No existen reglas, ni plazos, ni estratagemas marketineras en cada paso que dan Los Disscípuloss desde su formación hace 7 años atrás hasta el día de hoy. Es por eso que,a pesar de que su salida estaba latente, la irrupción de “Traidores y Desertores”nos agarró desprevenidos cual arrebato de transformer a puño cerrado en la jeta, sin fantasmeadas, a cara de perro. Y no contentos con eso, una posterior zapateada en la cabeza para terminar de afirmar las intenciones. Quizá el desembarco en Normandia pueda dar una idea gráfica… y auditiva también, por qué no. Contrariamente a lo que saben sostener, lo de los Disscípulos no es humo, es honestidad pura, fácilmente apreciable en cada letra, grito, golpe o distorsión del disco. Ellos son el punk, la irreverencia, la actitud autodestructiva, es increíble cómo pueden dar la sensación a cada instante de ir destruyendo lo que van construyendo, como aquel que construye el castillo de arena para destruirlo ni bien finalizada la obra, regodeándose de ello a modo de conclusión, algo así como la mierda coronando el pastel. La destrucción como fin, el crust como medio. Obviamente no es una experiencia para cualquiera, ya que pueden ser un auténtico dolor de cabeza para todo obsesivo de la sobreproducción, pero así mismo un polvo hermoso para todo el que comprenda lo orgánico, ácido y metafórico del asunto. Una cruda postal de la sociedad, sin Photoshop, desde una óptica nihilista, incluyendo un recorrido por distintos hitos políticos de la historia Argentina. Con todo esto te vas a encontrar ni bien comienzan a correr los segundos, que no es ni más ni menos que la experiencia del “vivo” trasladada al formato digital, sin la “montaña de carne”, claro.
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