Se llamaba Simón Bolívar Palacios Ponte y Blanco y nació en Caracas en 1783, en pleno reinado de Carlos III. Era hijo de una adinerada familia de origen español, de Vizcaya concretamente. Quedó huérfano de padre con dos años y de madre con nueve. Serían sus tíos los que se encargarían de su educación bajo la tutela de su maestro Simón Rodríguez.
En 1799 viaja por primera vez a Europa, conoce en España a su futura esposa María Teresa Rodríguez del Pozo con la que se casó en 1802 en Madrid, cuando él tenía 19 años y ella 21. Regresaron a Caracas donde María Teresa muere en 1803. Decidió entonces viajar a Francia. Se establece en París, donde asiste a la entronización de Napoleón, para después viajar por Italia, donde en Roma jura en el Monte Sacro que su destino era independizar su país de España.
De vuelta a América, ya en 1806, participa en las acciones que habían de llevar a la Primera República. Para ello viajó a Londres en 1810 buscando el apoyo británico a favor de los venezolanos. Allí entra en contacto con Francisco de Miranda. Regresó poco después a Venezuela, seguido de Miranda, que proclamaría la Primera República en 1811. Pero sería una república muy efímera, acabaría el año siguiente con la captura de Miranda por parte de los españoles, captura en la que participó el propio Bolívar, lo que le permitió salir exilado hacia Curazao.
Ese mismo año de 1812, viaja a Cartagena de Indias, para unirse a los independentistas de la Nueva Granada. Logra allí reunir un ejército con el que invade Venezuela en la llamada Campaña Admirable, que ayudó a la constitución de la Segunda República y le valió a Bolívar el título de Libertador. Sin embargo, en 1814, la resistencia realista encabezada por José Tomás Boves llevó a Bolívar a declarar la “guerra a muerte”, lo que no evitó el fin de la Segunda República. Tras ello huyó de nuevo de Venezuela, primero a Cartagena, más tarde a Jamaica, donde escribió una famosa Carta en la que defendía la futura confederación colombiana, para después instalarse en Haití, desde donde organizó una nueva invasión de Venezuela que comenzó a mediados de 1816.
A comienzos de 1819 era ya prácticamente dueño de toda Venezuela. Convocó el Congreso de Angostura, donde puso en marcha su plan de la Gran Colombia, que le llevará a cruzar los Andes en julio de 1819 y a derrotar a los realistas en Boyacá en agosto de ese mismo año, lo que le abrió las puertas de Bogotá. En el Congreso de Cucutá de 1821, fue nombrado presidente de la Gran Colombia, que coincidía a grandes rasgos con el virreinato de Nueva Granada, es decir, lo que hoy son Colombia, Venezuela y Ecuador.
La incorporación de la futura República de Ecuador a la Gran Colombia quedó definitivamente establecida tras la entrevista de Bolívar con José de San Martín, el líder independentista argentino, mantenida en Guayaquil en julio de 1822. Al año siguiente, en compañía del general Antonio José de Sucre, acude con el ejército de la Gran Colombia a apoyar a los independentistas peruanos, logrando las victorias de Junín y Ayacucho, ésta última, en diciembre de 1824, liderada por Sucre, que remataría la independencia de Sudamérica al liberar el Alto Perú, lo que poco después pasaría a conocerse como República de Bolivia, nombre que tomó del propio Bolívar.
Para entonces el libertador ya había sido nombrado dictador del Perú para terminar todas estas campañas, cargo que ostentó hasta 1826, cuando regresó a Colombia. Allí fue asistiendo a la progresiva desintegración de su sueño de Unión Hispanoamericana, defendido en el Congreso de Panamá de 1826. Bolivia se separaba de Perú, el propio Perú entraba en guerra con la Gran Colombia, al tiempo que Venezuela y Ecuador rompían esa confederación grancolombiana. Todo por lo que había luchado se vino abajo con gran rapidez.
Tras un intento de asesinato que logró desbaratar su amante Manuelita Sáenz, la salud del Libertador fue mermando. Abandonó la presidencia de Colombia en enero de 1830 y murió meses después, tras conocer la noticia del asesinato del general Sucre en Santa Marta, un puerto fundado por Rodrigo de Bastidas trescientos años antes en las costas del caribe colombiano, en casa de un médico español que le había acogido cuando todos le daban la espalda.
Esta es la vida, muy resumida por supuesto, de Simón Bolívar, uno de los personajes más importantes de la historia de España, de las dos Españas, de la chica y de la grande. Un personaje que ha hecho correr ríos de tinta, ha inflamado discursos y sobre el que se han llegado a construir ideologías políticas. Sólo pronunciar su nombre basta para dar pie a una discusión o a una agradable conversación sobre historia española y americana. Lo segundo, la agradable conversación, es lo que vamos a hacer hoy Alberto Garín y un servidor de ustedes en La ContraHistoria.
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Comentarios
No creo que sea bueno relacionar la figura de Bolívar con la situación actual de España y de Hispanoamérica.
Viendo los resultados, no cabe duda de lo que fué.
tenéis los dos un sesgo nazional españolista que no se aguanta. Vaya historiadores de pacotilla!
después de escucharlo 2 veces no me ha quedado claro por qué Bolívar fracasó, cuáles fueron los puntos críticos , enhorabuena por el aporte Fernando ,un saludo
en el puerto de la Habana hay una escultura de Fernando VII. una sorpresa muy grande. salvo los retratos de Goya no conozco una imagen pública del felón
Fue
excelente. felicidades. ojalá te plantearas una contra historia sobre venezuela a nivel desde la muerte de bolivar Hasta la actuslidad
Que interesante, de cómo un apestoso traidor muere devorado por el monstruo que él crea.
Siempre se escucha con atención y es muy interesante cuando un español habla de emancipación hispanoamericana. No se puede banalizar esta gigantesca guerra civil e insurgente. Es cierto que este conflicto se combatió en batallas pequeñas pero dentro de una guerra descomunal, multiplicada en todo el continente. La mortalidad y el desastre de la guerra no puede medirse por el tamaño de los cuerpos enfrentados en una batalla, sino por los ejércitos movilizados en todo el país para una guerra contra-insurgente y de guerrillas. Tampoco por los caídos en un campo de batalla sino por la muertos en todo un país durante la guerra. La guerra civil española de 1936 tuvo 540 mil muertos (civiles incluidos); volviendo al siglo XIX, la guerra contra Bolívar tuvo un total 590 mil muertos, solo allí, sin contar los muertos del resto del continente americano. Por tanto, no se puede banalizar los combates pequeños, en la contra-insurgencia importa más los números, y el número de víctimas da idea clara del tamaño y la catástrofe provocada por la guerra en la América española, si lo comparamos con la guerra civil española de 1936. Hablamos además de la época revolucionaria napoleónica, donde los ejércitos vivían de la depredación, el saqueo y la rapiña. No son los ilustrados del siglo pasado, de la independencia de los Estados Unidos, que precisaban de una enorme logística, y se rinden sitiados en Yorktown por la destrucción de sus convoyes navales a manos de la armada española y francesa. Por el contrario, los ejércitos españoles en América sobreviven gracias al latrocinio y el despojo de amigos y enemigos. Entonces, no puede el podcast achacar a Bolívar la responsabilidad por buscar la libertad, de querer despojarse de la tiranía de un rey despótico o de unas cortes gaditanas, que a semejanza de los afrancesados de Bayona, pretende llevar al colonialismo al pueblo hispanoamericano que pagaba la guerra contra Napoleón. Cuba, firme bastión español entonces, no se perdió en el 98 por causalidad, sino porque España la convirtió en una colonia metropolitana, mantuvo la esclavitud, abolida a principios de siglo por Bolívar. Mas bien, y en vez de poner estatuas a Bolívar, los españoles deberían preguntarse, investigar y estudiar porque su gobierno, de todos los signos políticos, perpetuaron y priorizaron la respuesta militar, y no la negociación diplomática o política, o sencillamente el derecho, la razón o el sentido común.
Si quiere le digo yo porqué no controlan el territorio los ejércitos de los países hispanoamericanos.