CAPÍTULO CUATRO,. Conocer la Mente
Amados míos: La mente del hombre está enferma, está herida. Ya no es un centro sano, se ha convertido en una úlcera enferma. Por eso toda vuestra atención se dirige hacia ella. Quizá no os hayáis dado cuenta de que cuando una parte del cuerpo está enferma, toda nuestra atención se dirige hacia esa parte. Sólo eres consciente de la pierna cuando te duele; si no te duele, no eres consciente en absoluto. Si tienes una herida en la mano, te das cuenta de que existe; si no tienes ninguna herida, ni siquiera la notas. No hay duda de que, de una forma u otra, vuestra mente se ha puesto enferma, porque sólo sois conscientes de ella y no sois conscientes de nada más durante las veinticuatro horas del día. Cuanto más sano está el cuerpo, menos lo sientes. Sólo sientes la parte que está enferma. Y la única parte del cuerpo que sientes ahora es tu cabeza. Tu consciencia sólo gira alrededor de la cabeza, sólo conoce la cabeza, sólo reconoce la cabeza. Nadie puede ir al centro de su vida mientras no se libre de esta herida, mientras no se libre de este estado mental tenso e inquieto. Por eso, hoy vamos a hablar de ese estado que es la mente, y de cómo cambiarlo.
En primer lugar, debes entender claramente ese estado que es la mente. Si te sientas solo durante diez minutos y escribes sinceramente en un papel todos los pensamientos que pasan por tu mente, no desearás enseñarle este papel ni siquiera a tu amigo más querido, porque verás que hay pensamientos tan disparatados que ni tú ni nadie habría esperado algo así. Te darás cuenta de que hay pensamientos tan irrelevantes, inútiles y contradictorios que creerás que te has vuelto loco. Si escribes sinceramente durante diez minutos cualquier cosa que te venga a la mente, te sorprenderás de lo que sucede ahí. Te preguntarás si estás cuerdo o si estás loco. Nunca contemplas tu mente durante diez minutos para ver qué es lo que está sucediendo ahí, o quizá no lo hagas porque ya sabes lo que está sucediendo.
Probablemente, tengas miedo. Por eso la gente tiene miedo de estar sola y busca compañía durante las veinticuatro horas del día; quieren encontrarse con sus amigos, ir a algún centro de reuniones o cualquier otra cosa y si no encuentran a nadie, empezarán a leer el periódico o escucharán la radio. Nadie quiere estar solo, porque en cuanto estás solo empiezas a descubrir tu verdadero estado. Cuando hay alguien presente te entretienes relacionándote con él y no eres consciente de ti mismo. La búsqueda del otro no es más que la búsqueda de una oportunidad para huir de ti mismo. La razón fundamental de que te interesen los demás es que tienes miedo de ti mismo, y sabes muy bien que si te conoces a fondo te darás cuenta de que estás completamente loco. Para huir de este estado, el hombre busca compañía, busca compañeros, busca un amigo, busca la sociedad, busca la multitud. El ser humano tiene miedo a la soledad. Tiene miedo a la soledad porque en su soledad encontrará un reflejo de su verdadero estado, se encontrará con el reflejo de su propio rostro. Y esto le asusta, le da mucho miedo. Por eso, desde que se levanta por la mañana hasta que se acuesta, usa toda clase de métodos para huir de sí mismo, para no tener que enfrentarse consigo mismo. Tiene miedo de verse.
El hombre ha inventado miles de formas para huir de si mismo. Y cuanto peor es la condición de la mente del hombre, más cantidad de nuevos inventos tiene que tener para huir de si mismo. Si nos fijamos en los últimos cincuenta años, veremos que el hombre ha inventado más entretenimientos para escaparse de si mismo que en el resto de la historia. El cine, la radio y la televisión son formas de huir de uno mismo. El hombre se ha vuelto inquieto. Todo el mundo busca entretenimientos, intentas hacer todo tipo de cosas para olvidarte de ti mismo un rato, porque tu situación interna es cada vez peor. En todo el mundo, junto con el desarrollo de la civilización, se ha aumentado el uso de las drogas. Recientemente se han descubierto nuevas drogas que se están volviendo muy populares en Europa y Estados Unidos; hay drogas como el LSD, la mescalina, la marihuana.
En todas las ciudades desarrolladas de Europa y Estados Unidos ha llegado a su punto álgido entre las personas cultas el esfuerzo por descubrir nuevas drogas. Continúa la búsqueda para descubrir métodos seguros para que el hombre pueda olvidarse de si mismo; de no ser asi, el hombre se vería en un gran apuro. ¿Cuál es el motivo que hay detrás de todo esto? ¿Para qué quieres olvldarte de ti mismo?- ¿Porqué tienes tantas ansias de olvidarte de ti mismo? No creas que sólo las personas que van al cine están tratando de olvidarse de si mismos, también lo hacen las personas que van a los templos; no hay ninguna diferencia.
El templo es una vieja forma de olvidarse de uno mismo, el cine es la nueva forma. Si un hombre se sienta y canta «Ram, ram», no creas que al cantar no está intentando olvidarse de si mismo, del mismo modo que, otra persona se intenta olvidar de si misma escuchando una canción de una película. Todos estáis ocupados huyendo de vuestro ser de una forma u otra. Esto demuestra que vuestra condición interna está empeorando y estáis perdiendo incluso el valor de afrontado. Tenéis mucho miedo de mirar en esa dirección. Estáis actuando como si fueseis avestruces. Al ver al enemigo, el avestruz, esconde la cabeza bajo la arena porque cree que es peligroso mirar al enemigo. Como el enemigo no está visible, el avestruz razona de la siguiente manera: «Si no está visible, es que no está ahí. Estoy a salvo». Pero ese razonamiento está equivocado. Se puede perdonar a los avestruces, pero no al hombre. Una cosa no deja de existir simplemente porque dejes de verla. Si ves una cosa, podrás hacer algo, pero si es invisible no podrás hacer nada. Quieres olvidarte de tu estado interior, no quieres verlo. Quizá puedas convencer a tu mente de que no existe algo que no puedes ver, pero eso no significa que haya desaparecido. No existe ninguna relación entre no ser visible y no existir. Si fuera visible quizá podrías hacer algo por cambiarlo, pero puesto que no es visible no podrás cambiarlo. Seguirá aumentando en tu interior como una herida, como una úlcera escondida que no quieres ver. La mente es una herida. Si algún día se inventase una máquina con la que pudiéramos ver lo que está sucediendo dentro de cada persona, probablemente todo el mundo se suicidaría inmediatamente. Nadie va a permitir que otra persona vea lo que está sucediendo en su interior. Llegará un día en que será posible. Ahora mismo podemos dar gracias de que no haya ventanas en nuestras cabezas por las que podamos mirar dentro de la mente de los demás y ver lo que ocurre allí. Lo que la gente oculta y lo que cuentan son dos cosas muy diferentes. Lo que se refleja en su rostro es muy distinto a lo que está sucediendo en su interior. Es posible que estén hablando de amor, pero en su interior están llenos de odio.
Es posible que le digan a alguien: «Buenos días. Encantado de verte. Me alegro de que nos hayamos encontrado esta mañana», pero por dentro están diciendo «¿Por qué me tengo que encontrar con la cara de este cretino a primera hora de la mañana?». Si hubiese ventanas para mirar dentro de la cabeza de la gente estaríamos en un verdadero apuro, la vida se volvería muy difícil. Podemos hablar con alguien de una forma amistosa, pero a la vez estar pensando: «¿Cuándo se morirá?». En la superficie hay una cosa y en el fondo hay otra, y no nos atrevemos a mirar y ver en nuestro interior. Una madre vivía con su hija y las dos eran sonámbulas. Una noche, hacia las tres de la mañana, la madre se levantó y se acercó al jardín que estaba al fondo de la casa. Al cabo de un rato su hija también se levantó y fue hacia el jardín. Cuando la mujer mayor vio a su hija gritó: -iZorra! Me has arrebatado mi juventud. Desde que naciste he empezado a envejecer. Eres mi enemiga. Si no hubieses nacido, seguiría siendo joven. Cuando la hija vio a la madre le gritó: -Malvada. Por tu culpa mi vida se ha vuelto difícil, se ha vuelto una esclavitud. Siempre has sido un obstáculo en mi camino. Eres como una soga al cuello. En ese momento cantó el gallo y ambas se despertaron. Al ver a la niña, la mujer mayor dijo: -Cariño, ¿por qué te has levantado tan pronto? Puedes enfriarte. Ven, vamos dentro. La niña inmediatamente se postró a los pies de su madre.
Tenía la costumbre de hacerla todas las mañanas. -iMadre!-dijo-. Te has levantado muy pronto. No estás bien de salud. No deberías madrugar tanto. Vamos a descansar. Puedes ver la diferencia que hay entre lo que dijeron en sueños y lo que dijeron cuando estaban despiertas. Todo lo que se dice en sueños es más sincero que lo que se dice estando despierto, porque nace de tu interior. Cuando te ves en sueños eres más real que cuando te ves en la calle o entre la gente. Tu cara cuando estás entre la gente está retocada y es artificial; en el fondo eres una persona totalmente distinta. Puedes lograr encubrir cosas poniendo buenos pensamientos en la superficie, pero por dentro te quema el fuego de los pensamientos. En la superficie puedes parecer absolutamente tranquilo y sano, pero por dentro todo está enfermo y alterado. En la superficie puedes estar sonriendo, pero es posible que esa sonrisa sólo esté encubriendo un mar de lágrimas. De hecho, es probable que hayas estado ensayando esa sonrisa para esconder las lágrimas. Esto es lo que suele hacer la gente. Alguien le preguntó una vez a Nietzsche: -Siempre te estás riendo eres muy alegre ¿Realmente te sientes así? Nietzsche le contestó: -Ahora que me lo preguntas te diré la verdad. Me río por no ponerme a llorar. Antes de ponerme a llorar, me reprimo con la risa. Reprimo las lágrimas.
Mi risa debe convencer a los demás de que soy feliz. Y sólo me río porque estoy tan triste que me alivio riéndome. A veces me puedo consolar así. Nadie ha visto reírse a Buda, nadie ha visto reírse a Mahavira, nadie ha visto reirse a Jesús. Debe haber algún motivo. Probablemente, en su interior na hay lágrimas por eso no tienen necesidad de ocultarlas. Probablemente, en su interior no hay tristeza que tengan que ocultar sonriendo. Ha desaparecido todo lo que estuviese alterado en su interior de modo que ahora ya no es necesario adornarlo con flores de risa. Si alguien apesta tiene que rociarse con perfume. Si alguien tiene un cuerpo horrible, tiene que hacer un esfuerzo para parecer bello. El que está triste por dentro tendrá que aprender a reírse, y el que está lleno
de lágrimas por dentro tendrá que seguir sonriendo por fuera. El que está lleno de espinas por dentro deberá adornarse con flores por fuera. El hombre no es en absoluto lo que aparenta ser, es exactamente lo contrario. Por dentro es una cosa y por fuera es otra. Y está bien engañar a los demás con lo que has puesto en tu exterior, pero el problema es cuando te engañas a ti mismo. Si la apariencia exterior sólo engañase a los demás, no pasaría nada; no es una sorpresa porque la gente normalmente sólo ve lo que hay fuera. Pero tú mismo te engañas porque realmente crees que eres la imagen que ven los demás. Te ves a través de los ojos de los demás nunca te ves directamente cómo eres, lo que realmente eres. La imagen que se forma en los ojos de los demás te engaña y te da miedo mirar en tu interior. Quieres ver la imagen que los demás tienen de ti, no tu realidad.
¿Qué dice la gente? Empiezas a tener mucha curiosidad por saber lo que la gente dice de ti. Detrás de esa curiosidad sólo hay una cosa: crees que te puedes reconocer a través de la imagen que se han formado los demás de ti. ¡Esto es realmente, asombroso! Incluso para verte tienes que mirarte en los ojos de otra persona. La gente tiene miedo de que los demás hablen mal de ellos. Están contentas cuando la gente habla bien de ellos porque su conocimiento de sí mismos depende de la opinión de los demás. No tienen un conocimiento directo de sí mismos; no se conocen a sí mismos por una experiencia directa. Podrían tener esta experiencia, pero no sucede porque intentan huir de ella. La primera cosa al encontrarse con la mente es no preocuparse de lo que digan los demás o de lo que los demás piensen de ti; tienes que encontrarte, más bien, directamente con lo que eres tú en esencia. En tu soledad tienes que abrir totalmente tu mente y ver qué es lo que hay allí. -Esto es un acto de valentía. Decidir entrar dentro del infierno que se oculta en tu interior es un acto de enorme valentía. Verte en tu desnudez es un acto de enorme valentía.
Es necesario tener mucho coraje. Había una vez un emperador. Todos los días solía refugiarse en una habitación en medio de su palacio. Su familia, los que vivían en su casa, sus amigos y sus ministros estaban sorprendidos por esta costumbre. Siempre llevaba consigo la llave de esa habitación y cuando entraba ahí se cerraba por dentro. La habitación sólo tenía una puerta y no tenía ni una sola ventana. En un espacio de veinticuatro horas solía pasar al menos una hora metido en esa habitación. Ni siquiera sus mujeres sabían lo que había en la habitación porque él nunca se lo había contado a nadie. Si alguien se lo preguntaba, él sonreía y se quedaba callado, pero no le daba la llave a nadie. Todo el mundo estaba intrigado y su curiosidad iba aumentando cada día-¿qué hace ahí?-, nadie lo sabía.
Solía quedarse en la habitación una hora, después salía tranquilamente, se guardaba la llave en el bolsillo y al día siguiente volvía a hacer lo mismo. La curiosidad de la gente llegó hasta tal extremo que se pusieron a conspirar unos con otros para descubrir lo que hacía. Sus ministros, sus esposas, sus hijos y sus hijas formaban parte de esta Conspiración. Una noche hicieron un agujero en la pared para poder ver lo que hiciera la próxima vez que fuese allí. Al día siguiente, cuando el emperador entró en la habitación, uno por uno, miraron a hurtadillas por el agujero. Todos los que miraban por el agujero se apartaban inmediatamente y decían: -¿Qué está haciendo? ¿Qué está haciendo? Pero nadie era capaz de decir lo que estaba haciendo. El emperador entró en la habitación y se quitó toda la ropa. Después extendió sus manos hacia el cielo y dijo: -iOh, Dios! La persona que lleva esta ropa no soy yo. Esa no es mi realidad; esta es mi realidad y empezó a saltar, a gritar y a lanzar improperios como si estuviese loco. Todos los que miraban por el agujero inmediatamente se apartaban escandalizados y decían: -¿Qué está haciendo nuestro emperador? Creíamos que hacia yoga o rezaba unas oraciones. iPero esto! ¿Qué está haciendo? El emperador le dijo a Dios: -El ser tranquilo y pacífico que estaba vestido delante de ti es absolutamente falso. Es un hombre educado.
Lo he hecho así por medio de mi esfuerzo. En realidad yo soy esto. Ésta es mi realidad, ésta es mi desnudez y ésta es mi locura. Es mejor que aceptes mi realidad, porque puedo engañar a la gente, pero, ¿cómo te vaya engañar a ti? Vistiéndome con ropa puedo hacer creer a la gente que no estoy desnudo, pero tú sabes muy bien que estoy desnudo. ¿Cómo te voy a engañar? Puedo hacer creer a la gente que soy tranquilo y silencioso pero en el fondo tú me conoces. ¿Cómo puedo engañarte a ti? A tus ojos sólo soy un loco. A los ojos de Dios todos estamos locos. En realidad, dejando a Dios a un lado, si miramos en nuestro interior pareceremos locos incluso a nuestros propios ojos. Nuestras mentes están absolutamente confusas, nunca hemos prestado atención a este problema y por eso no hemos desarrollado ningún método para poder abordarlo. En primer lugar, debes encontrarte directamente con la mente. Pero para que este encuentro se produzca debes entender primero dos o tres cuestiones. Después podrás pensar en cómo se puede cambiar la mente. Para encontrarte directamente con la mente debes abandonar primero todos tus temores de conocerte. ¿Por qué temes conocerte? Este temor puede ser tal vez que seas una mala persona. Este temor es que
quizá descubras que eres una mala persona después de haber cultivado la imagen de ser una buena persona. Aparentas ser una buena persona, eres piadoso, eres inocente, eres auténtico, eres sincero. Tu miedo se debe a que quizá te des cuenta de que por dentro no eres auténtico, sino falso. Tienes miedo de descubrir que no eres religioso, eres complicado, astuto, hipócrita y poco virtuoso. El miedo parte de que tu imagen -lo que crees que eres- podría resultar ser falsa. La persona a la que le asusta esto nunca podrá enfrentarse a la mente. Es muy fácil irse al bosque, es fácil irse a la oscuridad, es fácil sentarse frente a los animales salvajes y no tener miedo, pero es muy difícil sentarse y no tener miedo al hombre salvaje que está escondido en tu interior. Es muy complicado. No es nada difícil estar bajo el sol durante años, cualquier idiota lo puede hacer; no es difícil estar cabeza abajo, cualquier idiota puede aprender todos esos trucos circenses; y no es muy difícil acostarte encima de las púas, la piel se adapta a las púas muy deprisa. Si hay algo realmente arduo es encontrar el coraje de tener una experiencia directa de lo que eres por dentro, ya seas bueno o malo, como quiera que seas. Así que lo primero es perder el miedo y estar listo para verte a ti mismo con valentía. Quien no tiene esta valentía se encuentra en un aprieto. Te interesa alcanzar el alma, te interesa conocer la existencia, pero no tienes el valor de tener un encuentro sencillo y directo contigo mismo. El alma y la existencia están muy lejos; la primera realidad es tu mente. La primera realidad es el centro de los pensamientos con el que tienes una relación muy estrecha: primero tienes que verlo, conocerlo, reconocerlo. Lo primero es conocer tu mente en soledad, sin miedo. Durante al menos media hora cada día dale a tu mente la oportunidad de expresarse tal como es. Enciérrate en una habitación como el emperador. Dale a tu mente libertad total.
Dile: "Date permiso para pensar y contemplar todo lo que quieras". Deja de censurarte, eso ha impedido que las cosas afloren a la superficie; deja de hacerlo. Dale libertad a tu mente y permite que surja lo que tenga que surgir, permite que aparezca lo que tenga que aparecer. No impidas ni reprimas nada, estás preparado para saber lo que hay en tu interior. Y tampoco deberías juzgar lo que está bien y lo que está mal; porque en cuanto juzgas, comienza la represión. La mente empieza a reprimir lo que llamas malo y empieza a escudarse detrás de lo que llamas bueno. No necesitas juzgar nada como bueno o malo. Estate preparado para conocer cualquier cosa que haya en la mente tal como es, sea lo que sea. Si dejas que tu mente sea libre para contemplar, para sentir, sentirás mucho miedo y pensarás que estás loco. Pero es esencial que conozcas lo que está escondido dentro de ti para poder librarte de ello. El conocerlo y el reconocerlo son los primeros pasos para librarte de ello. No puedes conquistar a un enemigo que no conoces o no reconoces; es imposible. El enemigo oculto el enemigo que está a tus espaldas es más peligroso que el enemigo que está delante de ti y con el que estás familiarizado, y al que puedes reconocer. La primera cuestión es que a causa de todas las restricciones e inhibidones que le has impuesto a la mente por todos lados no permites que la mente se exprese epontáneamente. Has reprimido su espontaneidad. Todo se ha vuelto antinatural y falso. Has tapado todo con velos, llevas una máscara falsa y no permites que la mente se exprese directamente. Al principio permite que la mente se exprese directamente, delante de ti para que te familiarices con todo el contenido que estaba oculto y reprimido. Una gran parte de la mente se ha ocultado en la oscuridad. Nunca has llevado una luz hasta allí. Vives en la terraza de tu casa, todas las habitaciones están a oscuras y no sabes que ahí se esconden todos los insectos, las arañas, las serpieptes y los escorpiones. Es inevitable que se oculten en la oscuridad. Y tienes miedo de alumbrar esa parte; ni siquiera quieres saber en qué estado se encuentra tu casa. Para un buscador es absolutamente esencial perder el miedo.
Para que en tu mente y en tus pensamientos se produzca una revolución, en primer lugar tienes que perder el miedo, tienes que estar dispuesto a conocerte sin miedo. En segundo lugar, tienes que deshacerte de todas las censuras y restricciones que has impuesto sobre la mente. Y le has impuesto muchas restricciones: «No pienses en eso. No, no dejes que un pensamiento como ese pase por tu mente. iEs un mal pensamiento! ¡No lo permitas!». Cuando reprimes los malos pensamientos, no los destruyes, slno que penetran en tu subconsdente. Al reprÍmir, el pensamiento no desaparece sino que va hasta el fondo de tu ser, porque lo que estás reprimiendo viene de tu interior, no del exterior. Recuerda, todo lo que está en tu mente no viene del exterior sino de adentro. Es como si tapásemos la salida de un manantial que surge de la montaña: no destruirás el manantial; se esconderá y buscará otras salidas. En un principio debería haber habido un manantial, pero quizá ahora haya, diez porque el agua intentará fluir dividiéndose en diez manantiales. Y si tapas esos diez lugares aparecerán cien manantiales.
Todo viene de dentro, no de fuera. Cuanto más lo reprimes más horrible y pervertido se vuelve. Encuentra otras formas de salir; crea nuevas complicaciones, pero tú sigues reprimiéndolo con más fuerza. El pensamiento reprimido no se destruye, sino que penetra profundamente en tu subconsciente. Y cuanto más lo reprimes, más profundamente se esconde y más poder tiene sobre ti. La rabia está mal, por eso la reprimes: entonces una corriente de rabia se extiende por todo tu ser. El sexo está mal, la avaricia está mal, esto está mal, aquello está mal... Reprimes todo lo que está mal y al final te encuentras con que te has convertido en lo que has reprimido. ¿Cuánto tiempo puedes bloquear esos manantiales tapando la salida? Y la mente tiene una forma determinada de funcionar. Por ejemplo, cualquier cosa que quieras reprimir
y de la que quieres escapar se vuelve primordial para la mente. Cualquier cosa de la quieras escapar se convierte en una atracción, y la mente se siente atraída por ella. ilnténtalo! Si intentas escapar de algo o reprimirlo, la mente se concentrará en ello. Milarepa era un místico que vivió en Tíbet. Un día un hombre joven se acercó y le dijo: -Quiero obtener poderes. Por favor, dame un mantra. Milarepa le contestó: -No tenemos mantras. Somos místicos. Los mantras son para los magos, los malabaristas... Ve a verlos a ellos. No tenemos mantras; ¿para qué queremos tener poderes? Cuanto más se negaba Milarepa, más pensaba el hombre que le estaba ocultando algo; «¿por qué se niega?», de modo que seguía yendo a ver a Milarepa. Alrededor de los santos que echan a gente a palos o a pedradas siempre se agolpan grandes multitudes. Piensan que ese santo debe tener algo especial, si no, no estaría echando a la gente. Pero no os dais cuenta de que atraer a la gente por medio de un anuncio en un periódico o tirándoles piedras es el mismo truco, es la misma publicidad. Y la segunda forma es mucho más manipuladora y astuta. Cuando alguien echa a la gente tirándoles piedras, éstos no entienden que en realidad están siendo atraídos; es una forma sutil de hacerlo. Y la gente acude aunque no tiene ni idea de que están siendo seducidos. El hombre joven pensó que quizá Milarepa estaba intentado ocultar algo, así que empezó a volver todos los días. Al final Milarepa se hartó, le escribió un mantra en un trozo de papel y le dijo: -Tómalo. Esta noche es luna nueva. Léelo cinco veces esta noche. Si lo lees cinco veces, tendrás los poderes que quieres. Después serás capaz de hacer lo que quieras. Ahora vete y déjame en paz. El hombre joven agarró el papel, le dio la vuelta y lo leyó. Ni siquiera le dio las gracias a Milarepa. Pero no había acabado de bajar las escaleras del templo cuando Milarepa le llamó: -Amigo. Se me olvidó decirte una cosa.
Este mantra está ligado a una cierta condición. Cuando lo leas, no deberías tener en tu mente ningún pensamiento sobre un mono. El joven dijo: -No te preocupes, no he tenido un pensamiento semejante en toda mi vida. Nunca he tenido ningún motivo para pensar en un mono. Sólo tengo que leerlo cinco veces, no pasa nada. Pero estaba equivocado, no había terminado de bajar las escaleras cuando empezaron a aparecer los monos. Se asustó mucho. Cerró los ojos y seguía viendo monos; miró a su alrededor y vio monos incluso donde no los había. Ya se había hecho de noche y cada movimiento que había en los árboles le parecía un mono. Parecía que había monos por todas partes. Cuando llegó a su casa estaba muy preocupado, porque hasta entonces nunca había pensado en los monos; nunca había tenido nada que ver con los monos. Se dio un baño, pero mientras se bañaba los monos estaban con él. Su mente estaba obsesionada con una sola cosa: los monos. Entonces se sentó a leer el mantra. Levantó el papel, cerró los ojos y había una multitud de monos fastidiándole. Empezó a tener mucho miedo, pero siguió perseverando toda la noche. Cambió de posición; intentó sentarse de este lado, de aquel lado, en padmasana, en siddhasana, y en otras posturas de yoga. Rezó, se arrodilló, suplicó. Pidió que alguien le ayudara a deshacerse de esos monos, pero los monos estaban obstinados; no estaban dispuestos a dejarle en paz en toda la noche. Por la mañana el joven estaba loco de miedo y se dio cuenta de que no podia conseguir el poder del mantra tan fácilmente. Comprobó que Milarepa había sido muy listo, le había puesto una condición muy difícil.
iMilarepa estaba loco! Si los monos iban a ser un impedimento, por lo menos podía no haberlos mencionado. Entonces, quizá habría conseguido el poder del mantra. Por la mañana volvió a ver a Milarepa y le dijo gritando: -iToma tu mantra! Has cometido un gran error. Si los monos eran un impedimento para usar este mantra, no los debías haber mencionado. Normalmente, nunca pienso en monos, pero ayer los monos me estuvieron persiguiendo durante toda la noche. Ahora tendré que esperar hasta mi próxima vida para conseguir el poder de este mantra, porque en esta vida los monos y el mantra se han vuelto uno. Será imposible deshacerse de ellos. Los monos y el mantra se habían hecho uno. ¿Cómo había sucedido esto? Su mente insistía en que los monos no deberían estar ahí, así que los monos vinieron. Siempre que su mente se intentaba librar de los monos, los monos aparecían. Siempre que su mente intentaba escaparse de los monos, los monos volvían. Prohibir, es atraer, rechazar es invitar, impedir es tentar. Tu mente está muy enferma porque no puede entender una cuestión tan simple. No quieres estar enfadado; entonces el enfado llega como un mono. No quieres sentirte sexual; entonces el sexo aparece como un mono y se agarra a tu ser. No quieres codiciar, no quieres tener ego, pero todo esto llega. Sin embargo, lo que quieres -espiritualidad, religiosidad, iluminación no parece llegar. Lo que no quieres aparece, y lo que quieres nunca aparece. Toda esta frustración ocurre por no entender este simple mecanismo de la mente. Lo segundo que hay que recordar es que no es necesario insistir en lo que debería estar en la mente y lo que no.
Deberíamos estar listos para observar lo que aparezca en nuestras mentes sin escoger ni poner condiciones. Así podremos empezar a ver lo que es la mente en realidad. El simple hecho de la naturaleza contradictoria de la mente es bien conocido por los publicistas de todo el mundo; sin embargo, las personas que educan a la sociedad no lo han entendido. Cuando se anuncia una película «sólo para adultos», los niños van a verla con un bigote falso de escaso valor. Los publicistas saben que para atraer a los niños sólo hay que usar las palabras «sólo para adultos» en el anuncio. Hay revistas para mujeres «sólo para mujeres». Sólo las leen los hombres; las mujeres nunca las leen. Me he informado y he descubierto que la mayoría de los compradores son hombres. Y cuando pregunto a los representantes sobre las revistas que venden en la calle me dicen: "-Las mujeres sólo compran revistas «sólo para mujeres", de vez en cuando normalmente compran revistas «sólo para hombres». Los publicistas saben qué es lo que atrae a la mente del hombre, pero los líderes religiosos, y los rnoralistas todavía no lo han entendido. Siguen enseñándole a la gente estupideces como no te enfades, lucha con el enfado». Una persona que lucha con su enfado e intenta huir de él se obsesionará con el enfado toda su vida. Nunca podrá librarse de él. Únicamente la persona que está interesada en conocer su enfado frente a frente en lugar de luchar con él, podrá librarse de él. El segundo punto que debes recordar es que hay que olvidarse de todos los sentimientos, de conflicto y lucha con cualquier estado mental.
Crea simplemente un sentimiento de querer saber, compreder, «me gustaría comprender mi mente». Uno debería penetrar en la mente con esta clase de sentimiento sincero. Este es el segundo punto. Y el tercer punto es no juzgar nada de lo que surja en la mente. No juzgues lo que está mal y lo que está bien. La maldad y la bondad son dos caras de la misma moneda. Donde hay maldad, habrá bondad en la otra cara; donde hay bondad habrá maldad en la otra cara. Dentro de una persona buena se escode una persona malvada y dentro de una persona malvada se esconde una persona buena. Una persona buena tiene la cara buena de la moneda hacia arriba y la cara mala hacia abajo. Cuando una persona buena se vuelve mala es peor que la persona más malvada. Y si una persona malvada, se vuelve buena hará palidecer, en comparación, a la persona buena. En una persona mala, la bondad se ha escondido totalmente, sólo se ve la maldad. Pero si cambia y se vuelve un buen hombre, las demás personas buenas palidecerán a su lado. Una fuerza de bondad fresca y oculta emanará de él. Valmiki o Angulimal son dos buenos ejemplos de esto: fueron personas muy malas que un día se volvieron buenas y brillaron más que ningún santo con su bondad. Una persona buena y una persona mala no son diferentes; son las dos caras de la misma moneda. Pero el sabio es un tercer tipo de persona, en su interior no hay bondad ni maldad. Desaparece la moneda. Un sabio no es un hombre bueno, un caballero o un santo. En el interior de un caballero siempre hay escondido un hombre malvado y en el interior de un hombre malvado siempre hay escondido un caballero. Un sabio es decididamente un tercer tipo de fenómeno. Está más allá del bien y del mal; no tiene relación alguna con ninguno de los dos. Ha entrado en una dimensión totalmente distinta, donde el bien y el mal no existen. Un joven monje vivía en un pueblo de Japón.
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