Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
El arrepentimiento tiene en sí el reconocimiento que el hombre ha estado en error y que necesita de Dios a quien se dirige pidiéndole una gracia; pues, ¿por qué más se debe arrepentir alguien? El hombre reconoce su mal proceder y pide perdón, luego es necesario que pida la gracia de poder evitar toda ocasión de pecado, porque el hombre, en efecto, que ha caído una y otra vez sabe que al haber estado sin Dios ha sido más frágil en su proceder, o bien se reconoce miserable pecador porque Dios le da vistas de su error, donde Dios lo puede hacer por Su propia determinación y misericordia, o solo por la oración de intercesión de muchos que piden por el pecador.
Si el pecador no se arrepiente, no es que Dios no haya contestado la oración de intercesión, sino, que el pecador por su propia voluntad no se ha querido arrepentir. Pues, Dios siempre está tocando la puerta, pero es la soberbia del hombre que no quiere aceptar con humildad su error.
Cuando el hombre se da cuenta de su error sabe que está necesitado, porque con Dios que Es Todopoderoso, el hombre, efectivamente, tiene el favor de Dios, y con ello logra el «adicional divino» para su vida, lo que muchos pueden llamar lo que en empresa se conoce como el valor agregado; pues, la vida de quien está en estado de gracia, es decir, en perseverancia de vida penitencial, tu vida tiene un valor adicional: La gracia de Dios, aquella que se pierde cuando el hombre entra en pecado mortal.
Veamos, pues, como en La Primera Lectura reza Azarías: "Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. " Pues, los israelitas habían sido triturados por su imperio por El rey Nabucodonosor, un rey que fuera el más desalmado de la tierra y que el pueblo de Israel fuera sometido a su reino por las injusticias de los antiguos gobernantes del pueblo israelita y por las perversiones de sus habitantes. Dios dio el aviso con Jeremías, pero no hicieron caso. Dios les quitó Su gracia bendita y el pueblo israelita, éste pueblo judío en Quien Dios había tenido el privilegio de mirarlos como a Sus escogidos, ellos, no tuvieron reparo en desobedecer a Dios, por ello Dios les quitó la gracia y cayeron en poder de Nabucodonosor.
Por ello dice antes La Primera Lectura de Daniel: «Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados.»
El hombre puede haber caído en la peor ruina, pero puede alcanzar la misericordia de Dios con un corazón arrepentido y humillado, por ello dice La Primera Lectura: «En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.»
«Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde… Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.»
El hombre, efectivamente, sabe que necesita de Dios y busca Su piedad para que todo redunde en La Gloria del Padre, por ello añade: «Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor.»
Y el salmo continúa: El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. / Señor, recuerda tu misericordia.
Luego del arrepentimiento llega el perdón, ese don bendito de Dios que nos reconforta y nos hace llegar a Su presencia Real cada vez más de una manera más plena.
Pero hay una lógica en el perdón, que hay que perdonar si me ofendieron, y Pedro hace abre una interrogante: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» Es decir, que Pedro pregunta si el perdonar siete veces es suficiente, porque significa perdonar perfectamente a relación del número siete que significa perfección, por tanto nos quiere decir que perdonar siete veces es perdonar de corazón. Pero la respuesta del Señor Jesús va más allá de ello, quiere más de nosotros, es que se debe perdonar muchísimas veces más, es decir, cada vez que el hombre te ofenda, tienes que tener propósito de perdonar siempre que él te ofenda.
Puede haber un contrasentido en la situación de no elevar un juicio ante las autoridades cuando se trata de una herencia o cualquier litigio. Lo que aquí se trata es de hacer prevalecer el orden y la justicia de las cosas, pues, el buen Dios nos ha dado en el mundo hombres con dones y virtudes respecto de las leyes para que nos ayuden a mantener el orden y la justicia. Además, proceder ante la justicia entablando una demanda, nos da la ocasión de que el hermano que está en error haciéndonos un daño u obrando de mala fe, tenga que ser reprendido por quienes aplican la justicia en el mundo. De esta manera, el hombre de mal proceder deberá tener su sanción y le servirá de ejemplo para que no vuelva a tomar decisiones equivocadas y de mal corazón, que lo que produce es la injusticia en los pueblos. Así que entablar una demanda, ayuda al que está en error y corresponde a una de las obras de misericordia que Dios nos pide y que la Santa Madre Iglesia nos exhorta:
1. Enseñar al que no sabe: Para que a través de la sentencia, el que no sabe aprenda.
2. Dar buen consejo: Porque antes de entablar el juicio se debe proceder con la corrección fraterna, aconsejando lo que está bien a quien está cometiendo una injusticia contra nosotros.
3. Corregir al que está en error: Pues el que te ofendió, antes, durante y después del juicio, estando en error, goce la corrección en cualquiera de los momentos: antes, durante y después.
4. Perdonar las injurias. Porque en todo momento, antes, durante y después del juicio, debemos ser tolerantes y perdonar cuantas veces nos injurie, ¿Cuántas veces? Responde El Divino Maestro: Hasta setenta veces siete.
5. Consolar al triste. Para que quien nos hizo mal, finalmente si reconoció su error y entró en razón de que estaba equivocado y que por ello se siente triste, pues, reconoció su error y está pronto a la conversión a Dios. Y por el perdón que le podamos expresar por el mal que nos hizo, escuche de nosotros nuestro consuelo.
6. Sufrir con paciencia las molestias de nuestro prójimo: Pues en todo momento de un juicio o un personal aclare de cuentas, debemos sufrir cuanto nos molestaron, del mismo modo que Dios sufre con paciencia hasta ahora los pecados del mundo, en donde también están nuestros pecados pasados que también lo hicieron sufrir.
7. Rogar a Dios por los vivos y por los muertos: Pues, es necesario que en todo el proceso de un juicio o de un aclare de cuentas, debemos pedir a Dios que no solo nos ayude, sino que debemos pedir para que el injusto logre su conversión, o encuentre la verdad si es que es converso pero su antagonismo con nosotros es producto de error, y Dios le de la gracia de que encuentre la verdad y también para que Dios nos de la gracia (a los que están en la verdad) a que encontremos soluciones que ayuden al problema suscitado.
Por ello hermanos, nuestra limosna no solo debe ser de dinero, sino también del perdón, porque la limosna es lo que se da por amor a Dios para socorrer una necesidad, y que en este caso, el hombre, en efecto, debe dar el amor del perdón. Ya nos dice San Agustín: «Dad -dice- y se os dará. ¿Hay cosa más auténtica y más justa que quien se niega a dar, él mismo se defraude y no reciba nada? Si se comporta con desfachatez el agricultor que va a buscar la cosecha donde sabe que no sembró, ¡cuánto mayor no es la de quien busca la riqueza de Dios para que se la dé, después de no haber querido él escuchar al pobre que le pedía! Dios, que no sufre hambre, quiso, no obstante, ser alimentado en la persona del pobre.»
SS Benedicto XVI (Carta Pastoral 2010 a Los Católicos de Irlanda): Os exhorto a examinar vuestra conciencia, a asumir la responsabilidad de los pecados que habéis cometido y a expresar con humildad vuestro pesar. El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda. Debéis tratar de expiar personalmente vuestras acciones ofreciendo oraciones y penitencias por aquellos a quienes habéis ofendido. El sacrificio redentor de Cristo tiene el poder de perdonar incluso el más grave de los pecados y de sacar el bien incluso del más terrible de los males. Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos pide dar cuenta de nuestras acciones «sin ocultar nada.» Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero «no desesperéis de la misericordia de Dios.»
Queridos hermanos y hermanas: Examen de conciencia para reconocer con responsabilidad los pecados y miserias que están en nuestras almas que nos ponen a disposición de seguir cometiendo fatalidades contra Dios, nuestro prójimo y contra nosotros mismos.
El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda… pues, si ya te arrepentiste de corazón, Dios que sondea tu corazón, en efecto, sabrá perdonarte y te dará la gracia para que corrijas tu vida, que puedas seguir reconociendo en todo momento de tu vida tus errores, para que en el momento de tu error, puedas por tu propia voluntad no cometer el mismo error; pero si aún lo cometiste, tengas la disposición de enmendar tu error buscando a tu hermano para pedirle perdón por tu error. Y así como para pedir el perdón de Dios por aquél error cometido. ¡Eso es saber enmendarse!
La justicia de Dios nos pide dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada… Pues, Dios que es El Único que sondea los corazones verá si le ocultas algo que le faltes decir. Por ello, el Sacerdote no escuchará lo que tú le ocultes en el confesionario, pero Dios si lo sabrá, y así tú digas engañe al Sacerdote, a Dios no lo engañaste. Y ¿cómo es que el Sacerdote te absuelve si él no conoce tu corazón? Dirán quienes no creen en La Confesión Sacramental. A ello respondemos: Que Jesucristo instituyó éste Sacramento: Jn. 20, 23: Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan». Jesucristo que Es Dios no se puede equivocar; Él Mismo eligió a doce pecadores: Uno lo traicionó, 11 se fueron corriendo y lo abandonaron, Su Vicario San Pedro lo negó aunque lloró amargamente, y uno solo, tan solo uno se quedó al pie de La Cruz, y no decía nada, porque si decía algo, ya no serían tres cruces, sino cuatro cruces, pero todo estaba escrito: Solo Cristo tenía que morir por nosotros.
Por tanto, que el pecador esconda su pecado y no lo confiese en la Confesión Sacramental y el Sacerdote absuelva al pecador, no es error de Dios, es error del pecador que omite la confesión del pecado, pues éste se pone en mayor condena, porque nos dice el Apóstol: 1 Cor. 11, 27-31: Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. Por eso, entre ustedes hay muchos enfermos y débiles, y son muchos los que han muerto. Si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos condenados.
Bien nos dice San Pedro Crisólogo, Obispo, sobre la misericordia de Dios, cuando el hombre se dispone a entregar misericordia: El que ayuna que procure entender el sentido del ayuno: que se haga sensible al hambre de los demás, si quiere que Dios sea sensible a la suya; si espera alcanzar misericordia, que él también la tenga; si espera piedad, que él también la practique; si espera obtener favores de Dios, que él también sea dadivoso. Es un mal solicitante el que espera obtener para sí lo que él niega a los demás.
Hombre, sé para ti mismo la medida de la misericordia; de este modo, alcanzarás misericordia del modo que quieras, en la medida que quieras, con la presteza que quieras; tan sólo es necesario que tú te compadezcas de los demás con la misma presteza y del mismo modo.
Hagamos, por consiguiente, que la oración, la misericordia y el ayuno sean los tres juntos nuestro patrocinio ante Dios.
Por tanto querido hermano y hermana, nos es de mucha conveniencia perdonar para ser perdonados, tener misericordia con los demás para que Dios tenga misericordia con nosotros, porque bien exhorta El Divino Maestro: Mat. 23, 25-26: Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo... Y confrontado con El Sagrado Evangelio de hoy: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano." … Ciertamente dan con la revelación de la existencia del purgatorio, donde se pagan los pecados cometidos sin haberlos confesado y reparados en una vida religiosidad sincera.
Los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar:
El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Dice el Señor (Jn. 6,54)
En el nombre del Padre, etc.
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