En los s. VII y VI el enfrentamiento entre ricos terratenientes y pequeños campesinos y medianos propietarios se exacerbó. Estos estaban social y políticamente bajo el total dominio de esa aristocracia, pero también se aprecia que los aristócratas se desgarraban mutuamente, gracia a lo cual la oposición popular logró expresarse y arrancarles algunas reformas. Esta Stasis, este desorden civil quizá fue producto de una convergencia de las fuerzas contestatarias, consolidadas por las consecuencias del desarrollo de los intercambios con el exterior. Dos fenómenos, estrechamente imbricados, expresan bien las mutaciones políticas de este periodo: Una intensa actividad legislativa y un florecimiento de tiranías. En ambos casos, el origen de su poder está en la situación de guerra civil latente o declarada, en la stasis antes declarada.
Desde el s. VI se observa una tenaz voluntad de aclarar las relaciones privadas y las públicas y una tendencia, cada vez más nítida, por parte de la polis a intervenir en los distintos ámbitos de la actividad humana. Se elaboró un derecho escrito que iba servir como referencia para resolver los conflictos entre particulares (castigo de las violencias, legislación sobre el trabajo libre o dependiente, vigilancia sobre pagos, salarios, etc.). Todas estas medidas muestran una concepción nueva del derecho político: integración de nuevos ciudadanos, reparto entre todos de derechos y deberes, regulación de magistraturas (las listas de magistrados obedecen a la voluntad de redactar actas y divulgar responsabilidades)...
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