Los nazis no solo intentaron dibujar un nuevo mapa de Europa a sangre y fuego. Tambén pretendieron reescribir la historia entera de la humanidad. Y uno de sus instrumentos fue una organización no muy conocida ligada a las SS, la Ahnenerbe, cuyo objetivo era rastrear los vestigios arqueológicos o folclóricos de una raza aria que estaría en el origen de la civilización.De crear un mito racista que justificase la superioridad alemana y proporcionase una religión alternativa al cristianismo, sin ningún rastro de semitismo ni piedad, a participar en el genocidio solo había un paso, y algunos miembros de esta institución lo
En 1935, Himmler creaba la Deutsches Ahnenerbe (Herencia Ancestral Alemana). Su primer presidente, el germanoholandés Herman Wirth, estaba convencido de que había encontrado en los grabados rupestres de Bohuslän (Suecia) el sistema de escritura más antiguo de la humanidad, creado por una civilización atlántica que había llegado al continente a través de los únicos restos de un continente perdido: Islandia, Canarias y las Azores.
Hacia Suecia se dirigió la primera de las expediciones de la Ahnenerbe, seguida por las campañas de recogida de folclore finlandés en Carelia por el antropólogo amateur Yrjö von Grönhagen.
En 1937, tras una fatua de Hitler contra "los elementos" obsesionados por "una mítica cultura atlante", Himmler traspasó la Ahnenerbe a un catedrático de sánscrito de Múnich, Walter Wüst, que giró la atención hacia el pasado ario de Irán y la India.
En 1938, la Ahnenerbe subvencionaba la expedición de Franz Altheim y Erika Trautmann. Él encontró su lugar al sol en el régimen nazi investigando los orígenes nórdicos de Roma y su choque con "los semitas de Oriente".
Su ruta hasta Oriente Próximo tenía este objetivo académico y establecer contactos con posibles aliados del nazismo. Como el nada ario jeque Adyil al-Yawar, jefe del cuerpo de camelleros del norte de Iraq al que se le empezó a suministrar propaganda nazi.
Mientras, la Ahnenerbe, financiada por la patente del pedal de bicicleta con reflectante que Himmler obligó a montar a todos los fabricantes alemanes, intentaba justificar el germanismo del hombre de Cro-magnon, enviaba expediciones a Grecia, Libia y al Tíbet, para identificar las tribus arias: según Wüst, todas las élites de Asia, desde los sacerdotes brahmanes a los lamas tibetanos, los samuráis japoneses y los emperadores mongoles, eran arias.
Pero la guerra empezó y también las expediciones a Islandia --la reserva racial del norte--, Canarias --para determinar si las momias guanches correspondían a rubios descendientes de los arios atlánticos--, Bolivia --siguiendo la demencial teoría del Mundo Helado, que incluía la construcción de Tihuanaco por unos misteriosos invasores nórdicos-- e Irán, para registrar la inscripción de Behistún que popularizaría a Darío I como un monarca indogermánico.
Las prioridades fueron otras: saquear museos de los países ocupados, hallar un método científico para identificar a los judíos y localizar los restos de un reino godo en Crimea, que debería ser repoblada: el Plan Maestro del Este.
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