• Esd 6, 7-8. 12b. 14-20. Terminaron la construcción del templo y celebraron la Pascua.
• Sal 121. Vamos alegres a la casa del Señor.
• Lc 8, 19-21. Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.
Los que escuchan la palabra del Señor y la cumplen son su madre y sus hermanos. Esta es la familia auténtica del Señor. Oigamos a San Ambrosio:
" Es propio del maestro ofrecer en su persona un ejemplo a los demás, y, al dictar sus preceptos, él mismo comienza por cumplirlos. Antes de prescribir a otros que quien no deja a su padre y a su madre no es digno del Hijo de Dios (Mt 10, 37; Lc 14, 26), Él se somete primero a esta sentencia: no condena la piedad filial con respecto a una madre; pues de Él viene el precepto " Quien no honra a su padre y a su madre, reo es de muerte " (Ex 20, 12; Dt 27, 16). Pero Él sabe que se debe a los ministerios de su Padre más que a los piadosos sentimientos para con su Madre. Los padres no son injustamente descartados, sino que Él enseña que la unión de las almas es más sagrada que la de los cuerpos " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. VI,34-38).
Nadie mejor que la Madre de Jesús ha cumplido la Voluntad divina, fuera de su propio Hijo. Así lo afirma el Concilio Vaticano II:
" A lo largo de su predicación acogió las palabras con las que su Hijo, exaltando el Reino por encima de las condiciones y lazos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados a los que escuchan y guardan la Palabra de Dios, como Ella lo hacía fielmente (cf. Lc 2, 19 y 51). Así avanzó la Santísima Virgen en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19, 25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de Madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima que Ella misma había engendrado " (LG 58).
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