Hoy en Tiempos Modernos hablamos con el historiador, Fernando Paz, sobre las brigadas internacionales.
Dentro de la intervención extranjera en la guerra civil española, hubo una unidad cuya presencia en nuestro país serviría para tejer una singular leyenda: las Brigadas Internacionales, una unidad de voluntarios compuesta sobre la base de los partidos comunistas de Europa y América.
Las Brigadas fueron creación directa de la Internacional Comunista, es decir, de Moscú. La idea se atribuye a Willi Münzenberg, jefe de propaganda de la Komintern para Europa occidental. En dos sesiones, el 21 y el 26 de julio de 1936, la Internacional de los partidos comunistas (Komintern) y la Internacional sindical de la misma obediencia (Profintern) acordaron crear un fondo de mil millones de francos franceses que serían aportados por los sindicatos soviéticos. El comité rector de la iniciativa estaba compuesto por comunistas: el italiano Palmiro Togliatti, el francés Maurice Thorez y los españoles José Díaz y Dolores Ibárruri, a los que se añadió después, como un formulismo, el líder socialista español Francisco Largo Caballero. El 20 de agosto el agente soviético Koltsov puso a disposición del Gobierno español 35 millones de francos para sufragar el proyecto. La Komintern abrió banderines de enganche en distintos puntos de Europa, siempre bajo el control exclusivo de los partidos comunistas. El contingente inicialmente previsto de en torno a 5.000 hombres terminó convirtiéndose en un ejército que rondó los 60.000 soldados a lo largo de la guerra. Como jefe de las Brigadas se designó al comunista francés André Marty. Su base estuvo en Albacete.
Pese a la aureola romántica que les ha otorgado la propaganda, lo cierto es que las Brigadas Internacionales reprodujeron todos los rasgos paranoides del comunismo de la época, incluidas las purgas internas. El propio André Marty, su jefe, escribió en noviembre de 1937 al comité central del Partido Comunista francés que había mandado ejecutar a quinientos –quinientos- brigadistas sospechosos de desviacionismo político. También es muy conocida la carta de un brigadista procedente de los Estados Unidos, Sandros Voros, comunista, que, comentando la retirada de Teruel en 1938, escribía: “Los líderes del Kremlin, aunque nos proporcionan material, confían sobre todo en el terror. Oficiales y
soldados son implacablemente ejecutados siguiendo sus órdenes. El número de víctimas es particularmente elevado entre los polacos, eslavos, alemanes y húngaros”.
Las Brigadas participarán en la mayor parte de las grandes batallas de la guerra civil en el centro y el este, desde la defensa de Madrid en noviembre de 1936 hasta la batalla del Ebro. En el verano de 1938, mientras el Frente Popular afrontaba su última ofensiva en el Ebro, Stalin decidió abandonar gradualmente España. El primer paso será la retirada de las Brigadas Internacionales, que se verificará en septiembre, pero que se había resuelto meses atrás en París. Dejaban entre 9.000 y 10.000 bajas en suelo español.
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