¿Es la racionalidad la mejor fuente de conocimiento que tenemos? ¿Qué es y para qué sirve la intuición? ¿Cómo saber si podemos fiarnos de ella? ¿Qué papel ocupa en nuestra vida cotidiana?
Edmund Husserl fue un filósofo austriaco nacido en 1859 y falleció en 1938. Fundó la fenomenología trascendental, que era ante todo un proyecto para renovar la filosofía y hacer de ella una ciencia estricta y una empresa colectiva.
Una de las dificultades para comprender este movimiento filosófico es precisamente que, como la propia comprensión nace de la experiencia, hasta que no se vive es difícil comprenderlo, porque lo que se estaría entendiendo sería más bien un lenguaje que por sí sólo no es más que castillos en el aire, algo desconectado de lo que realmente se habla en fenomenología que es la realidad en sí, y aquí entraría el concepto de intencionalidad. No en el sentido que la usamos a menudo como la intención de hacer algo, sino en el uso filosófico que significa que el conocimiento que tenemos va ligado a un objeto al que se refiere.
Dice Husserl en las “Investigaciones Lógicas”, una de sus obras más importantes:
“Las intuiciones que únicamente pudieran ser vivificadas por impresiones remotas imprecisas, inauténticas, y en el caso de que no se tratara realmente de unas intuiciones, no podrían satisfacernos. Nosotros queremos volver a las cosas mismas”. Esta expresión de “volver a las cosas mismas” se conviritió en un lema que se repitió mucho en la Fenomenología.
También dice en su obra “Ideas”:
“La cosa, el objeto natural, eso es lo que percibo. El árbol que está ahí en el jardín. Éste y no otro es el objeto real de la intención perceptiva. Un segundo árbol inmanente, o bien una imagen interna dentro mí del árbol que está ahí fuera, ante mí, no se da en modo alguno, y suponer hipotéticamente una cosa semejante sólo conduce a un contrasentido”.
Mira este fragmento de la película “La lengua de las mariposas”:
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“Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que se sueñan en tu filosofía” Hamlet, Shakespeare
La palabra intuición es una palabra compleja y llena de usos. Etimológicamente viene del latín “intueri” y significa mirar dentro, contemplar hacia dentro. En la epistemología, la rama de la filosofía dedicada al conocimiento, siempre se ha considerado clave el concepto de intuición, pero fue en la Edad Moderna cuando se le hizo más foco en ella. Descartes consideraba que era la única fuente de evidencia, y consideraba el pensamiento discursivo como una suma continuada de intuiciones.
En cualquier caso, el uso que le damos hoy al concepto de intuición ha evolucionado desde la idea filosófica. Hoy hablamos de intuición como un sexto sentido o premonición, aunque lo que sí tiene en común con el término filosófico es la idea de intuición como una forma de comprensión que no sigue un razonamiento discursivo ni un lenguaje lineal.
¿Cómo diferenciar una intuición auténtica de un prejuicio o una teoría infundada?
Primero, es clave distinguir entre algo arracional e irracional. La intuición no es racional, pero tampoco es irracional. La intuición es una vía complementaria y compatible con la razón, y a veces la ignoramos por miedo a que sea algo irracional.
Imagina un ordenador, que tiene una memoria interna con mucha información de años. Pongamos el caso de que abrimos un programa de música, por ejemplo iTunes o el Reproductor de Windows: entonces pasamos a escuchar la música que estaba archivada en esa memoria interna. No estamos viendo los archivos de música que están guardados, sino que los podemos ver a través del programa, con su propia interfaz de usuario. Y lo mismo si abrimos un programa para visualizar fotos o si abrimos el Word y trabajamos un documento.
La mente funciona de un modo similar: nosotros tenemos acumulados muchos datos desde hace muchos años, pero no estamos siempre visualizando todos ellos, sino que accedemos a unos u otros en función de qué programas abramos y en qué nos fijemos. En este sentido, lo que vemos al abrir un programa sería el consciente y el total de datos guardados en la memoria sería el subconsciente. Los programas son los medios que utilizamos para acceder a ese subconsciente. Uno de ellos es la intuición, que la utilizamos poco y si se entrena puede ser muy enriquecedora.
¿Cómo potenciar la intuición?
Dedica todos los días al menos diez minutos a una de estas actividades: pasear, sentarte en un banco en silencio, contemplar la puesta de sol…
Aprovecha cuando estés en la ducha, comiendo, caminando, conduciendo… para callar la mente, relajarte y concentrarte simplemente en lo que estás haciendo.
Una vez hagas estas cosas, no esperes a la inspiración ni esperes resultados inmediatos. Simplemente disfruta del momento, porque si estás tenso, la creatividad no surgirá, y si tienes expectativas te desconectarás del presente y no verás pasar las oportunidades o la inspiración.
Cuando te venga una idea, no la juzgues ni analices. Obsérvala, como si fuera un pájaro que se ha posado en tu hombro. Da espacio a las ideas que vengan para que se explayen dejando todo lo que puedan dar de sí. Disfrútalas. Y podrás recoger algo de la experiencia.
Escribe alguna idea si te ayuda o te preocupa olvidarte. Pero sólo escribe una palabra clave o dibuja, pues si desarrollas un largo discurso, desconectarás de la experiencia, y activarás más tu parte racional, desactivando así la parte intuitiva.
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