidad de sus fieles.
RELACIÓN DE LA LOGIA CON EL HOMBRE
Todos los manuales masónicos han tratado detalladamente el significado de los símbolos, pero ninguno ha comparado su relación con el hombre microcosmos, que debe encerrar el misterio del Macrocosmos, así como dice Hermes: Como es arriba es abajo.
Los antiguos egipcios, para construir la eterna Pirámide de Keops, debían de haber estudiado bien al hombre o al Universo o a los dos a la vez para poder producir aquella maravilla científica. De que las logias actuales, los signos, los símbolos, etc...., no han conservado fielmente todo el brillo v el verdadero origen de su antigüedad es cosa comprendida, pero sí ha quedado lo suficiente para ocupar la imaginación del hombre por varias vidas.
La logia dentro del Templo Simbólico es una imagen representativa del Universo o el cuerpo físico del Hombre. Tiene la forma de un cubo que corresponde en su figura al número 4. Simboliza a la Naturaleza o cuerpo con sus cuatro elementos y los cuatro puntos cardinales. Estos cuatro elementos animados por la vida son nacidos por la unión de los principios primordiales, representados por las dos columnas.
La planta del local está orientada en dirección del Oeste a Este. El hombre debe seguir la ley Divina para su evolución, debe imitar al Cristo o Logos solar en su trabajo. En el OCCIDENTE, el sol de la vida después de terminar su jornada y con radiante esplendor, descansa; así es el hombre: después de trabajar intensamente como el padre sol durante el día, busca la paz y el descanso en los brazos de Dios, por medio del silencio, la meditación y por fin el sueño, como lo hace el niño en brazos de su madre.
ORIENTE: Así como es el sol, símbolo de la vida y del nacimiento, del crecimiento y del continuo esfuerzo, así también debe el hombre imitar al sol en todos sus movimientos. Por el sol conoció el hombre las leyes de Dios y en el Oriente vio el agente de estas leyes. El nacimiento diurno del sol después de su descanso enseria al hombre la continuidad de la vida y del esfuerzo, así también de la evolución. El oriente es el principio de la vida.
SUR: Designa la iluminación v la espiritualidad, porque allí el sol brilla en todo su esplendor. El sur es el punto en donde la mente Divina se manifiesta en toda su plenitud.
NORTE: Es el lugar de las tinieblas donde el sol no derrama su luz. Es el mal, el abismo, valle de las lágrimas, la ignorancia. Lugar de los deseos inferiores. La Pirámide tenía la puerta de entrada al norte que indica que el neófito, ciego ignorante debe entrar por el norte, lugar de las tinieblas, a la logia en busca de más luz.
El hombre, también es como la logia, tiene los mismos puntos cardinales. El oriente en él es el anterior de su cuerpo por donde puede manifestar su continuo esfuerzo; sus cinco sentidos colocados en esta parte son los que le ayudan al servicio, al conocimiento de los misterios. Su rostro debe derramar la luz del saber y del beneficio.
El occidente en él es la parte posterior de su cuerpo. Después que el Sol Espiritual derrame su luz por la faz del hombre incitándole a expresar, a manifestarse, se resigna a ocultarse, para que su mente busque la meditación y el descanso, asimilando todas las experiencias del día. Entonces cierra las puertas de su aposento y se dedica a adorar al Padre interiormente v recibirá la iluminación.
El lado derecho o sur del hombre es el lado positivo. El cerebro derecho es el instrumento de la mente Divina; todo pensamiento altruista procede de esta parte: El sol espiritual derrama en él su manantial (le iluminación y manifiesta en él el reino de la espiritualidad; es la Galilea, la ciudad santa, etc., del Evangelio.
El izquierdo, el norte, es el lado negativo, el lado tenebroso, hemisferio izquierdo del cerebro llamado por biblia Babilonia, ciudad de confusión, morada de los espíritus luciféricos, de los sentimientos egoístas, Judea, Capharnaum del Evangelio, y por último el reino de la ignorancia, de donde nada sale, sino el deseo bajo y egoísta.
En el contorno de la logia se hallan repartidas doce columnas, según la comprensión general, representan los doce signos zodiacales pero según nuestra comprensión representan un ideal más esotérico. Semejante al sol colocado entre los signos así es el verdadero hombre, está dentro del cuerpo físico, está suspenso entre las dos decisiones de donde nace su futuro espiritual después de nacer su devenir físico.
Así como las doce columnas de la logia indican los doce signos del zodíaco; dentro del cuerpo físico se hallan doce partes, doce facultades que están influidas por aquellos signos, y que están repartidos alrededor del sol espiritual en el hombre. El año tiene doce meses, Jacob tuvo doce hijos, Jesús doce discípulos y el hombre como contraparte de la ley cósmica tiene doce facultades del espíritu en él.
Durante el año, el sol Padre visita a sus doce hijos, en el Zodíaco; el sol Cristo en el hombre, también vivifica durante el año a las doce facultades, representadas por los hijos de Jacob, o discípulos de Jesús.
El Carnero o Aries representa la cabeza o el cerebro del Hombre cósmico es Benjamín: como facultad intelectual, es la voluntad activa guiada por el cerebro.
Tauro: Representa el cuello y garganta, es Issachar: la fuerza del pensamiento silencioso y vivificante.
Géminis: Los brazos y manos del hombre; Simeón y Leví: la unión de la razón y la intuición.
Cáncer: Los órganos vitales, respiratorios y digestión; Zabulón: el equilibrio entre lo material y lo espiritual.
Leo: El corazón, el centro vital de la vida física; Judá: anhelos del corazón.
Virgo: El plexo solar que asimila y distribuye las funciones en el organismo; es Asher, que expresa la realización de las esperanzas.
Libra: Riñones y lomos del hombre, es el equilibrio en el torbellino de la fuerza procreadora; es Dan: la percepción externa equilibrada que se exterioriza como razón y presencia.
Escorpio: El órgano generador o el sistema sexual es la caída del hombre fuera de la Balanza o Libra punto equilibrante; es Gad: la generación de las ideas.
Sagitario: Muslos y asientos del hombre autoridad y gobierno físico; es José: facultad organizadora del Espíritu.
Capricornio: Rodillas plegables y flexibles del hombre emblema del servicio; es Nephtalí, símbolo de la regeneración o renacimiento.
Acuario: Piernas, locomoción del organismo; es Rubén: la ciencia y la verdad.
Piscis: Los pies, bases fundamentales de toda cosa externa; Efraín y Manasés: paciencia y obediencia.
Entonces las doce columnas que representan los doce signos zodiacales interpretan las doce facultades del Espíritu, colocadas en el cuerpo físico del hombre.
A lo largo del friso, imagen de la eclíptica, circuye un grueso cordón, anudado a distancias proporcionales, formando doce lazos cuyos extremos están terminados en dos borlas que se apoyan sobre las columnas de la Orden.
Esta cadena o lazo interior nos explica la relación que se halla entre una facultad espiritual y otra. Este lazo interno debe ser buscado individualmente y cada cual debe manifestar y lo más elevado de sus facultades, en pensamientos, sentimientos obras.
No basta 'la manifestación buena de una sola facultad, sino que todos deben vibrar al unísono Divino, y porque- una vibración negativa tiende a anular la positiva. Entonces el lazo simboliza la unión de todas las facultades espirituales, y la unión de todos los masones, para perfeccionarse, en primer término, a sí mismo y perfeccionar después a la Humanidad, haciendo de ella una Familia Universal.
Al oriente se levanta un estrado o plataforma, elevado sobre una gradería de cuatro escalones y cuyo frente está formado por una balaustrada. En la parte central de esta plataforma se levanta sobre tres gradas otro estrado de menores dimensiones, pero bastante espacioso para contener el sitial del Venerable Maestro y el ara o el trono que tiene delante, resultando que este se halla elevado a la altura de siete grados sobre el nivel del suelo.
El sitial del Venerable encierra, para nosotros, numerosos misterios. Es otro símbolo del hombre, miniatura del Macrocosmos. Se ha dicho que la frente del hombre es el Oriente por donde derrama el sol sus rayos de vida y de luz; los ocultistas dicen que es el asiento del Yo Soy o el trono de la Divinidad en el hombre.
"A quien venciere, lo haré columna en el templo de mi Dios, y escribiré sobre su frente el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que descendió del cielo de mi Dios y mi nombre nuevo." (Apoc., Cap. III, vers. 12). Este trono se levanta sobre siete gradas o escalones.
La ciencia espiritual nos enseña que el hombre está compuesto de siete mundos compenetrados unos en otros y que el número siete se halla en todo, porque es el más sagrado. Los mundos en el hombre: Físico, Astral, Mental, Intuicional, Espiritual, Monádico y por último Divino. Para llegar a sentarse en el trono de la Divinidad; para merecer el título de Maestro verdadero, debe elevarse por medio de la verdadera Santidad altruista sobre sus siete mundos, representados por las siete gradas elevadas sobre el nivel del piso.
En otras logias se observan leves diferencias en la disposición de las gradas: por ejemplo la parte oriental del Templo se halla elevada sobre tres escalones, con respecto al piso de la logia, significando con ello que no se puede llegar al mundo de las causas, sino elevándose por medio de la abstracción y la meditación en las regiones superiores del pensamiento en donde se encuentran los principios originarios de las cosas.
Sobre esta elevación se sientan, respectivamente al Norte y al Sur, el Secretario y el Orador y, más abajo, el Hospitalario y el Tesorero y el Portaestandarte y el Maestro de Ceremonias. Estos, con los dos Diáconos, los dos expertos y el Guardatemplo constituyen los oficiales de la Logia, que cooperan con los tres Dignatarios en las diferentes ceremonias que se desarrollan cooperando al orden y armonía de los trabajos.
Entonces el venerable Maestro es aquel ser que por su propio esfuerzo en servir a los demás, impersonalmente, se eleva sobre sus mundos, sus cuerpos, y se sienta sobre el trono de su propia divinidad, representado por el dosel o estrado, colocado sobre los siete escalones.
Por encima del asiento del venerable M. ., se destacan un Delta o triángulo resplandeciente que lleva en caracteres hebraicos el nombre de Jehová, con el ojo Divino en el centro.
Todos esos símbolos encierran grandes misterios en el mismo hombre. El Delta indica la Trinidad del Hombre hecho a imagen del Creador. Los tres lados sintetizan el misterio de la Unidad, de la Dualidad y de la Trinidad, o sea el Misterio del Origen de todas las cosas y de todos los seres.
El lado superior representa la unidad fundamental en el hombre o el primer principio del cual todo tuvo nacimiento. Es la representación del Absoluto dentro y fuera del hombre. Es la primera frase que dice "en el principio" y en el cual existen todas las cosas. Es el Padre origen de toda creación.
Los dos ángulos inferiores son la imagen de la dualidad, representadas, también, por las dos columnas o las dos piernas del hombre y los dos lados; positivo y negativo en su cuerpo.
Cada ángulo es un distinto aspecto de la unidad Primordial Originaria.
El triángulo equilátero es el símbolo de Perfección; Armonía y Sabiduría, son el Padre, Hijo y E. S., las tres emanaciones, poderes, principios. Son el Creador, Conservador y destructor, que forman en El un solo Ser.
Desde el triángulo que forma el Delta propiamente dicho, irradian en sus tres lados grupos de rayos que terminan en una corona de nubes. Estos rayos simbolizan la fuerza expansiva del Ser Interno, que desde un punto central en el hombre se extiende y llena el espacio infinito. Y la corona de nubes indica la fuerza cristalizada, o la materia forma que se produce, como reflujo natural de la fuerza interna e invisible y se condensa con el movimiento de contracción.
En el hombre hay dos corrientes: negativa y positiva que están relacionadas y reguladas por el ritmo que las une como punto equilibrante.
Las letras hebraicas que formulan el nombre de Dios Jehová, encierran cabalísticamente el misterio de la creación por el triángulo. En hebreo son cuatro letras I-He-O He.
I equivale a Diez, número del Creador. Hé es cinco, la mitad de 10, que representa la creación en sí misma. Unido el Creador a su creación ó 10 X 5 se obtiene 1 + 5 = 6 que es la O y así tenemos el misterio de la trinidad. El Padre 10 emanó de sí al hijo 5 o el mundo, y de la relación del 10 con el 5 tenemos el Espíritu Santo.
El hombre como divinidad emana y se manifiesta en el cuerpo físico de cuya unión se expresa la vida.
De manera que IHéO son tres letras que representan el triángulo de la trinidad que se halla en toda religión y filosofía bajo diferentes nombres y que representan al número tres en todo su significado. Enumeramos algunas. La más simple trinidad es: Padre, Madre, Hijo. En egipcio: Osiris-Isis-Horus. En la Brahmánica: Nara-Nari-Viraj. En Caldea: Anu-Nuah-Bel. En el cristianismo la madre desaparece para dar lugar al Espíritu Santo; pero conserva el culto a la "Madre de Dios".
Alquímicamente: El Azufre, la Sal y el Mercurio son considerados como principios constitutivos del Universo. Rajas-Tamas-Satva o actividad-Energía-Ritmo, que corresponde a la fuerza centrífuga -la fuerza centrípeta-, la fuerza equilibrante.
Brauma, Vishnu y Shiva de la trinidad Brahmánica. Todos estos nombres que encontramos en la definición del Ser Supremo, se hacen en el hombre, el yo, la conciencia individual, la mente o inteligencia y la voluntad que impulsa el deseo hacia su satisfacción. Estos tres principios corresponden también a los tres atributos de Dios y del hombre: Omnipresencia, Omnisciencia y Omnipotencia.
Esta Trinidad también origina la distinción entre los tres mundos: exterior, interior y Divino o trascendente que corresponden a las tres partes del hombre espíritu, alma y cuerpo.
Las tres columnas simbólicas que sostiene la logia (distintas de las dos que se encuentran al occidente, y representan las dos partes o piernas del hombre, como dos polos), representadas igualmente por las tres luces, constituyen otra interesante trilogía: sabiduría que corresponde al Venerable Maestro o sea la inteligencia creadora, que concibe y manifiesta interiormente el plan del gran Arquitecto; la fuerza, que corresponde al primer Vigilante es la fuerza volitiva que trata de realizar lo que la primera concibe; y la belleza representada por el segundo vigilante, estas tres facultades se hallan dentro del mismo hombre.
Libertad-Igualdad-Fraternidad; la primera representada emblemáticamente por la plomada, consiste en la liberación de la ignorancia, del vicio del error, y de las pasiones que degradan y embrutecen al hombre y lo hacen esclavo de sus deseos. La igualdad corresponde al nivel que nos enseña la unidad fundamental de todos los seres con los principios de la equidad y la justicia. La fraternidad simbolizada por la escuadra es la unión de los dos principios anteriores que nos hacen concebir que somos hijos -de un único Padre y de una sola Madre. Sólo el maestro puede practicar, efectivamente, la fraternidad porque en el grado de aprendiz se hizo libre, y en el del compañero se hizo justo.
El ojo en el centro del triángulo es la representación de lo absoluto dentro y fuera del hombre. Es la unidad que se hizo tres, es el símbolo del Único Principio, es la Causa sin causa, en sus tres lados o atributos primordiales, representados por las tres puntas del triángulo, que tienen también otras significaciones simbólicas al representar los tres reinos de la Naturaleza: el pasado, el presente y el porvenir -el nacimiento, la vida y la muerte-, Dios, perfección, transformación.
En el fondo del Oriente, a ambos lados del dosel, en lo alto se destacan a los dos lados del Delta, la luz de la realidad trascendente, las imágenes de las dos grandes lumbreras del Universo: el sol y la luna; las dos luminares visibles, que iluminan nuestra tierra son la manifestación directa y refleja de la luz invisible. El sol está a la derecha y la luna en su cuarto creciente a la izquierda del presidente.
Estos dos símbolos nos enseñan la dualidad de la manifestación. El sol representa la mente Divina en el hombre que corresponde al cerebro derecho, padre de toda idea altruista; mientras que la luna, en su cuarto creciente, demuestra al cerebro izquierdo, al intelecto origen de todo egoísmo.
Los dos luminares y las dos columnas que se hallan en el Occidente del templo, representan los dos principios complementarios, humanizados en nuestros dos ojos, en la dualidad manifestada en casi todos nuestros órganos, en los dos lados derecho e izquierdo de nuestro organismo y en los dos sexos que integran la raza humana y se reflejan en todos los reinos de la vida y de la Naturaleza: corresponden a los principios de la Actividad y de la Inercia; Energía, Materia; Esencia y Sustancia, Azufre y Sal y metafísicamente corresponden a los dos aspectos masculino y femenino de la Divinidad; al Padre Madre celeste de todas las religiones.
Todos estos símbolos se hallan en el mismo cuerpo del hombre, y su materialización en la logia tiene por objeto obligar al intelecto que concentre y medite en sí mismo para adquirir el perfecto conocimiento de sí mismo.
Delante del trono, y a conveniente distancia, hay un pedestal o ara, llamado altar de los juramentos.
El altar es un símbolo antiquísimo en todas las religiones, era destinado para el sacrificio de los animales durante el servicio religioso. Los judíos sacrificaban toros y cabras, acto que nos parece bárbaro, en el día, porque la Biblia dice terminantemente que Dios no desea sacrificios sino un espíritu humilde y un contrito corazón, y que para El no tienen placer los sacrificios de sangre; pero parece que toda religión debía usar, antiguamente, algo de bárbaro. El hombre antiguo amaba a sus posesiones materiales y no podía comprender nada del cielo para aspirar a él, así como actualmente, el hombre dominado por los deseos no puede ni tiene tiempo de pensar en ideales superiores.
Con los sacrificios vivientes, los antiguos sentían la pérdida de un animal cedido por un pecado cometido o una trasgresión de la ley, como nosotros hoy sentimos los remordimientos de la conciencia por nuestras malas acciones.
Se ha dicho antes que "sobre el altar debía arder, permanentemente, el fuego divino, año tras año, con el más celoso cuidado. Este fuego consumía el sacrificio, que simbolizaba el dolor y la muerte, causados por el pecado. El Tabernáculo en el desierto era una sombra de cosas más grandes que habían de venir, dice San Pablo.
Este altar con sus sacrificios y la quema de las carnes, debe ser en el interior del místico. Ningún altar externo puede ayudarnos si no construimos el tabernáculo y su altar dentro de nuestros propios corazones y de nuestras mismas conciencias. Cada hombre debe convertirse en el altar del sacrificio, y al mismo tiempo ser la hostia u oblación que en él se ofrece y que simboliza el animal que en el tiempo pasado se inmolaba. Cada hombre debe convertirse en sacerdote que degüella al animal en él, sacrificarlo y quemarlo. Cierto es que al principio el humo genera en oscuridad o tinieblas y su olor es nauseabundo, pero con el perpetuo sacrificio de los defectos y deseos, llegará el momento en el cual se disipan las nubes ante el ojo espiritual y el humo nauseabundo se transforma en humo de incienso y el altar del sacrificio es cambiado por el del incienso. El incienso es el símbolo del servicio voluntario, o aroma del servicio. El sacerdote tenía el mandamiento expreso de que nunca ofrendara un incienso distinto, sobre el Altar de Oro, es decir, que siempre debía emplear aquella sagrada composición".
El altar de los juramentos delante del trono, en la logia, tiene la forma triangular (aunque afecta otras formas según el rito). Esta forma representa los tres altares en el tabernáculo símbolo de la evolución: Altar de bronce o de sacrificio, altar del incienso y el altar de oro, cuyo simbolismo es el hombre antiguo, el hombre moderno y el hombre futuro o superhombre.
Sobre el primer estrado, junto a la balaustrada, a derecha e izquierda del Ven. M.·. hay dos bufetes en frente el uno del otro para los hermanos Orador y Secretario.
El orador en la logia representa el poder del verbo en el hombre. El objeto del primer grado es el desarrollar este poder en el candito.
El secretario representa en el hombre la memoria que acumula, ordena y archiva todo experimento recibido en los mundos del cuerpo.
Sobre el altar del Venerable se coloca un candelabro con tres bujías encendidas, una espada, un pequeño mazo llamado mallete, y la carta o patente constitutiva de la Logia.
El candelabro con tres bujías encendidas representa en el hombre las tres luces de la Trinidad. Dios es luz, dice San Juan. Se sabe que la luz, la cual es Dios, es refractada en tres colores primarios por la atmósfera que rodea la tierra, cuyos colores son: azul, amarillo y rojo; así como Dios es refractado en tres atributos o personas, así también el hombre que es su imagen y semejanza.
El Rayo del Padre es azul, a la vez el del Hijo es amarillo, así como el del Espíritu Santo es rojo. En la Naturaleza vemos estos colores con sus respectivas combinaciones. Así como la luz del candelabro llena la Logia, la luz de la trinidad debe ser puesta dentro de nuestros corazones para que nos guíe. La llama sagrada de la Divinidad interna debe morar en nuestra propia conciencia, en el cuerpo templo de Dios y sobre nuestro altar que es el corazón.
La Espada es el poder del verbo o de la verdad Intuitiva es el poder de la voluntad educada. El mallete simboliza la fuerza de la voluntad del hombre.
La carta constitutiva de la Logia nos indica la sucesión de la verdad en el hombre.
Sobre el altar de los juramentos son puestos el libro de la ley (aunque esto no es general en todos los ritos), un compás y una escuadra entrelazados.
El libro simboliza la Palabra Divina, el Verbo o Verdad suprema, escrita en nuestro corazón, en nuestro archivo de la memoria; es la ley natural de la cual habla San Pablo. El compás representa un ángulo en la cual dos líneas distintas parten de un punto y cuanto más se alejan de su origen más se separan. Es la dualidad en el hombre: espíritu, materia. El punto central de la unión corresponde al Oriente o sea al mundo de la verdad, de la realidad, la fuente de la creación que permanece eternamente y en estado de Unidad invisible; la parte opuesta al punto, es la irrealidad, la materia, el occidente; es la misma realidad dividida en dos principios o columnas distintas.
Entonces el punto central del compás es la unión del espíritu del hombre con el espíritu Divino. Es la Realidad que se manifestó en apariencia. Es el Ser que adquirió forma. Es el Espíritu que se vistió de materia.
Ahora toca al hombre forma, realizar por medio de la iniciación; ir dentro, o progresar caminando en sentido inverso, desde el occidente al oriente, espiritualizar su materia, o sea desde los extremos del ángulo, remontando a su origen. También el compás representa el cielo, la Divinidad, el Espíritu entrelazado con la tierra, la humanidad y la materia. Lo superior se une a lo inferior. El Verbo es hecho carne.
La escuadra es el inverso del compás.
Si el compás representa al Espíritu manifestado en la materia, en el cuerpo, la escuadra, cuyo punto central es hacia abajo y sus dos ángulos se elevan hacia el cielo, representa al hombre inferior que por ser dominado por lo superior se eleva nuevamente a su origen, al cielo.
El compás es la intuición y la escuadra es la razón. El compás es la sabiduría interna y la escuadra es el conocimiento externo, pero ambos son necesarios para el hombre en el mundo físico.
Entonces la escuadra y el compás, abiertos y entrelazados cerca del libro de la ley, o Palabra Divina, son los instrumentos simbólicos que nos sirven para interpretarla y usarla constructivamente.
En ambos lados Norte y Sur hay los asientos respectivamente de los aprendices, de los compañeros y de los Maestros: los primeros tienen que colocarse en la región obscura porque no pueden soportar la luz plena del Mediodía, en donde se hallan los compañeros y los maestros, respectivamente del lado del occidente y del oriente, trabajan provechosamente, los primeros ayudando a los últimos.
Al occidente se halla la puerta de entrada, a la cual hay un asiento y una espada flamígera para el Guarda-templo interno. Para comprender este símbolo, tenemos que repasar ciertos versículos del capítulo III del Génesis.
Versículo 21: Hizo también el Señor Dios a Adán y a su mujer túnicas de pieles, y vistiólos:
22: Y dijo: He aquí, Adán, cómo se ha hecho uno de nos, sabiendo el bien y el mal: ahora pues, porque no alargue quizá su mano, y tome también del árbol de la vida y coma, y viva para siempre.
23: Y echóle el Señor Dios del Paraíso del deleite, para que labrase la tierra, de la que fue tomado.
24: Y echó fuera a Adán, y delante del Paraíso puso Querubines, y espada que arrojaba llamas, y andaba alrededor para guardar el camino del árbol de la vida.
Antiguamente el hombre, en el Paraíso, en el estado edénico, representaba la fase celestial de la conciencia impersonal o el estado de su unión con su Padre Dios que era en su interior. Vivía en la tierra; pero como centró su atención en el mundo espiritual, se retenía en aquel estado moral sin comprender nada de las influencias externas; no se cuidaba de su misión terrestre. Entonces la sabiduría Divina despertó en el la Serpiente, el principio negativo en su mente que generó el deseo, que debería suministrar el motivo y el poder para la completa expresión Divina en la tierra o cuerpo.
Entonces el hombre gustó y comió del fruto del llamado árbol del conocimiento del bien y del mal y por ello obtuvo la experiencia y el conveniente discernimiento, adquiriendo así el poder de usar el conocimiento, que por el cual Dios dijo: He aquí, Adán, cómo se ha hecho uno de nos; porque al comer por primera vez de éste fruto aprendió a conocer el bien y el mal por experiencia; entonces conoció el nuevo y atrayente mundo físico, murió al conocimiento de la verdad que está en él, sintió que estaba desnudo de la realidad y se sintió temeroso.
El deseo en el mundo de los deseos era necesario para crear un cuerpo y desarrollar en el una., conciencia de sí, con objeto de expresar la personalidad. Se llenó poco a poco de deseos, de esperanzas, de ambiciones, aspiraciones y con todas las varias manifestaciones del deseo, atributos de las fases personales para poder expresarse.
En este estado fue arrojado del Paraíso, del jardín del Edén o del Estado edénico espiritual, y fue vestido con un "traje de piel" o, en otras palabras, con carne, lo mismo que los demás animales, para poder completar su experiencia y su perfección; tenía que tener un organismo, y una cubierta apropiada al estado en que tenía que manifestarse.
En lo impersonal, en el Estado edénico, no había necesidad de los sentidos, ni tener una forma externa; pero en el estado terrestre fueron necesarios los cinco sentidos para la expresión y para comprender lo que se expresaba.
Desde que el hombre tuvo sus deseos comenzó a (aumentar y multiplicarse).
Y así, por medio del deseo se formarán todas las manifestaciones y las varias lenguas de la tierra y todas son hijas del deseo, en la mente humana, de expresar en términos terrestres con infinitas fases. Pero mientras más lucha la mente para expresar en palabras o dar forma a la idea Divina, más grande fue su fracaso.
Mientras moraba el hombre en el Estado Impersonal llamado el jardín de Edén, y antes de entrar en su misión terrestre, crecía el árbol cuyo fruto se llamaba el conocimiento del bien y del mal.
En aquel estado carecía de deseos, porque no había gustado de este fruto. Pero una vez que cedió al deseo y comió del fruto del deseo tuvo que salir del Paraíso y cayó en el pecado llamado original. Al salir del Edén espiritual y entrar al mundo material se encontraba rodeado por condiciones nuevas y extrañas, porque en vez de tener dominio sobre los reinos inferiores que le suministraban cuanto necesitaba, tuvo que arar la tierra y labrarla para ganar su pan con el sudor de su frente.
Esta caída, y esta salida de su estado impersonal le entregaron completamente a la fascinación. Quedó solamente, el deseo como único guía. El hombre se ha vuelto incapaz de ver la realidad o el alma de las cosas, porque se había puesto un cuerpo físico con un cerebro humano, el que estando influido por el deseo, obró como un velo para su conciencia Divina, oscureció su vista interna y entenebreció su mente, que la luz de la verdad no pudo penetrar y llegar hasta el y por eso todo fue falsamente coloreado para su entendimiento mental.
Este velo qué cubre la realidad, la luz interna, fue llamado por los ocultistas y masones, cuerpo de deseo, cuerpo astral, guardián del umbral, fantasma del umbral y varios otros nombres, que impide al intelecto que entre al santuario, o la logia, espantándolo con la espada flamígera de luz y fuego de la verdad. Pero no debemos adelantarnos en descifrar el simbolismo antes de terminar la explicación del Génesis.
El hombre al ver todas las cosas, oscurecidas por el deseo y esa oscuridad le conducía al error, al sufrimiento, al dolor, se despertó en él la añoranza a su estado Edénico; porque su mente le engañaba en cada ,momento, puesto que era como un lente imperfecto, dislocaba y alteraba todo; la luz de la verdad era para él una neblina o un espejismo.
El intelecto formó el cuerpo de deseos, que interpreta y representa falsamente, a la conciencia, toda imagen, idea e impulso inspirado por el Yo Soy interno, y atraía de afuera todas las impresiones.
Y cuando esas falsas visiones, inspiradas por el deseo, causaron muchas caídas y muchos trastornos y sufrimientos, el hombre, gradualmente, perdió la confianza en sí mismo -en el Yo Soy Interno- y comenzó a buscar algún amparo, y centrar sus esperanzas en algún Maestro, o santo para librarse de sus sufrimientos.
Estos disgustos, errores y sufrimientos fueron llamados: EL MAL.
Pero cuando el deseo no causa ningún sufrimiento, entonces es llamado EL BIEN.
Experiencias malas o buenas no son más que incidentes creados por el deseo, para despertar en el hombre ciertas facultades que le permitirán reconocer la Verdad que está en él y dentro de el.
El mal no es más que el aspecto positivo del Fruto del deseo que fascina la vista física, y por la dulzura del primer bocado, que incita a la saciedad, produce efectos dañinos que se manifiestan y se convierten en una maldición, trayendo una desilusión final. En este estado, vuelve el hombre avergonzado, y humillado al verdadero ser, dentro de sí, mediante la nueva conciencia, así despertada; entonces comenzará el hombre a pensar como el hijo pródigo, en volver a su Padre y pedirle perdón; a entrar nuevamente a su interior; a ser admitido como neófito en la logia, cuyo símbolo, como hemos dicho anteriormente, es el Paraíso, el Estado Edénico, el estado espiritual, el templo (le Dios; el corazón; el Reino del cielo.
Durante edades, el intelecto vivía del fruto del llamado árbol del conocimiento; durante edades el hombre externo sufría y gozaba por las consecuencias que causaban en él sus frutos llamados en términos relativos: Bien y Mal, según los diferentes puntos de observación; pero en realidad no son más que dos aspectos externos de una verdad interna y central.
Cuando la conciencia, acrisolada con el fuego de los sinnúmeros de sufrimientos y dolores, año tras año, vida tras vida, siglo tras siglo, entonces empezó a despertar, a ver y comprender que se había alejado mucho del Padre interno; del centro de la vida, simbolizado físicamente por la logia. Cansado y sufrido por la separación de la Única y sola Realidad Interna, entonces anhela la vuelta al lugar paterno, se desnuda tomó el neófito del uso exterior y de todo lo que pueda distraerle en el mundo físico; se presenta ciego de ignorancia ante el Templo para recuperar nuevamente, su puesto perdido por medio de la iniciación interna.
Pero para obtener y recuperar lo perdido, por causa de sus deseos, tiene que vencer muchas dificultades, entre ellas es el Querube con la espada que despide llamas, el fantasma del umbral, el Guardián del Templo, el cuerpo de deseos. Todos estos nombres designan a la conciencia, aquel atributo en el hombre que desempeña el papel de juez y fiscal al mismo tiempo.
Aquel severo juez interno, cuya sentencia no admite apelación alguna, que aleja del paraíso, del Estado edénico al intelecto y los sentidos impregnados por los malos deseos. Este guardián del Templo Interno no permite la entrada sino a aquellos que han sufrido la muerte iniciática despojándose de todo deseo y sentido externo para librar al espíritu de las cadenas terrestres.
A ambos lados de esta puerta, unos tres pasos hacia el frente, se levantan dos columnas aisladas, de orden Corinto, cuyos capiteles se hallan coronados, por tres granadas entreabiertas, distinguiéndose cada una de dichas columnas por un nombre misterioso, cuya inicial (J.·. y B.·.) llevan esculpida en el fuste. Estas dos columnas del Templo de la Sabiduría, que es el hombre, son el símbolo del aspecto dual de toda nuestra experiencia en el mundo terrestre. Es la dualidad de nuestros órganos. Son los dos lados derecho e izquierdo de nuestro cuerpo, son los dos sexos, son los dos principios positivos y negativos que integran al hombre; son por fin Actividad, Inercia-Espíritu, Materia-Esencia, Sustancia-Azufre y Sal representados en el cuarto de reflexión.
El aspecto dual del Universo y del mismo Primer Principio que lo origina se encuentra, en las (los columnas al occidente y al ingreso del Templo Místico, es necesario que este aspecto sea superado.
Al oriente las dos columnas, representadas por el sol, y la luna, se unifican en el Delta, como hemos visto anteriormente. Lo que llama la atención en ciertas logias y ritos, es la variada colocación de estas dos columnas; mientras unos colocan la columna J.·. a la derecha otros la sitúan a la izquierda y viceversa.
A pesar de nuestro profundo respeto a las ideas ajenas; no podemos quedarnos callados sobre el particular:
Hemos visto que las dos columnas representan los dos principios: positivo o activo y negativo o positivo; pero ¿Cuál es el lado positivo y cuál es el lado negativo en el hombre? Todo ocultista sabe que el derecho es el positivo y el izquierdo es el negativo. Las mismas iniciales J.·.y B.·. indican claramente en la cábala los dos principios. J.·. tiene el mismo valor que Yod simboliza el hombre, el positivo, el activo; mientras que B.·. es la mujer el agente negativo, el pasivo. De esto se deduce que la columna J.·. debe ser siempre a la derecha del recipiendario y B.·. a su izquierda.
Inmediato a estas columnas, al extremo occidental de los lados del Norte y del Sur del Templo, se colocan, sobre un pequeño estrado, el bufete y el sitial para los Vigilantes, con un pequeño mazo (mallete) de encima.
La situación de los Vigilantes varía también según los ritos. En el Rito francés el Primer Vigilante se coloca junto a la columna B.·. y el Segundo Vigilante junto a la columna J.·. mientras que en el Rito escocés el Primer Vigilante tiene su asiento junto a la columna J.. y el Segundo Vigilante en muchos templos se coloca vis a vis del primero, junto a la columna B.·..
Los dos vigilantes del Templo, o del cuerpo, como ya hemos dicho en otra parte, representan con el Venerable los tres atributos de la Divinidad: Omnisciencia, Omnipotencia y Omnipresencia. Son las tres grandes columnas que sostienen a la Logia (distintas de las dos que se encuentran al Occidente) o los tres atributos y poderes que sostienen al cuerpo humano: Sabiduría, Firmeza y Belleza. Entonces los dos Vigilantes son los dos ángulos del Triángulo que forma el cuerpo humano. El Ven.·. el primero y el Seg.·. Vig.·. se sientan respectivamente al Oriente, al Occidente y al Mediodía, es decir, en donde se manifiestan respectivamente las tres cualidades.
A ambos lados, a lo largo del templo, de Oriente a Occidente, hay una o más filas de asientos, a las que se da el nombre de columnas. Los asientos de la izquierda forman la columna del Norte, que está destinada a los Aprendices y los Compañeros; los asientos de la derecha constituyen la columna del Sur o el Mediodía y ésta es la de los Maestros.
En otra ocasión se ha dicho que el lado izquierdo y el cerebro izquierdo constituye la parte negativa en el cuerpo humano. Es en el cerebro izquierdo donde se alojan las ideas negativas y los átomos del mal donde están en pugna con los que llamamos bien. La trilogía cuerpo, encierra a ambos principios y los átomos negativos representan a los aprendices que tienen cine sentarse en la región menos iluminada por el sol, por ser todavía incapaces de afrontar la plena luz del Mediodía, en donde se colocan los maestros que guían a los primeros.
Al extremo oriental de la columna del Mediodía, se halla el bufete del honorable Tesorero, y frente a éste en el lado opuesto correspondiente a la columna del Norte, tiene el suyo el H. Hospitalario. El Tesorero representa en el hombre lo que llaman los ocultistas cuerpo causal; átomo simiente, memoria que reúne el fruto de la acción, mientras que el Hospitalario es aquella facultad del hombre que representa la fraternidad y la caridad.
E', altar del Venerable Presidente y los bufetes de los vigilantes, y en muchas logias también el de los demás oficiales, se hallan cubiertos de ricos y rozagantes tapetes de terciopelo, iguales al dosel, galoneados y guarnecidos de estrellas, y pasamanería de oro y plata, según sea el color del rito.
La iluminación (le los templos suele ser espléndida por lo general, sin que respecto a este particular pueda decirse que se siga ninguna regla fija. El ritual prescribe que en todo templo deben destacarse tres luces de obligación, colocadas una al Este de las gradas del Oriente; la segunda junto al Primer Vigilante, y la tercera al Sur. Por lo común, estas luces montadas en trípodes o candelabros, suelen agruparse junto al altar de los juramentos. En el centro de la logia, sobre el pavimento de mosaico, debe haber un cuadro que contenga el trazado gráfico de la Logia. Este cuadro pintado en tela, que se extiende en el momento de abrir los trabajos y se retira tan pronto como terminan.
Este cuadro es el símbolo de nuestro cuerpo y representa gráficamente, para ayudar a la comprensión, los misterios que se encierran en nosotros. El cuadro representa:
1º Las siete gradas del Templo y el pavimento del mosaico.
2º Las dos columnas de la Orden con el monograma de su nombre J.·. y B .·. y entre éstas, a la altura de los capiteles, un compás abierto con las puntas hacia arriba.
3º Sobre la columna J.·. la plomada y sobre la columna B.·. el nivel. La plomada representa el progreso individual desde abajo hacía arriba, y el nivel representa la línea recta que es la relación no interrumpida entre los dos infinitos, es decir, que los pensamientos, aspiraciones y acciones del hombre, deben ser modelados sobre una línea recta, en sentido opuesto a la gravedad de las tendencias inferiores.
4º A la izquierda de la Columna J.·. la piedra tosca o en bruto, símbolo del cuerpo material del hombre, que no obtuvo ningún conocimiento, a la derecha de la columna B.·. la piedra cúbica piramidal o puntiaguda, que representa al hombre perfecto, o aquel que trabaja en la perfección de sí mismo. Entre ambas columnas la puerta del templo.
5º Al pie del cuadro una plancha de trazar (tablero o pizarra) y en la parte superior una escuadra, en el centro con la imagen del Sol a la derecha, y la de la Luna, en cuarto creciente, a la izquierda.
6º Tres ventanas, una al Occidente, otra al Oriente y la tercera al mediodía. En otras logias el templo no tiene ventanas: esto significa que no recibe luz desde el exterior, sino desde el interior. Por esta razón tiene que clausurarse herméticamente al mundo profano, y su puerta está vigilada constantemente por el Guardatemplo, armado de espada, símbolo de la vigilancia que constantemente debemos ejercer sobre todos nuestros pensamientos, p abras y acciones, para hacer de ellos un uso constructivo y progresar continuamente en el sendero de la Verdad y la Virtud
7º En el fondo, el cielo tachonado de estrellas y todo el cuadro está circuido por el cordón anudado que prescriben los rituales. Todos estos símbolos fueron explicados anteriormente.
INICIACIÓN DEL PRIMER GRADO
El lector no debe olvidar el íntimo significado y el valor de cada uno de los símbolos que hemos encontrado en el templo masónico y su estrecha relación con el cuerpo físico y el hombre en general. Por medio de este estudio veremos cómo las características fundamentales de la masonería expresadas en el simbolismo y la ceremonia de recepción del primer grado del aprendiz, no son más que una copia fiel y exacta de lo que acaece invisiblemente en el misterioso ser llamado HOMBRE.
SIGNIFICADO DE LA INICIACIÓN
En otro lugar se h
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