L E C C I Ó N 125
L125 Hoy recibo en quietud la Palabra de Dios.
L125.1 1 Permite que hoy sea un día de quietud y de tranquilo escuchar. 2 La Voluntad de Tu Padre es que hoy oigas Su Palabra. 3 Te llama desde el profundo fuero interno de tu mente, donde Él mora. 4 Escúchale hoy. 5 No podrá haber paz hasta que Su Palabra sea oída en todos los rincones del mundo y hasta que tu mente —escuchando aquietadamente— acepte el mensaje que el mundo tiene que oír para introducir los apacibles tiempos de paz.
L125.2 6 Este mundo cambiará por medio de ti. 7 Ningún otro medio puede salvarlo, pues el plan de Dios es sencillamente éste: el Hijo de Dios es libre de salvarse a sí mismo, y se le ha dado la Palabra de Dios para que sea su Guía, esté constantemente en su mente y a su lado, para conducirlo con toda seguridad y por su propia voluntad a la casa de Su Padre, voluntad que, en realidad, es eternamente libre como La de Dios. 8 No se le conduce a la fuerza, sino con Amor. 9 No se le juzga, sólo se le santifica.
L125.3 10 En la quietud, escucharemos hoy la Voz que habla por Dios, sin la intromisión de nuestros insignificantes pensamientos, ni la de nuestros deseos personales, y sin juzgar en modo alguno Su santa Palabra. 11 Hoy no nos juzgaremos a nosotros mismos, pues lo que realmente somos no puede ser juzgado. 12 Nos apartamos de todos los juicios que el mundo ha emitido contra el Hijo de Dios. 13 El mundo no Lo conoce. 14 Hoy no prestaremos oídos al mundo, sino que, en silencio, aguardaremos la Palabra de Dios.
L125.4 15 Presta oídos, Santo Hijo de Dios, que Tu Padre está hablando. 16 La Voz que habla por Él quiere darte Su santa Palabra para que disemines por todo el mundo la buena nueva de la salvación y el santo tiempo de paz. 17 Hoy nos congregamos ante el trono de Dios, el tranquilo lugar dentro de la mente donde Él realmente mora eternamente, en la San-tidad que creó y que nunca abandonará.
L125.5 18 Él no esperó a que Le regresaras tu mente para darte Su Palabra. 19 Él no se ocultó de ti cuando, por un corto tiempo, te alejaste de Él. 20 Él no toma en cuenta las ilusiones que te haces acerca de ti mismo. 21 Él conoce a Su Hijo y quiere que siga formando parte de Él, a pesar de sus sueños, ni de la locura de creer que la Voluntad del Hijo de Dios no es su propia voluntad.
L125.6 22 Hoy Él te habla. 23 La Voz que habla por Él espera tu silencio, pues Su Palabra no puede ser oída hasta que tu mente no se haya aquietado por algún tiempo y hayas acallado tus deseos sin sentido. 24 Aguarda Su Palabra en silencio. 25 Hay una paz en ti a la que puedes recurrir hoy, a fin de que te ayude a preparar a tu santísima mente para que escuche la Voz que habla por Su Creador.
L125.7 26 Hoy en tres ocasiones y en los momentos que sean más propicios para estar en silencio, deja de escuchar al mundo durante diez minutos y, en su lugar, decide escuchar con tranquilidad la Palabra de Dios. 27 Él te habla desde un lugar más cerca de ti que tu propio corazón544. 28 Su Voz es-tá más cerca de ti que tu propia mano. 29 Su Amor es todo lo que realmente eres y todo Lo que Él es: Él es Lo mismo que Tú, y Tú eres Lo mismo que Él.
L125.8 30 Es tu voz la que escuchas cuando Él te habla. 31 Es tu palabra la que Él pronuncia. 32 Es la Palabra de la libertad y de la paz, de la unión de voluntades y propósitos, sin separaciones ni divisiones en la única Mente que comparten el Padre y el Hijo. 33 Hoy escucha en silencio a tu Yo y deja que Él te diga que Dios nunca abandonó a Su Hijo y que tú nunca abandonaste a tu Yo.
L125.9 34 Lo único que tienes que hacer es aquietarte. 35 No vas a necesitar ninguna otra regla que la que sigue para que tu práctica de hoy te eleve por encima del pensar del mundo, y libere tu visión de lo que ven los ojos del cuerpo. 36 Lo único que tienes que hacer es aquietarte y escuchar. 37 Oirás
la Palabra en la que la Voluntad del Hijo de Dios se une a la Voluntad de Su Padre, convirtiéndose en una con Ella, sin ninguna ilusión interpuesta entre Lo que es completamente indivisible y Lo que es verdadero.
L125.10 38 A medida que pase cada hora del día, aquiétate por un momento y acuérdate de que tienes un propósito especial para este día: recibir en la quietud la Palabra de Dios.
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