Editorial recuperada de la época en la que Eduardo García serrano dirigía el programa de Radio Intercontinental 'Sencillamente Radio'
Teranscripción:
"Doce de octubre, Día de la Hispanidad, signo tangible de alianza entre la sangre y la palabra, entre la carne y la cultura de los hombres urbi et orbe.
Un mar azul oscuro, como un bronce recubierto de esmalte en la fragua escondía la Terra Incógnita.
Es hermoso el viento de la noche en las ramas de los olivos, pero también en las velas de los barcos. Nuestros campesinos se convirtieron en marinos del arado y labraron la mar con tanta energía como las tierras de sus antepasados. Las águilas de España extendieron las alas, nos arrojó el mar a extrañas playas y saludamos al sol ascendente, a la lejanía crepuscular y al barro de una nueva tierra. Dominamos el mundo de levante a poniente y nuestra patria fue toda la tierra.
España rompió la barrera del sonido de la realidad en aquel tiempo en el que la voluntad de los españoles no tenía límites porque las obligaciones y las metas que se marcaban tampoco los tenían. Fue entonces, cuando no éramos polvo a la deriva en la Historia, sino que moldeábamos su cauce con orgullo, cuando España llevó más allá del Atlántico el camino que condujo a Dario el Grande hasta Maratón, a Jerjes hasta Salamina, a Filipo hasta el Helesponto, a Alejandro Magno hasta Babilonia y a Escipión hasta Itálica. Iberia, Hispania, España, puro metal de la fundición grecorromana, escribió la historia más grande jamás contada desde Troya, donde comienza la memoria de Occidente, hasta nuestros días , sin un Homero que la cantara. España llevó al Nuevo Mundo la Filosofía Griega, el Derecho Romano y la Luz del Evangelio.
La Hispanidad es nuestra moira, la forma definitiva de nuestro destino, la línea que lo circunscribe, nuestra misión, nuestro objetivo y la parte de gloria que Dios nos adjudicó en aquel tiempo en el que los españoles, con sal en los poros y mar en las venas, vivieron como si fueran inmortales saciando la sed de sus corceles en los abrevaderos de Bucéfalo.
Pero cada Doce de Octubre, nuestras íntimas inseguridades asoman a la superficie, y la mayoría de los españoles habla de la Hispanidad con ese tono de gélido desén de los que se permiten el rdículo lujo moral de escupir sobre su obra y su historia. Hemos comido durante demasiado tiempo el pan amargo y vergonzoso ed la 'Leyenda negra', y con la apatía y el sueño que acompañan siempre al miedo intelectual y a la cobardía académica, llevamos siglos durmiendo la siesta sobre la blanda almohada de la duda y la disculpa.
Nuestra ceguera histórica y cultural trabaja para arruinar nuestra propia moral; por eso nuestro espíritu, hoy magro y canijo, se encorva bajo el peso de sus carencias incapaz de comprender que la Hispanidad es la eternidad de España, y que gracias a ella, nuestros antepasados están en el futuro.
Desde el siglo XVIII la historia de España es la crónica de una derrota en la que los espñaoles hemos perdido el más valioso de los tesoros: la autoestima.
Esa autoestima que relampaguea en la tristeza como la veta de mármol en la tierra.
León Felipe, el poeta del Quijote derrotado, apuraba hasta las heces el vino amargo del exilio en Méjico. Con rebaba y mala leche le preguntaron en público el porque de que los gachupines fuéramos tan bravitos y hablásemos tan alto.
El viejo poeta, cansado, vencido y exiliado cabalgó sobre su autoestima y contesto desafiante: "Es un derecho que los españoles nos hemos ganado porque fuimos los primeros en gritar: ¡Tierra a la vista!"
Comentarios
Precioso.