El hombre ha creado una sociedad regida por gobiernos, a veces elegidos por el pueblo y otras veces elegidos por las armas.
El hombre no ha alcanzado la estatura para gobernarse solo. No le es posible dirigirse hacia un futuro armónico. Por esta razón el hombre debe tener un gobierno que lo rija y le diga lo que tiene que hacer.
Y un gobierno se constituye por seres humanos igualmente incompletos, con visiones particularmente cortas de lo que debe ser un pueblo y con aspiraciones egoístas de intereses personales siempre puestos por encima de los del pueblo.
Pero los hombres y las mujeres de un pueblo no pueden aspirar a más cuando están desconectados de la luz que brilla en su interior.
El hombre que no sabe pensar en otros no puede aspirar a gobernarlos. El hombre que no es capaz de sentir la necesidad de un pueblo no es capaz de liderarlos.
Tanto los dictadores como los presidentes tienen metas personales, tienen intereses personales, los medios que utilizan para llegar al poder serán diferentes pero sus seres internos están igualmente enfermos de la necesidad de poder.
Un dictador tal vez tenga una necesidad mayor de mantener su poder por medio del temor y de todo un sistema de represión en el pueblo, pero un presidente en un país democrático surge de un grupo de poder que por medio de alianzas con otros grupos de poder, llega a conquistar el voto de un pueblo... pero...
Estando en el gobierno tiene intereses que representar, tiene compromisos que pagar, tiene promesas que cumplir, alianzas que debe respetar, y el pueblo....
El pueblo tiene que esperar a que todos estos pagarés sean satisfechos para que finalmente sea el pueblo el que reciba los beneficios.
Por esta razón urge una reforma en los gobiernos de la sociedad. La llamada democracia es una bandera ya gastada en medio de una clase política que se ha apoderado de muchos países e impide su evolución.
No es posible que el mundo mire de manera impasible como un presidente le hace la guerra a un país sólo para ganar votos y pagar ciertos intereses económicos que lo llevaron a la presidencia en su propio país.
El mundo no anda bien cuando las Naciones Unidas son rehenes de los gobiernos poderosos que subsidian sus programas de asistencia social.
Pero en la nueva sociedad, nada de esto puede permitirse. El nuevo hombre reclama un gobierno que lo represente, que lo consulte, que sea el que ejerza la opinión de las mayorías y que no lo compre con regalos de esos que reparte en las campañas para luego olvidarse de sus necesidades.
El nuevo ser humano se regirá por su corazón, será consciente de sus responsabilidades como ciudadano y entenderá que la madurez de un país estriba en la forma como enfrenta su futuro.
Cuando un gobierno toma decisiones no pensando en la próxima elección, sino pensando en las generaciones de niños que con esperanza piden a sus padres un mundo mejor donde ellos puedan vivir.
Nuestra revolución no es una revolución violenta. Es una revolución de luces, es una revolución de ideas, es una serie de cambios surgidos de la conciencia de un pueblo que despierta.
No será con promesas como se conquista a un pueblo que piensa.
No será con dinero como se compra el voto de una sociedad que sabe tomar decisiones y está consciente de los problemas que debe resolver.
No será con campañas que maquillan la biografía de los candidatos como se seleccionarán a los mejores hombres y mujeres para gobernar un pueblo que sabe lo que quiere.
Por eso el ser humano debe despertar desde adentro de sí mismo. Debe despertar al espíritu.
Debe apagar la televisión y prender su realidad interior. ¿Qué le falta para ser feliz? ¿Qué le falta para educar con sabiduría a sus hijos? ¿Qué requiere para tener satisfechas sus necesidades básicas?
Preguntémonos: ¿No da la Tierra suficiente alimento para toda la humanidad? ¿No proporciona la Tierra suficiente riqueza para que toda la humanidad sea feliz? ¿No hay suficiente espacio para que todos tengan un hogar digno de una familia?
El problema no es de escasez, el problema es de distribución.
Todo el problema del hombre es que creó una sociedad que permitió que la riqueza se acumulara en unos cuantos. Y ahora el sistema permite que esos cuantos poderosos se hagan más poderosos, y los pobres se hagan más pobres.
Los sistemas actuales que la sociedad ha practicado no lo llevan a la igualdad de oportunidades, es necesario crear una nueva economía con sentido humanista y social que busque verdaderamente el bienestar del ser humano. Que explote los bosques, pero con sentido ecológico, que construya ciudades, pero respetando los espacios que las personas necesitan, que cree fuentes de empleo, pero no para agrandar las fortunas de unos cuantos sino para que sea la sociedad la que se beneficie de ellas.
Tanto los empresarios como los dirigentes sindicales, tanto los líderes religiosos como dirigentes de los gobiernos, todos ellos buscan con egoísmos enfermizos la mayoría de las veces, mantener su posición a costa de los principios que esgrimieron mientras trataban de llegar ahí.
Pero la nueva sociedad busca algo diferente. La nueva sociedad busca despertar la conciencia de un pueblo que ha esperado pacientemente a que madurara. La semilla ha crecido. La luz interior por fin empieza a vislumbrar un nuevo futuro. El espíritu lanza una mirada al mundo donde vive y de manera tranquila se apresta a tomar el azadón, para arar en los corazones y las mentes los surcos donde las nuevas semillas crecerán.
Ha llegado el momento de iniciar la siembra.
No es una lucha violenta, no es ni siquiera una lucha, es simplemente un cambio, radical, pero al fin un cambio.
¿Cómo se realiza una revolución total?
Sólo cuando el pueblo entero despierta y ve la luz que anteriormente no había captado.
Un pueblo en tinieblas no podría caminar. Pero un pueblo que percibe en sus mentes una nueva realidad inicia un camino diferente y tarde o temprano todas sus instituciones cambian y empiezan a reflejar esa nueva sociedad que antes fue sólo un sueño.
El espíritu requiere de un nuevo mundo. Un mundo donde las ideas sean luminosas, donde los problemas tengan solución, donde las voces de los más débiles sean escuchadas tanto como las de los más fuertes. Donde no exista un problema de distribución. Donde todos seamos parte de la solución y no parte del problema. Donde los corazones se sumen al trabajo y las condiciones sean dignas para todos. Donde el respeto a las ideas y la tolerancia a las diferencias de opinión sean la norma que rija la convivencia social. Este es el mundo que todos debemos construir.
Fuente: M. Melquizedek
Comentarios