El Libro de Hara, El Viaje al Centro del Ser parte 6/9
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Este día se dio cuenta, por primera vez, de que había dos tipos de sabiduría. Un tipo de sabiduría es aquella que acumulamos del exterior y el otro tipo es la que surge de nuestro interior. Todo lo que recogemos de fuera se convierte en una atadura, no nos libera. Lo que viene de nuestro interior es lo que nos libera. Lo primero que hay que buscar en tu interior es si realmente sabes lo que sabes. Es necesario cuestionarse cada pensamiento y cada palabra que conoces; ¿realmente la conoces? Y si la respuesta es «No lo conozco», todos los ladrillos de oro se irán convirtiendo poco a poco en piedras. Es posible engañar al resto del mundo, pero no es posible engañarse a uno mismo. Nadie puede engañarse a sí mismo. Si no sabes algo, no lo sabes. Si te pregunto: «¿Sabes la verdad?», y afirmas con la cabeza y dices «Sí, la sé», no estás siendo auténtico. Pregúntate por dentro: «¿Conozco la verdad o he aceptado lo que he oído? Y si no la conozco, esta verdad no vale ni un céntimo. ¿Cómo puede cambiar mi vida algo que no conozco? Únicamente la verdad que conozco puede convertirse en una revolución en mi vida.
La verdad que no conozco no vale un céntimo, es falsa. Y no es la verdad en absoluto; es algo prestado y no va a cambiar mi vida en absoluto». Es como si yo te preguntara: «¿Sabes algo acerca de tu alma?», y tú dijeras «Sí, porque lo he leído en los libros, y el sacerdote que da clases en el templo dice que el alma existe». El hombre aprende de memoria todo lo que se le enseña como si fuese un loro, pero este memorizar no tiene nada que ver con saber. Si naces en una familia hindú te vuelves un tipo de loro, si naces en una familia jainista te vuelves otro tipo de loro, y si naces en una familia musulmana te vuelves un tercer tipo de loro; pero en cualquier caso, eres un loro. Sigues repitiendo durante toda tu vida todo, lo mismo que te han enseñado. Y como estás rodeado de loros, nadie tiene ninguna objeción, nadie te lo discute. Los otros loros asienten con la cabeza: «Tienes toda la razón»; porque han aprendido lo mismo que tú. En las asambleas religiosas, los líderes religiosos enseñan y todo el mundo afirma con la cabeza, están de acuerdo en que tienen toda la razón porque lo que han aprendido los líderes religiosos es lo mismo que han aprendido ellos. Ambos grupos están sentados pensando que esto es lo que ellos han aprendido también, y todos asienten con la cabeza confirmando que «Sí, lo que dice es totalmente cierto. Es lo que dicen nuestros libros. Nosotros también hemos leído lo mismo». En lo que respecta a la sabiduría, toda la humanidad ha sido engañada. Ese engaño es una conspiración contra el hombre. Hay que eliminar y deshacerse de toda esa sabiduría, sólo así podrás abrirte al tipo de conocimiento bajo cuya luz se experimenta la existencia y se ve la llama del alma.
Esto no es posible con la seudo sabiduría. La seudo sabiduría no es en absoluto luz; la casa está oscura, la lámpara
está apagada, pero las personas siguen convenciéndose unas a otras y diciendo que la lámpara está encendida. Y después de oído una y otra vez, tú también has empezado a decir que la lámpara está encendida. Los demás dicen que si no ven la lámpara encendida irás al infierno... y en algún lugar por dentro tienes miedo. Dicen que la lámpara está encendida, así que, poco a poco, tú también la empiezas a ver. Había una vez un gran rey. Una mañana se acercó a visitarle un misterioso extranjero y le dijo: -Ahora que has conquistado toda la tierra, ya no te corresponde usar la ropa de un ser humano. Te traeré la ropa de los dioses. La mente del rey se volvió ávida. Su intelecto le decía: -¿Cómo es posible que los dioses tengan ropa? El intelecto duda incluso de la existencia de los dioses. Pero estaba ávido porque pensaba que quizá había dioses en alguna parte, y si le traían su ropa sería el primer hombre sobre la tierra, en la historia de la humanidad, que habría usado la ropa de un dios. ¿Y cómo iba a engañarle este hombre? Él era un gran emperador, tenía billones y trillones de rupias. Aunque el hombre le pidiera unos cuantos miles de rupias no pasaría nada. Le preguntó al hombre: -De acuerdo, ¿y cuánto me costará? El hombre dijo: -Te va a costar por lo menos diez millones de rupias, porque tengo que pagar un precio muy alto para poder llegar hasta los dioses. No sólo te cobran los hombres, los dioses también lo hacen; los dioses son muy listos, ellos también te sobornan. Los hombres se conforman con poco dinero -son pobres- pero los dioses no se conforman con poco; sólo hacen caso cuando ven una buena pila de dinero; si no ni siquiera lo miran. Por tanto, es muy difícil, pero harán falta por lo menos diez millones de rupias. El rey dijo: -De acuerdo, no hay ningún problema. Pero recuerda, como me engañes te costará la vida. De ahora en adelante pondré guardias armados rodeando tu casa. El hombre recibió los diez millones de rupias y su casa se puso bajo vigilancia. Toda la gente de la vecindad estaba sorprendida, asombrada. No podían creerlo. ¿Dónde están los dioses y dónde está su cielo? -pensaban-. No parece que este hombre vaya ni venga de ningún sitio. Se quedó en su casa y le dijo a todo el mundo: -Dentro de seis meses veréis la ropa de los dioses. -Todo el mundo dudaba, pero el rey no mostraba preocupación porque el hombre estaba bajo la vigilancia de las espadas. No se podía escapar ni podía engañarle.
Pero este hombre era mucho más inteligente que el rey; cuando pasaron seis meses salió de su casa con una hermosa caja y le dijo a los soldados: -Vayamos al palacio. Ha llegado el día, ya tengo la ropa. Se congregó toda la capital. Vinieron a verlo reyes y emperadores desde muy lejos. Se organizó un gran festejo. El hombre llegó a la corte con la caja, no había motivos para sospechar. Trajo la caja y la puso en el suelo. Abrió la tapa de la caja, metió la mano, sacó una mano vacía y le dijo al rey: -Éste es el turbante. El rey lo miró y dijo: -No veo ningún turbante, tu mano está vacía. El hombre dijo inmediatamente: -Permíteme que te recuerde una cosa: los dioses han dicho que sólo la persona que sea hijo de su padre podrá ver el turbante y la ropa. ¿Ves el turbante ahora? El rey dijo: -Sí, claro que lo yeo. No había ningun turbante, las manos del hombre estaban vacías, pero todos los cortesanos empezaron a aplaudir. Ellos tampoco veían el turbante pero empezaron a decir: -Nunca hemos visto un turbante tan bonito. El turbante es precioso, único, maravilloso. Nadie ha visto un turbante como éste jamás. Cuando todos los cortesanos empezaron a decir que el turbante era muy bonito, el rey se vio en un situación comprometida. Y después el hombre le dijo: -Quítate tu turbante y ponte éste. El rey se quitó su turbante y se puso el turbante que no existía. Si sólo hubiese sido el turbante no habría pasado nada, pero pronto el rey se encontró en un verdadero aprieto. Primero se quitó el abrigo, después la camisa, y finalmente llegó la hora de quitarse su última prenda. El rey estaba desnudo, pero todos los cortesanos gritaban: -iQué ropa más bonita! iEs maravillosa! Nunca hemos visto una ropa tan bella. Todos los cortesanos tenían que decirlo muy alto para que los demás no dudaran que eran hijos de sus padres. Y mientras toda la multitud estaba gritando algo sobre la ropa, cada uno de ellos empezó a pensar que tenía un problema en la vista o que hasta ahora se había equivocado respecto a su padre: «Si todos los demás están gritando cosas sobre la ropa, deben estar en lo cierto. Toda esa gente no puede estar
equivocada. Son la mayoría. Cuando todo el mundo coincide en lo mismo, debe ser cierto». Esto es la democracia: todo el mundo está de acuerdo: «Cuando hay tanta gente que está de acuerdo, no pueden estar todos equivocados». Así que cada uno pensaba que sólo él estaba equivocado, y si se quedaba callado los demás pensarían que no veía.
El rey empezó a asustarse; ¿debía quitarse su última prenda o no? Por una parte tenía miedo de que la corte al completo le viera desnudo, y por otra parte tenía miedo de que todo el mundo supiera que no era hijo de su padre; esto le causaría todavía más problemas. iEra como estar entre la espada y la pared! Al final, le pareció mejor aceptar la desnudez; por lo menos se salvaría el nombre de su padre, no se difamaría su dinastía. -Como mucho -pensó-, la gente me verá desnudo; qué importa. Y además, si todo el mundo está elogiando la ropa, deben tener razón. Quizá la ropa esté realmente ahí y sea yo el único que no la ve. Para evitarse complicaciones innecesarias se quitó la última prenda y se quedó desnudo. Entonces el hombre le dijo: -iOh, rey! Por primera vez ha descendido la ropa de los dioses sobre la tierra. Deberías hacer una procesión y dar la vuelta a la ciudad en un carruaje. El rey estaba todavía más asustado, pero no tenía otra salida. Cuando un hombre se equivoca desde el principio es muy difícil detenerlo más tarde, y cada vez se hace más difícil rectificar. Si no eres honesto en el primer momento, en las etapas sucesivas te vas volviendo cada vez más hipócrita; y ahora ya no sabes dónde rectificar porque cada etapa está conectada con otras muchas etapas. De modo que el rey se encontraba en un aprieto. No podía negarse. Le llevaron de procesión en un carruaje... Quizá tú también estabas ahí, porque había tanta gente en aquella ciudad... Todo el mundo vio la procesión, tú también puedes haber estado ahí y elogiado la ropa. Nadie se quería perder la oportunidad. Toda la gente elogiaba la ropa en voz alta, diciendo que era bellísima. Sólo un niño que estaba entre la multitud sentado sobre los hombros de su padre dijo: -Padre, el rey está desnudo. El padre dijo: -ildiota, cállate! Eres pequeño, no tienes experiencia. Cuando tengas experiencia tú también empezarás a ver la ropa. Yo puedo verla. Los niños a veces dicen la verdad, pero los mayores no les dan crédito porque tienen más experiencia. La experiencia es algo muy peligroso. Debido a su experiencia el padre le dijo: -iCalla! Cuando tengas experiencia tú también verás la ropa. Todos la podemos ver, ¿crees que nos hemos vuelto locos? A veces un niño dirá: -No puedo ver a Dios en una estatua. Entonces los viejos dirán: -iCalla! Nosotros podemos ver a Dios. Ram está ahí. Y cuando tengas experiencia tú también lo verás. El ser humano está atrapado en un engaño colectivo. Y cuando todo el mundo está engañado resulta difícil ver. Tienes que averiguar si la ropa de la sabiduría -a la que considerabas ropa- realmente era ropa, o si estás desnudo con una ropa invisible. Tienes que poner a prueba todos tus pensamientos siguiendo este criterio: «¿Sé esto?» Si no lo sabes, prepárate para ir al infierno antes que seguir aferrándote a esa seudo sabiduría. La primera condición de autenticidad es que deberías decir que no lo sabes todo lo que no sabes; si no, será el comienzo de la hipocresía. Normalmente, no podemos ver los grandes engaños, sólo vemos los pequeños. Si un hombre te engaña por unas rupias te das cuenta, pero si un hombre está delante de una estatua con las manos unidas diciendo: «lOh Dios, oh Señor»... sabiendo perfectamente que la estatua es de piedra y que ahí no hay ningun Dios ni Señor, entonces, aunque en apariencia este hombre sea auténtico y religioso, será difícil encontrar un impostor o un hipócrita más grande sobre la tierra. Está siendo totalmente engañoso. Está diciendo algo absolutamente falso y no siente nada en su interior. Pero no tiene el coraje suficiente para entender lo que está diciendo, lo que está haciendo. La persona religiosa es aquella que reconoce lo que sabe y lo que no sabe. Este reconocimiento es el primer paso para convertirse en una persona religiosa. Una persona religiosa no es aquella que dice conocer a Dios y el espíritu, y haber visto el cielo y el infierno. Una persona religiosa es aquella que dice que no sabe nada; que es absolutamente ignorante: «No tengo sabiduría. Ni siquiera me conozco a mí mismo, ¿cómo voy a decir que conozco la existencia? Ni siquiera conozco la piedra que está enfrente de mi casa. ¿Cómo voy a conocer lo divino? La vida es misteriosa, desconocida. No sé nada. Soy absolutamente ignorante». Si tienes valor para ser ignorante y valor para aceptar que estás en la ignorancia, entonces puedes empezar a recorrer el camino hacia la liberación de la maraña de tus pensamientos. De lo contrario, nunca podrás empezar. De modo que hay que entender una cosa, eres muy ignorante, no sabes nada y todo lo que crees saber es absolutamente falso, prestado y gastado. Es como un estanque, no como un pozo. Si quieres crear un pozo en tu vida, es absolutamente necesario librarse de la ilusión del estanque. Pregunta Primera:
Tus enseñanzas son muy parecidas a las de J. Krishnamurti. ¿Qué opinas de él? No opino nada. En primer lugar, ni siquiera conozco a Krishnamurti. En segundo lugar cuando digo algo, lo comparas con otra persona -a quien me parezco, a quién no me parezco-; así nunca podrás ser capaz de escucharme. Pierdes el tiempo comparándome. Es absolutamente imposible que haya ninguna similitud entre las palabras de dos personas porque no hay dos personas similares. No hay dos hojas similares, no hay dos piedras similares. Puede haber similitud en algunas palabras, puede haber una similitud superficial en algo, pero en el mundo cada persona es tan diferente y única que no hay nada que pueda ser exactamente igual. Si empiezas a comparar lo que estoy diciendo con el Gita, o con Krishnamurti, o con Ramakrishna, o con Mahavira no me estarás escuchando, porque todos estos Ramakrishnas, Krishnamurtis y Mahaviras estarán provocando tantas interferencias ahí en medio que mis palabras no te llegarán. No habrá una relalación directa entre tú y yo. Así que no sé, pero te sugiero que no es necesario comparar y buscar similitudes... Es inútil, no tiene sentido, y no le sirve a nadie. Hay hábitos corrientes que se han desarrollado a lo largo de tu vida; uno de ellos es la costumbre de comparar. Cuando quieres evaluar algo no sabes cómo hacerlo sin comparar, y siempre que comparas comieza el error. Si comparas un lirio con una rosa comienza el error. Un lirio es un lirio, una rosa es una rosa y una flor silvestre es una flor silvestre. La rosa no es superior ni inferior a la flor silvestre. La flor silvestre es única, la rosa es única, ninguna de ellas es superior ni inferior, ninguna es igua o desigual: Todo el mundo se parece a sí mismo y a nadie más. Si la individualidad de las cosas, su personalidad y su unicidad se vuelve incuestionable para ti, entonces dejarás de comparar. Pero tienes la costumbre de comparar. Incluso comparas a unos niños con otros. Dices: -Mira, ese niño ha llegado más lejos que tú. Te ha dejado atrás. Estás siendo injusto con el otro niño porque el otro niño es el otro niño y este niño es este niño. No es posible compararlos. Sus seres son completamente distintos, son completamente distintos. En su peculiaridad, en su autenticidad, no tienen relación el uno con el otro. Tienes la costumbre de comparar. Tu sistema educativo te enseña a comparar, tu sistema de pensamiento implica la comparación. No eres capaz de evaluar sin comparar.
Y el resultado es que no entiendes nada o a nadie directamente; hay muchas cosas entre medias. Sólo voy a decir esto: no sé qué similitudes o diferencias hay entre J. Krishnamurti y yo. Nunca lo he comparado. Y también te pido a ti que no compares, ni a mí con otra persona, ni a otra persona con nadie más. La comparación continúa: ¿qué parecido hay entre Mahavira y Buda, qué parecido hay entre Cristo y Mahoma, y qué parecido hay entre Krishna y Rama? ¡Todo eso es estúpido! No es cuestión de similitudes o diferencias, porque todo el mundo es simplemente él mismo. Uno no tiene nada que ver con el otro, uno no está relacionado con el otro. Es absurdo incluso hablar de «diferencias», porque si no hay similitud, no hay posibilidad de que haya diferencias. Todo el mundo es único, es él mismo. En este mundo no hay dos personas parecidas, no se repiten dos sucesos, no se repiten dos experiencias. En la vida, la repetición no existe. La vida está creando singularidad constantemente. No hay necesidad de comparar y evaluar. Si estás escuchando a Krishnamurti deberás entenderle directamente. Si me estás escuchando a mí deberás escucharme directamente. Si estás escuchando a tu vecino, entonces tendrás que escucharle directamente. Si estás escuchando a tu mujer tendrás que escucharla directamente. Si se mete en medio una tercera persona comienzan los problemas y las disputas. No es necesario que se meta en medio una tercera persona, nuestro contacto y nuestra comunicación deberían ser directos e inmediatos. Estoy delante de una rosa; si me acuerdo de las flores que vi ayer, y empiezo a pensar en el parecido entre esta flor y aquéllas, dejaré de ver esta flor. Hay algo inevitable: la sombra de las flores que se han metido en medio no me dejarán ver esta flor. Y si quiero ver la flor que está delante de mí tengo que olvidarme de todas las flores que he visto. Si las meto en medio sería ínjusto para esta flor. Tampoco es necesario llevar esta flor en la memoria; si no, mañana, al mirar otra flor, ésta se meterá en medio. Así que no metas a Krishnamurti aquí. Y no creas que porque me estás escuchando puedes meterme en medio cuando estás escuchando a otra persona, porque sería injusto para esa persona. Mira la vida directamente. No es necesario meter en medio a nadie. Nadie es igual o desigual; todo el mundo es él mismo. Y me gustaría que todo el mundo se convirtiera simplemente en sí mismo. Todo el mundo debería ser él mismo: para mí esta es la regla fundamental de la vida. Pero hasta ahora no habéis sido capaces de aceptarla. Hasta ahora la humanidad no ha estado preparada para aceptar a cada individuo tal y como es, intentáis convertirlo en otra persona: tendría que ser como Mahavira, como Buda, como Gandhi. Ya ha nacido un Gandhi, ¿qué necesidad hay de otro? Decirle a este hombre que debe ser como Gandhi es decirle que no tiene ningún derecho a ser él mismo; sólo tiene derecho a ser la copia de alguien, a imitar a otra persona. Sólo puede ser una fotocopia, no puede ser un original. Esto es un insulto
para este hombre. Por eso yo no digo que todo el mundo debería ser como el resto, sólo digo que todo el mundo debería ser él mismo. Entonces este mundo podría convertirse en un mundo bello y maravilloso. Hasta hora sólo hemos intentado organizar las cosas para que todo el mundo sea como los demás. Por eso comparáis, pensáis, buscáis. No es necesario hacer eso. Es absolutamente innecesario pensar de ese modo. Si hay alguna otra pregunta dentro de este contexto hablaremos de ella esta noche. Volveré a repetirlo; sólo os he dicho una cosa, una cosa fundamental: observa tus conocimientos y decide si son tuyos o de otra persona. Si ves que pertenecen a otra persona, entonces son inútiles. Pero el día que te des cuenta de que no tienes conocimientos propios, en ese mismo momento la luz de tu propia sabiduría empezará a aflorar de tu interior. Desde ese momento empezará la revolución. Si tenéis más preguntas hablaremos de ellas esta noche. La reunión de esta tarde se ha terminado.
CAPÍTULO SEIS Sin Creencia, Sin Escepticismo.
Amados míos: El ser humano está atado a una cadena de pensamientos como si fuera un prisionero. En esta prisión de pensamientos, ¿qué piedras se han usado para hacer los cimientos? Por la tarde hemos hablado de una de esas piedras; esta noche hablaremos de la segunda, aunque igualmente importante. Si se quitan esas dos piedras, veremos la equivocación de pensar que la sabiduría prestada es verdadera y el hombre podrá salir de su prisión de pensamientos. ¿Cuál es la segunda piedra? ¿Cuál es la otra piedra fundamental sobre la que se ha construido esta prisión de pensamientos en la mente del hombre, sobre la que se ha tejido esta maraña de pensamientos? Quizá no lo sepas. Probablemente, no tengas ni idea de cómo te has llenado de tantos pensamientos contradictorios. Tu situación es como la de un carro del que tiran bueyes por los cuatro costados: están obligando a los bueyes a tirar para llegar a diferentes destinos; el carro de bueyes corre peligro, su estructura está destartalada; los bueyes están tirando de él en cuatro direcciones distintas. ¿Puede avanzar en alguna dirección? ¿Puede llegar a algún sitio? Sólo puede haber un destino para él, sólo uno: se romperá en pedazos, quedará destruido. Con los bueyes tirando para cada lado, corriendo en direcciones opuestas con fragmentos del carro, no puede haber más que destrucción. El carro de bueyes no llegará a ninguna parte. El conflicto interno que hay entre los diferentes pensamientos de tu mente te está matando. Todos tus pensamientos son irrelevantes y contradictorios, se oponen los unos a los otros. Los bueyes de tus pensamientos están tirando de tu mente en distintas direcciones, y tú eres infeliz y sufres en medio de todo esto. No tienes ni idea de cómo ha llegado a tu interior esta lucha, este conflicto. Estaba invitado en casa de un médico muy bueno. Por la mañana el médico y yo estábamos a punto de salir cuando, de repente, su hijo estornudó. El médico dijo: -iEsto significa mala suerte! Vamos a esperar un rato, unos minutos, y después saldremos. -Eres un médico extraño -dije-. Un médico debería saber, por lo menos, qué es lo que provoca un estornudo, y que no existe ninguna relación entre estornudar y que alguien deba quedarse o ir a alguna parte. Esto es sólo superstición. Me sorprende que un médico no lo tenga claro. Le dije al médico que aunque estuviese enfermo y a punto de morir no dejaría que me tratara él. En mi opinión, deberían quitarle el título de médico, no es justo que lo tenga. Me sorprendió mucho que no quisiera salir cuando alguien estornudaba por una superstición infantil. Las ideas que había adquirido en su juventud seguían estando presentes, aunque ahora se hubiese convertido en médico y perteneciese al Real Colegio de Médicos de Londres. Tenía en su mente dos pensamientos a la vez: cuando alguien estornudaba, él se quedaba quieto, y a la vez, sabía que era una estupidez absoluta porque no había ninguna relación entre las dos cosas. Los dos pensamientos aparecían en su mente a la vez. Tienes miles de pensamientos de este tipo dentro de ti, tiran en direcciones distintas al mismo tiempo. Estás muy perturbado, eso es evidente. Por eso parece que el hombre está absolutamente loco. ¿Cómo va a estar? La locura es una consecuencia lógica. Desde hace miles y miles de años, se han ido acumulando en la mente del hombre un número infinito de pensamientos contradictorios. Dentro de una persona están viviendo al mismo tiempo miles de generaciones, cientos de siglos. Dentro de él coexisten simultáneamente un pensamiento de hace cinco mil años y un pensamiento ultramoderno del presente, y no puede haber ninguna comparación ni armonía entre estos dos pensamientos. Dentro de un mismo hombre se han acumulado pensamientos que provienen de miles de direcciones diferentes. Las ideas de miles de tirthankaras y digambaras, avatares y gurús residen en su interior, y todos ellos han hecho algo excepcional: aunque no estén de acuerdo en ninguna otra cosa, todas las religiones, todos los maestros y todos los predicadores del mundo han coincidido siempre en una estrategia, y es decirle a la gente que crean en lo que ellos les están diciendo. Todos ellos dicen: «Cree en lo que estamos
diciendo», aunque no estén de acuerdo en nada más. Un hindú dice una cosa, un musulmán dice otra, un jainista dice otra diferente y un cristiano dice algo distinto, pero todos están de acuerdo en este punto: «Cree en lo que estamos diciendo». Dicen cosas contradictorias, todas esas cosas contradictorias acaban cayendo sobre el ser del hombre, mientras le gritan que crea en lo que le están diciendo. El hombre es débil, cree en lo que le dicen todas estas personas. Todos se ríen de las palabras de los demás, pero nadie se ríe de su propia estupidez.
Los cristianos dicen que Jesús nació de una niña virgen y el que no lo acepte, irá al infierno. El pobre que lo está escuchando tiene miedo; si no lo acepta, irá al infierno, así que acepta que lo que le dicen es correcto. ¿Qué importancia tiene si ha dado luz a Jesús una niña virgen o no? No hay que ir al infierno por una cuestión así. El resto de la gente se ríe de esa idea cristiana. Los musulmanes, los jainistas y los hindúes se ríen de esta estupidez. ¿Cómo es posible que una niña virgen dé a luz a un bebé? Esto es totalmente absurdo. Pero los musulmanes dicen que Mahoma subió al cielo montado en su yegua cuando todavía estaba vivo. Los cristianos, hindúes y jainistas se ríen de esto, ¿qué tontería es ésta? En primer lugar, una yegua no puede ir al cielo. Si al menos hubiese sido un caballo podría haber ido al cielo. Un hombre puede ir al cielo, pero no se ha establecido que las mujeres vayan al cielo, así que una yegua no puede ir al cielo. Si hubiese sido un caballo, se habría podido tolerar esta idea, podría haber estado bien. En segundo lugar, ¿cómo puede subir alguien al cielo estando vivo? Tiene que dejar aquí su cuerpo, el cuerpo es terrenal. Mahoma no puede ir al cielo con su cuerpo. Todo el mundo se ríe de esto. Los cristianos, los jainistas y los hindúes se ríen, pero los musulmanes dicen: «iCréetelo! Si no te lo crees, irás al infierno; te obligarán a pudrirte en el infierno, sufrirás en el infierno. Tendrás que aceptado. Si no lo aceptas, si no estás de acuerdo con las palabras de Mahoma, debes saber que tendrás muchas problemas, porque sólo hay un Dios en el mundo y Mahoma es su profeta». El hombre está obligado a creer bajo amenaza, de modo que acepta que pueda ser verdad lo que le dicen. Los jainistas se ríen de los musulmanes y los cristianos, pero ellos mismos dicen que Mahavira fue concebido en el vientre de una mujer brahmin. ¿Cómo es posible que un tirthankara jainista naciera en una familia brahmin? La verdadera casta y la casta más alta es la casta kshatriya, la casta guerrera, y los tirthankaras siempre han nacido en las familias kshatriya; no pueden nacer en una casa brahmin. Los brahmines son mendigos, ¿cómo iba a nacer un tirthankara en una casa así? De modo que Mahavira fue concebido en el vientre de una mujer brahmin, pero cuando los dioses se dieron cuenta de que esto iba a ser un error, « ¿cómo puede nacer un tirthankara en una familia brahmin?», inmediatamente sacaron el embrión y lo pusieron en el vientre de una mujer kshatriya, y sacaron el embrión femenino de la mujer kshatriya y lo pusieron dentro del vientre de la mujer brahmin. La gente de todo el mundo se ríe de estas cosas, ison muy cómicas! En primer lugar, ¿qué tienen que ver los dioses con cambiar el embrión dentro del vientre de alguien? ¿Cómo se puede hacer esto? Todo el mundo se ríe, pero los jainistas se enfadan. Dicen: «Te puedes reír de esto, pero no sabes lo que ha dicho nuestro tirthankara, y lo que dice nuestro tirthankara es absolutamente cierto. Quien no lo crea sufrirá en el infierno. Si no lo crees, a nosotros no nos importa, ipuedes seguir sufriendo!». Hay mucha gente que le pide al hombre que crea en muchas cosas. Había un tiempo en el que el hombre no conocía las creencias de los demás: sólo sabía lo que ocurría en su propio círculo, de modo que no había tanta confusión. Ahora el mundo se ha vuelto pequeño y todos saben lo que creen los demás, ila confusión del ser humano ha llegado hasta la locura absoluta! Ahora todo ese lío supera su comprensión, no entiende de qué le está intentando convencer toda esa gente. Pero la situación tampoco fue mucho mejor en el pasado. Aunque un hindú no conocía las creencias de un musulmán y un jainista no conocía las creencias cristianas, esto no hacía que las cosas estuviesen más claras. Ni siquiera los mismos jainistas creen esencialmente en las mismas cosas: los digambaras dicen una cosa, los svetambaras dicen otra. Te asombrarás al saber las cosas sobre las que no están de acuerdo. Es sorprendente que la gente pueda tener opiniones tan distintas sobre las cosas. Uno de los veinticuatro tirthankaras jainistas fue Mallinath. Los digambaras dicen que fue un hombre y los svetambaras dicen que fue una mujer. Los svetambaras dicen que era Mallibai y los digamharas dicen que era Mallinath, y ambos dicen: «iSi no nos crees, irás al infierno!».
Los digambaras dicen que una mujer nunca podría haber sido tirthankara -el hecho en sí es falso-; por tanto, tenía que ser un hombre. Era Mallinath, no Mallibai. Realmente es demasiado que tenga que haber un conflicto sobre si se trata de un hombre o una mujer. Pero amenazan al hombre con ir al infierno y sufrir si no lo cree, así que es mejor creer. En todo el mundo, las enseñanzas de las personas que quieren que les creas han creado confusión y caos en tu mente. Escuchas a todo el mundo, y el efecto de sus enseñanzas dejan huella en ti, tirando de tu ser en distintas direcciones. Y más tarde, después de todas estas religiones, llegó el comunismo. El comunismo dijo que la religión era como el opio: la religión no tiene sentido, la idea de Dios es absolutamente falsa, no tiene sentido. Marx dice que el comunismo es la verdadera religión; no deberíamos creer en ninguna otra cosa. La Biblia, el Gita, el Corán, están equivocados; El capital es la verdadera escritura religiosa y deberíamos creer en ella. Así que llegó una nueva creencia... Después del comunismo llegó la ciencia. La ciencia dice que nada de todo eso tiene sentido.
Todo lo que está escrito en las escrituras religiosas está mal, sólo está bien lo que dice la ciencia. Incluso durante la vida de un científico, llega otro científico con una idea diferente y declara que él tiene razón y que el primero está equivocado. Entonces aparece un tercer científico que declara que él tiene razón y los otros dos están equivocados. Y quizá aparece un cuarto científico... Estos proclamadores de la verdad han provocado que haya una maraña confusa de pensamientos en la mente y el espíritu del hombre; estos pensamientos son muy dispares y tiran del hombre en todas las direcciones. Para provocar este desbarajuste se ha utilizado el miedo y la manipulación; se han utilizado métodos sutiles de miedo y manipulación para imponerle al hombre una serie de creencias: si crees, vas al cielo; si no crees, vas al infierno. Los líderes religiosos han estado haciendo lo mismo que hoy en día hace la publicidad, pero la publicidad no es tan descarada y valiente. La gente que vende pastillas de jabón Lux anuncia que una determinada reina de belleza dice: «Soy bella porque uso pastillas de jabón Lux»; por tanto, quien las use se volverá bella y quien no las use no se volverá bella. Tienes miedo de volverte fea, de modo que sales a comprarte una pastilla de jabón Lux. Como si no hubiese habido gente guapa antes de que existieran las pastillas de jabón Lux; como si Cleopatra, Mumtaj y Noorjehan no fuesen bellas porque no había jabón Lux. Pero los publicistas todavía no son demasiado valientes; tal vez en el futuro digan: «Cierto tirthankara dice, cierto profeta dice, cierto maestro dice que quien no usa pastillas de jabón Lux irá al infierno, no irá al cielo. Sólo las personas que usan pastillas de jabón Lux podrán ir al cielo». Se puede amenazar a la gente diciéndole que sólo si fuman puros habanos irán al cielo, porque es muy bueno fumar y conseguir que otros fumen puros habanos. Y cualquiera que no fume puros habanos irá al infierno. Y si fuma bidis indios, ¡tendrá que sufrir eternamente en el infierno! Si alguien no lo cree, tendrá que hacer frente a las consecuencias: quien lo crea, tendrá buenas consecuencias y quien no lo crea tendrá malas consecuencias. La publicidad moderna todavía no ha llegado a ser tan descarada como la antigua. La publicidad antigua amenazaba a la gente diciéndoles cosas absolutamente falsas, pero la gente seguía haciendo caso a esas cosas y aceptándolas sin cuestionárselo. De hecho, si se sigue repitiendo una mentira muchas veces durante miles de años, ésta acabará pareciendo una verdad. Si alguien repite la mentira más grande -la repite y vuelve a repetir-, poco a poco, pensarás que quizá sea verdad; de lo contrario, ¿cómo es que se ha repetido tantas veces desde hace tanto tiempo? Un pobre campesino de un pueblo compró un joven cabrito en la ciudad. Cuando empezó a dirigirse hacia su pueblo con el cabrito, a varios rufianes de la ciudad se les ocurrió que si conseguían arrebatarle el cabrito de alguna forma disfrutarían de una buena comida y lo festejarían. Podrían invitar a sus amigos y hacer una fiesta. ¿Pero cómo iban a arrebatárselo? El campesino analfabeto tenía aspecto de ser un hombre fuerte y sano, mientras que los rufianes de la ciudad eran débiles y enclenques. Si le quitaban el cabrito directamente esto desembocaría en una pelea, podrían tener problemas, por eso tenían que tener mucho cuidado y engañarle. Decidieron tenderle una trampa. Cuando el pueblerino estaba a punto de salir de la ciudad, uno de los cuatro rufianes se le acercó en la carretera y le dijo: -Hola. Buenos días. -Buenos días -respondió él. Entonces el rufián miró hacia arriba y le preguntó: -¿Por qué llevas ese perro a hombros? En efecto, llevaba su cabrito a hombros. -¿Dónde has comprado ese perro? Es un buen perro. El campesino respondió: -¿Estás loco? iNo es un perro! He comprado una cabra, un cabrito. El hombre le dijo: -Como vuelvas a tu pueblo cargando con un perro la gente pensará que te has vuelto loco. ¿Realmente crees que es un perro? Y el hombre siguió su camino. El campesino se rió y pensó que todo esto era muy extraño, pero tocó las patas de la cabra para comprobar que era una cabra y no un perro...; éste había sido el pretexto del rufián. El campesino comprobó que era realmente una cabra y sintiéndose más tranquilo siguió caminando. En la siguiente calle se encontró con el segundo rufián: -Hola, has comprado un perro muy bueno -le dijo- Yo también quiero uno. ¿Dónde lo has comprado? Ahora el campesino no podía decir que no era un perro con la misma seguridad, porque el segundo hombre le estaba diciendo lo mismo y dos personas no pueden equivocarse. A pesar de todo, se rió y díjo: -No es un perro, señor, es una cabra. El hombre le dijo: -¿Quién te ha dicho que es una cabra? Me parece que te han engañado. ¿Qué clase de cabra es esa? Y después se marchó.
El campesino bajó la cabra de sus hombros para ver lo que pasaba, pero decididamente era una cabra, las dos personas estaban equivocadas. Pero empezó a tener miedo de estarse engañando. Empezó a tener un poco de miedo mientras seguía caminando por la carretera cuando se encontró a la tercera persona que le dijo: -Hola. ¿Dónde has comprado ese perro? Esta vez ya no tuvo el valor de decir que era una cabra y empezó a pensar que quizás no debería llevarla al pueblo: había malgastado el dinero y en el pueblo se reirían de él; la gente pensaría que se había vuelto loco. Mientras pensaba esto se encontró con el cuarto hombre, que le dijo: -Es extraño, nunca he visto llevar un perro a hombros. ¿Te piensas que es una cabra? El aldeano miró a su alrededor y al ver que estaba solo y no había nadie alrededor soltó a la cabra y salió cortiendo hacia su pueblo. Había perdido sus cinco rupias pero al menos no dirían que estaba loco. Y los cuatro rufianes se llevaron la cabrita. Al campesino le costaba creer que lo que le decían estaba mal, porque las cuatro personas le habían repetido lo mismo una y otra vez, y si los que te lo dicen están vestidos de religiosos, es todavía más difícil. Y si esas personas son los supuestos modelos de la verdad y la sinceridad, se vuelve todavía más dificil. Y cuando son sinceros renunciantes del mundo se vuelve todavía mucho más dificil, porque no hay ninguna razón para no creer lo que están diciendo. No es que te estén engañando necesariamente, el noventa y nueve por ciento de las veces son personas que tienen una concepción equivocada y ellos mismos han sido engañados. No quiere decir que sean estafadores, sino que están en la misma brecha que tú. Hay algo cierto: mientras el hombre siga creyendo, seguirán aprovechándose de él. Mientras se le pida al hombre que crea, no estará libre de la explotación. Puede ser la creencia de un hindú; un jainista, un musulmán o de cualquier otro; puedes ser un comunista o un no comunista, lo que sea pero mientras se le diga al hombre que crea lo que los demás están diciendo y le digan que: «Si no crees, sufrirás, y si crees serás feliz»; mientras se siga usando este truco, es muy difícil que un hombre reuna suficiente valor como para librarse de la maraña de pensamientos que tiene en su interior. ¿Qué os quiero decir? Os quiero decir qué si queréis libraros de la maraña de pensamientos que se ha formado en vuestro interior -a la que han contribuido miles de siglos, en la que se han ido acumulando las impresiones de cientos de años-, tenéis que entender esta cuestión a fondo: no hay nada tan suicida como la creencia. Tenéis que entender definitivamente que la creencia, creer ciegamente, aceptar en silencio con los ojos cerrados, ha sido la razón fundamental de que vuestras vidas hayan estado mutiladas hasta ahora. Pero todo el mundo te pide que le creas; dicen que les creas a ellos y no creas a los demás. Dicen: «No creas a los demás, porque están equivocados. Yo tengo razón, créeme». Quiero que sepas que es destructivo creer en alguien, y que será perjudicial para tu vida. iNinguna creencia, no tengas ninguna creencia en absoluto! Quien convierta un sistema de creencias en la base de su vida está entrando en el mundo de la ceguera, en su vida nunca podrá haber luz. Nunca podrá conseguir que haya luz. Quien cree en los demás nunca será capaz de conocerse a sí mismo. ¿Os estoy pidiendo que seáis descreídos? No; tampoco es necesario ser descreído. Pero piensas que si no crees algo significa que eres un descreído. Esta idea está absolutamente equivocada. Existe un estado mental en el que no hay creencias ni descreencias... El descreimiento es una forma de creencia. Cuando dices que no crees en Dios, ¿qué estás diciendo? Estás diciendo que crees en la no existencia de Dios,
Cuando dices: «No creo en el alma», estás diciendo que crees en la no existencia del alma. La creencia y la descreencia son dos cosas parecidas, no hay diferencia entre ellas. La creencia es positiva y la descreencia es negativa. La creencia es una fe positiva y la descreencia es una fe negativa, pero las dos son fe. Una persona puede estar libre de su maraña interna de pensamientos cuando se libera de su fe y su creencia, cuando está libre de fijarse constantemente a los demás para conocer su punto de vista, cuando renuncia a la idea de que cualquiera le puede dar la verdad. Siempre que una persona siga creyendo que hay otra que le puede dar la verdad, de una forma u otra seguirá atado. Si se libera de alguien y se ata a otro, si se libera del segundo y se ata a un tercero, no se liberará de su yugo. Pero librarse de uno y atarse a otro siempre te consuela durante un rato. Cuando un hombre muere, cuatro personas llevan su cuerpo sobre sus hombros en un féretro hasta el cementerio; cuando les empieza a doler un hombro se cambian de hombro. Durante un rato descansa el hombro cansado y después empieza a cansarse el otro y se vuelven a cambiar de hombro. La persona que cambia sus creencias sólo está cambiando de un hombro a otro, pero el peso sigue estando presente, no hay ninguna diferencia. Uno consigue aliviarse sólo un rato. Si un hindú se convierte en musulmán, si un musulmán se convierte en jainista, si un jainista se convierte en cristiano, si alguien abandona todas las religiones y se vuelve comunista o alguna otra cosa, está renunciando a un sistema de creencias para aferrarse a otro; en la carga de su mente no habrá ninguna diferencia. Se sentirá aliviado un rato, pero sólo es un cambio de peso en sus hombros. Este tipo de alivio no es significativo. He oído decir que había dos hombres en un pueblo, uno era teísta, teísta extremo, y el otro era ateo, ateo extremo. Todo el pueblo estaba preocupado a causa de estos dos hombres. Los pueblos siempre tienen problemas por culpa de la gente así. El teísta se pasaba día y noche explicando la existencia de Dios, y el ateo refutándola día y noche. La gente del pueblo se encontró con un enorme problema a la hora de decidir a quién debían seguir. Finalmente, decidieron que, ya que tenían tantos problemas, deberían decirles a los dos hombres que debatiesen entre ellos en presencia de todo el pueblo. Y la gente del pueblo dijo: -Seguiremos al ganador. No nos creéis complicaciones. Debéis debatir entre vosotros, y nosotros seguiremos al ganador. Una noche, una noche de luna llena, se organizó el debate en el pueblo. Todo el pueblo se había congregado. El teísta explicó las teorías del teísmo, planteó todos sus argumentos y refutó el ateísmo.
Después el ateo refutó el teísmo y planteó sus argumentos a favor del ateísmo. El debate se prolongó toda la noche y por la mañana el resultado era que el teísta se había convertido en ateo y el ateo en teísta. A cada uno de ellos le habían gustado los argumentos del otro. Pero el problema de los aldeanos seguía siendo el mismo; no se había resuelto. Los dos hombres se habían convencido tan totalmente el uno al otro que los dos se convirtieron. Seguía habiendo un ateo y un teísta en el pueblo, la suma total no había variado y el pueblo seguía teniendo el mismo problema. Si sustituyes una creencia por otra, esto no cambiará tu vida en nada. El problema de tu ser seguirá siendo el mismo, no habrá cambiado. El problema de tu ser no tiene nada que ver con ser hindú o musulmán, jainista, cristiano, comunista o fascista; el problema de tu ser es que crees. Mientras sigas creyendo, estarás esclavizado, estarás encerrando en una cárcel y estarás atado de una forma u otra, en un sitio u otro. ¿Cómo puede librarse de los pensamientos una persona que está aprisionada, una mente aprisionada?
¿Cómo puede librarse de los pensamientos a los que se está aferrando con todo su ser y en los que cree? ¿Cómo puede librarse de ellos? Es muy difícil. Únicamente puedes librarte de ellos si eliminas la piedra fundamental. La piedra fundamental que está en la base de la pila de pensamientos es la creencia. El hombre ha aprendido a pensar basándose en la creencia; y cuando los pensamientos se agarran con fuerza a la mente también lo hace el miedo: «¿Qué me sucederá si los abandono?». El hombre dice que sólo podrá renunciar a sus pensamientos actuales si le dan algo mejor a lo que agarrarse, pero la idea de abandonar, la idea en sí de agarrarse a algo no ha penetrado en su mente. La libertad, la liberación de la mente, no sucede al cambiar nuestras creencias sino al librarnos de la creencia misma. Buda estaba visitando un pequeño pueblo. Unas personas le trajeron a un ciego y dijeron: -Este hombre es ciego y nosotros somos sus amigos más íntimos. Aunque le hemos intentado convencer de todas las formas posibles de que la luz existe no está dispuesto a aceptar este hecho. Tiene unos argumentos imposibles de rebatir. Aunque nosotros sabemos que la luz existe, tenemos que aceptar nuestra derrota. Él dice que quiere tocar la luz. ¿Cómo podemos conseguir que toque la luz? El hombre dice: «De acuerdo, si no puedo tocarla, quiero escucharla. Tengo oídos, haced el sonido de la luz para que pueda escucharlo. Si eso tampoco es posible, entonces quiero probarla, o si la luz tiene fragancia, quiero olerla». No había forma de convencer a este hombre. La luz sólo se puede ver si tienes ojos, y él no tenía ojos. Se quejaba a la gente del pueblo de que para demostrar que él era ciego le hablaban de la luz innecesariamente. Creía que se habían inventado la historia de la luz únicamente para demostrar que era ciego. Esta gente le pidió a Buda si tal vez él podría conseguir que su ciego comprendiera, ya que el ciego se iba a quedar en el pueblo un tiempo. Buda dijo: -Yo no estoy tan loco como para intentar convencerle. Los problemas de la humanidad han sido originados por la gente que ha intentado explicar cosas a los que no pueden ver. Los predicadores son una plaga para la humanidad, dicen cosas que la gente no puede entender. Así que dijo: -No cometeré esa equivocación. No le explicaré a este hombre que existe la luz. Le habéis traído a la persona equivocada. No hacía falta que me lo trajerais, llevadlo mejor a un médico que pueda tratar sus ojos. No necesita predicadores, necesita un tratamiento. No se trata de darle explicaciones o de que crea lo que le decís; es cuestión de tratarle los ojos. Si se cura los ojos, no será necesario que le expliquéis nada, él mismo será capaz de verlo, él mismo será capaz de saberlo. Buda estaba diciendo que no consideraba que la religión fuese una enseñanza filosófica, sino una cura práctica. De modo que recomendó que llevaran al ciego a un médico. A los aldeanos les gustó lo que Buda les dijo, llevaron al ciego a un médico para que le diera un tratamiento y afortunadamente al cabo de unos meses se curó. El ciego se postró a los pies de Buda y dijo: -Estaba equivocado. Existe la luz, pero yo no la podía ver. Buda le respondió: -Es cierto que estabas equivocado. Pero tus ojos se han curado porque te has negado a creer lo que los demás te decían hasta que no lo has experimentado tú mismo. Si hubieses aceptado lo que tus amigos te decían, ahí se habría acabado la cuestión y no se habría planteado la posibilidad de un tratamiento para tus ojos. La gente que cree no puede alcanzar ninguna comprensión. La gente que acepta calladamente es incapaz de tener una experiencia propia. El viaje de los que están ciegos y se aferran al hecho de que si los demás dicen que la luz existe, no hay duda de que existe, se termina ahí mismo. El viaje sólo puede continuar cuando permanece tu inquietud y nunca desaparece. La inquietud aparece sólo cuando sientes que los demás dicen que hay algo, pero tú no lo ves y no lo aceptas. Sólo podrás aceptarlo cuando lo veas. Dentro de la mente tiene que existir el tipo de inquietud que dice: «Sólo lo aceptaré cuando lo vea con mis propios ojos». Las personas que quieren que tengas creencias son las que dicen que no necesitas tener ojos: «Mahavira tenía ojos, eso es suficiente; Buda tenía ojos, eso es suficiente. ¿Por qué tiene que tener ojos todo el mundo? Krishna tenía ojos y escribió el Gita, ¿para qué necesitas tener ojos tú? Lee el Gita y disfrútalo. Krishna era capaz de ver y describió lo que veía, ¿qué necesidad de ver tienen los demás? Simplemente, debes creer. Los que pueden ver ya han hablado; tú simplemente debes limitarte a creer. La sabiduría ya ha sido alcanzada, ¿qué necesidad tienes de alcanzarla tú mismo?».
Esta enseñanza ha cegado al hombre. Casi todas las personas del mundo han estado ciegas, y ahora casi todas siguen estando ciegas. Y si te fijas en la situación actual, en el futuro también seguirá estando ciego casi todo el mundo, porque la alquimia básica para corregir la ceguera -que es la sed de superar la ceguera- ha sido destruida. Ha sido destruida aportando fuertes sistemas de creencias. En realidad habría que decir que por muy buenos que fueran los ojos de Krishna y por mucho que pudieran ver, no son tus ojos. Y por muy bellos que fueran los ojos de Krishna -como una flor de loto-, no son tus ojos. Tus ojos tal vez no sean tan significativos, quizá sólo sean una flor campestre y no una flor de loto, pero son tus ojos. Y sólo puedes ver con tus ojos. Deberías encontrar tu propia comprensión, porque no puedes alcanzar nada venerando las visiones de los demás. De hecho, la búsqueda de tu propia comprensión sólo puede comenzar cuando abandonas las ideas de los demás. Mientras siga habiendo un sustituto, mientras obtengas algo del exterior, no podrá comenzar la búsqueda. Cuando no tienes apoyo o satisfacción de ningún otro lugar, cuando no puedes obtener nada de nadie, entonces nace dentro de ti el desafío de buscar tu propio camino, tu propia comprensión. El hombre es muy vago. Si puede alcanzar la sabiduría sin hacer ningún esfuerzo, ¿por qué debería molestarse? Si la iluminación se puede alcanzar simplemente por creer, sin buscar, ¿para qué intentar recorrer por su cuenta el camino hacia la iluminación? Y cuando alguien dice: «Cree en mí, te conduciré a la iluminación», ¿por qué hacer el esfuerzo él solo? Cuando alguien dice: «Siéntate en mi barco. Te llevaré a la otra orilla y habrás acabado con este asunto», preferirá sentarse tranquilamente en el barco y quedarse dormido. Pero nadie puede llegar a ningún sitio en el barco de otra persona. Y nadie puede ver con los ojos de otra persona, nunca ha sucedido y nunca sucederá. Tendrás que caminar con tus propios pies, tendrás que ver con tus propios ojos, tendrás que vivir con el latido de tu propio corazón. Tienes que vivir y morir solo. Nadie puede vivir y morir en lugar de otra persona. No puedes reemplazar a nadie y nadie te puede reemplazar. Si hay algo absolutamente imposible en este mundo es la noción de que alguien puede sustituir a nadie. Dos soldados estaban tendidos en el campo de batalla durante la segunda guerra mundial. Un soldado estaba a punto de morir.
Estaba tan malherido que evidentemente no tenía esperanzas. El otro soldado también estaba herido, pero estaba vivo y no había peligro de que se muriera. Eran amigos. El soldado agonizante abrazó a su amigo y le dijo: -Ahora debo decirte adiós porque no tengo posibilidades de sobrevivir. Se me ocurre una cosa: toma mi hoja de servicios y dame la tuya. Tu hoja de servicios no es tan buena, hay muchos comentarios humillantes. Pero la mía es buena, así que vamos a intercambiarlas. De este modo, los oficiales pensarán que tú te has muerto y yo estoy vivo. Como mi historial es bueno, podrás recibir una buena promoción y te honrarán. iDate prisa! Vamos a cambiarnos el libro y el número. El deseo del amigo agonizante era absolutamente correcto porque los soldados sólo son números, no tienen nombres. Y un soldado sólo tiene una hoja de servicios, no tiene alma. Estaba bien intercambiar los libros, moriría un hombre malo y sobreviviría un hombre bueno. Pero el hombre que no se iba a morir contestó: -Perdóname. Puedo usar tu libro y tu número, pero seguiré siendo yo mismo. Soy un hombre malo y seguiré siendo un hombre malo. Bebo alcohol y seguiré bebiendo. Voy a las prostitutas y seguiré yendo. ¿Por cuánto tiempo seguirá siendo bueno tu historial? ¿Cuánto tiempo puede engañar a alguien un historial? Al contrario, se volverán malas las dos personas. Tú morirás como un hombre malo, pero el hombre malo seguirá vivo. Así, por lo menos, la gente dirá que se ha muerto un hombre bueno. Te traerán ofrendas de flores; si fueras yo, no te las traerían. No puedes estar en mi lugar y yo no puedo estar en el tuyo. Tu idea de intercambiamos surge de tu amor por mí y es buena, pero va en contra de las leyes de la vida. Nadie puede reemplazar a otro. Nadie puede vivir o morir suplantando a otro. Nadie puede saber en el lugar de otro ni puede tener la capacidad de ver en el lugar de otro. La gente que quiere que tengas creencias te ha dicho que mires con los ojos de otra persona: «Mira con los ojos de los tirthankaras, mira con los ojos de los avatares». Y tú has seguido creyendo, por eso ahora estás atrapado en una red. Miles de maestros han armado tanto escándalo, y los seguidores de los miles de maestros han armado tanto escándalo que han provocado un gran miedo al infierno y un gran deseo del cielo... y poco a poco, has aceptado lo que dicen. Y todas sus palabras han provocado tanto caos dentro de ti que el viaje de tu vida será interrumpido antes de que pueda llegar a ninguna parte. Lo primero que debe hacer una persona inteligente es decir adiós a todos los pensamientos contradictorios y decidir: «No vaya creer. Quiero saber.
El día que entienda por mi propia cuenta será el día que pueda usar la palabra "creencia". Antes de eso no podrá existir para mí ninguna creencia. Es un engaño, un autoengaño. No puedo engañarme y decir que sé algo sin saberlo, que entiendo algo sin entenderlo. No puedo aceptar nada a ciegas». Esto no quiere decir que estés rechazando nada, significa sencillamente que estás al margen de la aceptación y el rechazo. Estás diciendo: «No estoy de acuerdo ni estoy en desacuerdo. No estoy diciendo que Mahavira esté equivocado ni estoy diciendo que tenga razón. Simplemente; digo que no sé lo que está diciendo Mahavira; por tanto, no tengo derecho a estar de acuerdo o en desacuerdo. El día que me dé cuenta por mí mismo que tiene razón estaré de acuerdo. Si me doy cuenta de que lo que dice está mal, no estaré de acuerdo. Pero si todavía no lo sé, ¿cómo puedo decir sí o no?». Si la mente pudiese distanciarse de la aceptación y el rechazo, el lío se acabaría ahora mismo: Si se rompe la sustancia básica de esa maraña se convertirá en algo tan frágil como un castillo de naipes que se desmorona con un ligero toque. Ahora mismo es como un castillo de piedra con unos sólidos cimientos tan profundos que no se pueden distinguir fácilmente. Tu mente está condicionada a creer que la gente que cree y acepta es religiosa, y los que rechazan y no creen son irreligiosos. Pero yo te digo que la persona que cree no es religiosa, ni tampoco lo es la persona que no cree. Una persona religiosa es aquella que es sincera. «Sincera» significa que ni cree ni deja de creer en lo que no conoce. Simplemente, declara con total sinceridad que no sabe, que es ignorante; no es una cuestión de aceptación o rechazo. ¿Puedes armarte de valor y fuerza para que tu ser esté en este punto medio? Si puedes, ese castillo de pensamientos se desmoronará inmediatamente, no es en absoluto difícil. Por la mañana os he hablado de tres puntos, por la tarde de dos y ahora de uno. Considerad atentamente estos cinco puntos. No empecéis a usarlos porque yo os haya hablado de ellos; si no, me habré convertido en un predicador para vosotros. No creáis algo simplemente porque yo os lo he dicho, porque puede ser que todo lo que os he dicho sea un error, sea falso, no tenga sentido; y entonces estaréis en dificultades. No creáis lo que os he dicho. Pensad, buscad y encontrad, y si a través de vuestra propia experiencia sentís que hay algo de verdad en lo que digo, si después de vuestra indagación, después de mirar en la ventana de vuestra mente, sentís que hay algo de verdad en ello, entonces esa verdad se convertirá en vuestra verdad. Ya no será sólo mía. Ya no será mi entendimiento, sino que se convertirá en vuestro entendimiento.
Después, cualquier cosa que hagáis en la vida se convertirá en una forma de que vuestra vida se dirija hacia la sabiduría y el despertar. Pero todo lo que hagáis por medio de la creencia os sumirá en una mayor oscuridad e inconsciencia. El considerar este punto atentamente también os puede ayudar. Antes de sentamos para la meditación vespertina contestaré a alguna de las preguntas que habéis hecho sobre la meditación. Primero hablaré sobre las preguntas y después nos sentaremos para meditar. Pregunta Primera Un amigo ha preguntado si recitar, recitar mantras religiosos, puede servir de ayuda en la meditación? No sirve para nada en absoluto. Al contrario, puede convertirse en un obstáculo porque cuando recitas un mantra repites el mismo pensamiento una y otra vez. Un mantra es un pensamiento. Cuando recitas un mantra, repites la misma palabra una y otra vez. Una palabra forma parte de un pensamiento, es un pedazo de pensamiento. Si quieres librarte de los pensamientos repitiendo un pensamiento, estás cometiendo un error. Mientras sigas repitiendo un pensamiento parecerá que no hay otros pensamientos en tu mente porque, como te he dicho, la naturaleza de la mente es quedarse enganchada en un solo pensamiento. Pero el pensamiento que estás repitiendo lo es tanto como cualquier otro; no sirve de nada repetirlo. Al contrario, es perjudicial porque al repetir la misma palabra una y otra vez estás creando en la mente una inconsciencia, sueño. Escoge cualquier palabra y empieza a repetirla una y otra vez; pronto empezarás a tener sueño en lugar de estar en guardia. La repetición de cualquier palabra es una forma de provocar sueño. Si no puedes dormirte, repite «Rama, Rama», u «om, om» por la noche; te ayudará, pero esto no te servirá para la búsqueda de la comprensión del ser, para la verdad, para una comprensión más profunda de la existencia. Este método se conoce en todos los pueblos, pero nunca habías pensado en él. Cuando una madre quiere que su hijo se duerma le dice: «Duérmete, amorcito... duérmete, amorcito... duérmete, amorcito...». Está usando un mantra. Está repitiendo las mismas palabras: amorcito, amorcito. Al cabo de un rato el amorcito se habrá quedado dormido. Si la madre cree que el niño se ha dormido por el tono musical de su voz está cometiendo un gran error: el niño se duerme a causa del aburrimiento. Si te metes en la cabeza de alguien y repites: «Duérmete, amorcito; duérmete, amorcito», se aburrirá. El niño no puede salir corriendo a
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