Esta marcha fúnebre, exenta de naturaleza religiosa, es el tercer movimiento de la Sonata nº2 en mi bemol menor que compuso Chopin en 1839 (Chopin hizo solamente tres sonatas para piano). Obra pianística, que luego fue adaptada a banda de música para llegar a ser la marcha fúnebre más universal de todas cuantas se hayan hecho. Puesto que suena en sitios tan dispares como en Italia, Francisa, Inglaterra, Puerto Rico, España, Guatemala... en cualquier rincón del mundo.
Realmente es increíble. Creo que la instrumentación más divulgada para banda en España es la realizada en su día por el Maestro Cebrián. Aunque, ya que se toca en tantos sitios, habrá tenido la adaptación y el arreglo de innumerables músicos.
A pesar de no tener dedicación ni motivo religioso, esta música fúnebre ha servido para solemnizar numerosos actos de carácter religioso.
Es la marcha fúnebre por excelencia, ninguna otra como esta muestra con música la tétrica imagen de la muerte y la parsimonia de todo cortejo o pompa fúnebre, siempre despacio para no acelerar el último adios.
Siempre me encantó esta marcha y la parte central, la menos conocida tiene una belleza, a pesar de su sencillez, dificil de superar.
Escuchar el comienzo de esta marcha tras un paso de palio hiela la sangre, que vuelve a correr con el segundo tema que va como meciendo la melodía, recordándonos el cielo que espera a los justos con esos arpejios y luego, cuando nos estábamos acostumbrando a esa hermosa melodía, vuelve el primer tema, siempre tétrico, a recordarnos que es música para la muerte.
Una maravilla, que nadie superará, pues el siglo XIX, el romanticismo y Chopin fueron irrepetibles.
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todo concluye, para el anfitrión, nosotros, todavía, seguimos oyéndole
hermosa melodía me ha saltado el alma que estaba dormida gracias a esta bella sonata