Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
El Apóstol Pablo hace una sola manifestación: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos»… y se causa una revuelta y su protección por parte del tribuno que lo lleva al cuartel. El Señor Jesús se le presenta y lo anima, además de ser testigo de Él así como lo hizo en Jesrusalém para que lo haga en Roma.
El Salmo alienta a los cristianos: «Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré» "Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti"
La guía del Espíritu Santo en la boca del Apóstol, es signo de que Dios no abandona a Sus hijos, más aún les concede mayor gracia a Sus ungidos, y Pablo es prueba de ello. Él, al hablar de la Resurrección da testimonio no porque haya visto al Resucitado como lo vieron los apóstoles, sino, que por manifestación del Señor Jesús y por su fe, Pablo anuncia El Evangelio y al Resucitado.
El CIC 989 nos dice: Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos (los santos, los que han pasado de la vida de pecado a la vida de gracia) después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39-40). Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad:
«Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros (Rm 8, 11; cf. 1 Ts 4, 14; 1 Co 6, 14; 2 Co 4, 14; Flp 3, 10-11). El Espíritu de Aquél Es El Espíritu Santo de Dios, que resucitó al Mismo Jesús. Si Ése Espíritu Santo habita en nosotros; es decir, si Dios habita en nosotros, porque donde está El Espíritu Santo está La Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo; por tanto al decir que si El Espíritu Santo está en nosotros, equivale a decir que si Dios está en nosotros nosotros resucitaremos.
Pero para que Dios habite «en» nosotros nuestra garantía está en el «estado de gracia», porque solo quien está en estado de gracia puede tomar a Cristo Eucaristía. Y bien si Cristo está en nosotros, es porque Su Espíritu Santo también lo está, y no puede estar en un alma que no está en estado de gracia, porque Dios no puede habitar en un alma manchada, empecatada y profanada de pecados donde está habitando sigilosa pero verdaderamente el Demonio.
Por tanto, habitemos en Dios, queriendo tener con mucho énfasis el «estado de gracia» para que El Espíritu Santo habite en nosotros, pues, en cualquier momento podemos dejar este mundo; ya en 100 años, ya en 50 años, ya en 10 años, ya mañana o ya hoy mismo; y como no sabemos en qué momento ocurrirá, pues, con mayor razón debemos urgirnos por asegurarnos el estado de gracia, y de ahí el gran hábito que debemos de tener de asistir a La Santa Misa indefectiblemente todos los domingos y fiestas de guardar, y con mayor garantía de mantener el estado de gracia; es decir, de asegurar nuestra vida de santidad es asistiendo a La Santa Misa todos los días. Que ¿no hay tiempo? Hermanos y hermanas, a mí me dio la gracia el Señor de poder asistir hasta ahora a La Santa Misa todos los días, y además trabajo y hago éste apostolado y me ocupo de mi matrimonio. Me propusieron empleos que triplican mi sueldo actual, pero decidí vivir con mayor austeridad, con pobreza evangélica: Austeridad, estética y funcionalidad; pero siempre cumpliendo con mis obligaciones, y sin que el trabajo en el que esté vaya en contra de mi asistencia a La Santa Misa. No es un mandamiento de La Santa Madre Iglesia, pero me lo hago mi mandamiento. Y se lo he pedido al Señor con lágrimas que no deje La Santa Misa diaria, que no lo deje de tomar en La Eucaristía todos los días, que tenga piedad de mí, que quiero amarlo más, que Él Es la garantía, se lo pedí desde lo más profundo de mis entrañas continuamente y me lo concedió.
No sé si se logrará lo propio con todos, o que todos tengan esa gracia, es cuestión que lo pidan y sigan una necesaria asesoría espiritual con santo un sacerdote y vayan dicerniendo cómo lograr los caminos que Dios quiere para cada quien. Para que tomando el Cuerpo de Cristo tengamos Vida Eterna, porque «Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales»
El CIC 990 nos dice: El término "carne" (Resurrección de la carne) designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (cf. Gn 6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La "resurrección de la carne" significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros "cuerpos mortales" (Rm 8, 11) volverán a tener vida.
"Mas no ruego sólo por ellos, sino también por aquellos que, mediante la palabra de ellos, crean en Mí» Son las palabras del Divino Redentor que ruega no solo por los Apóstoles, sino, también por nosotros que hemos creido en Cristo por la palabra que los Apóstoles han manifestado del El Evangelio y La Sagrada Doctrina de La Iglesia. Y no solo por nosotros, también pide por los que escucharán, es decir, por los que aún falta predicarles a Cristo. Y de ahí la importancia de predicar El Evangelio, hablar de Cristo para que crean en Él, y creyendo en Él podrán lograr sus salvaciones, porque creyendo en Cristo, creerán en Su Iglesia que Es Sacramento de Salvación y que principalmente nos trae a Cristo en La Eucaristía.
«A fin de que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti» Donde Cristo nos pide la unidad de Iglesia y no las divisiones de iglesias protestantes que no son una, sino, más de 24,000 iglesias protestantes. La Unidad como lo es La Santísima Trinidad, y así lo manifiesta El Señor Jesús: «Como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti»
CIC 814: Desde el principio, esta Iglesia una se presenta, no obstante, con una gran diversidad que procede a la vez de la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad de las personas que los reciben. En la unidad del Pueblo de Dios se reúnen los diferentes pueblos y culturas. Entre los miembros de la Iglesia existe una diversidad de dones, cargos, condiciones y modos de vida; "dentro de la comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias particulares con sus propias tradiciones" (LG 13). Por tanto la necesidad de aceptar los diversos movimientos de La Iglesia y familias de La Iglesia que si La Santa Sede con el Sello de Pedro, es decir, El Papa; lo han aprobado dándoles la bendición de Dios; es decir, es Dios Mismo Quien ha bendecido a esos movimientos y a las nuevas familias de La Iglesia ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlos?
La gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad de la Iglesia. No obstante, el pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don de la unidad. También el apóstol debe exhortar a "guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz" (Ef 4, 3).
Por ello continúa El Divino Maestro: «A fin de que también ellos sean en Nosotros, para que el mundo crea que eres Tú el que me enviaste» Es El Señor que nos pide unidad para que seamos uno en Ellos, en La Santísima Trinidad, así, unidos en Una Sola Iglesia, como dice El Apóstol: «Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza… Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos» Ef. 4, 4-5.
Esa unidad es posible al Espíritu Santo que se manifiesta en plenitud en La Iglesia Católica, porque esa plenitud es posible a que Dios lo pueda hacer en cada sacramento instituido por Cristo y por El Padre, especialmente en La Eucaristía, donde está Dios Mismo. Por tanto al tomar a Cristo Eucaristía tenemos la plenitud del Espíritu Santo que se irá manifestando según quiera, por ello dice: «Y la gloria que Tú me diste, Yo se la he dado a ellos, para que sean uno como nosotros somos Uno: Yo en ellos y Tú en Mí, a fin de que sean perfectamente uno»
«Y los amaste a ellos como me amaste a Mí» La predestinación del Padre, Quien ama a Sus hijos obedientes hasta el final como obediente hasta la Cruz fue El Hijo.
«Padre, aquellos que Tú me diste quiero que estén conmigo en donde Yo esté» Si Cristo está en Dios, El Señor está pidiendo al Padre para que nosotros estemos en el convivio eterno con El Padre. Jesús rogando para que nos salvemos, lo hace en un momento de intensa oración y de despedida para consagrarnos al Padre y logremos La Vida Eterna contemplemos La Omnipotencia que El Padre le ha heredado al Hijo; es decir, cuando logremos ver a Dios tal Cual Es, podremos ver toda Su plenitud, algo totalmente imposible ahora para el hombre, pero posible para él si logra la perseverancia final. Así dice El Señor: «para que vean la gloria mía, que Tú me diste, porque me amabas antes de la creación del mundo» Y ese antes de la creación, es antes de todos los tiempos, es decir, desde siempre, desde toda la eternidad de Dios. Es decir, que El Padre amó a Su Hijo desde siempre, lo engendró – no lo creó – y le dio toda la naturaleza divina que gozaba El Padre y El Hijo que Es Dios, y por tanto, desde siempre tuvo la gloria, que El Padre le dio cuando lo engendró.
«Padre Justo, si el mundo no te ha conocido, te conozco Yo, y éstos – los Apóstoles – han conocido que eres Tú el que me enviaste» Nuevamente se manifiesta la unidad y en consecuencia la separación de los hijos de Dios de los hijos del mundo; así como el consuelo que le da Jesús a Su Padre: «Padre Justo, si el mundo no te ha conocido, te conozco Yo» Es decir, que si puede haber tristeza en El Padre por la desobediencia y los pecados de los hombres, Cristo consuela al Padre para decirle: Ellos no quisieron conocerte, desobedecieron, pecaron y murieron en pecado hacia la condena. No llores por ellos, porque conociéndote Yo, que también Soy Dios, puedo cubrir toda tristeza que tu tienes – Pues, la tristeza que El Padre pudo y sigue sintiendo por los pecados, es una tristeza eterna, pues, Dios Es Eterno – Por tanto la única manera en que se puede cubrir la deuda de la tristeza del Padre es con el consuelo del Hijo, porque el Hijo al Ser Dios, consuela al Padre Eternamente, desde y hasta siempre; las nuestras no lo logran, porque no somos Dios.
«Yo les hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer» Es decir, que El Señor Jesús les dio a conocer a Sus Apóstoles las enseñanzas del Padre, y con ello, conocer mejor el nombre de Dios, de lo que significa Dios para el hombre, pero había más por conocer, porque dice: «y se lo haré conocer» Es decir, que todo lo que había revelado El Señor dando asentimiento y plenitud a todo lo que dice El Antiguo Testamento, tiene que ser más conocido para conocer mejor el nombre del Padre. De ahí que La Sagrada Doctrina de La Iglesia nos haya enseñado más los misterios de Dios en cada una de sus doctrinas y Santos Dogmas que nos han ayudado a dar mayor gloria a Dios, porque ha sido más y mejor conocido. Somos una fe con doctrina creciente y evolutiva, por más que conocer de Dios. Nuestra doctrina no es estática, porque Dios no es estático. Dios se sigue dando a conocer, porque Dios Es Eterno, y solo en la eternidad veremos toda la gloria de Dios, porque lo veremos Tal Cual Es. Y es que así termina el Divino Maestro: «para que el amor con que me has amado sea en ellos y Yo en ellos» Es decir, que viviendo Dios – Jesús – en nosotros obtendremos Su Amor, que Es El Amor del Padre. Así todos los que logren la perseverancia final tengan la plenitud del Amor de Dios, Su Santo Espíritu, que Es el Amor del Padre que le entregó a Su Hijo y que nos lo va a dar para vivir amándole eternamente.
Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos bendiga y La Santísima Virgen nos proteja, y que fructifique sobre abundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Como siempre los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar: El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Dice el Señor (Jn. 6, 54)
En El Nombre del Padre, etc.
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