Una de las leyendas más importantes de la francmasonerÃa atribuye a Hiram Abif, mÃtico arquitecto del Templo de Salomón en Jerusalén, la fundación de la orden masónica. Algunos textos retrotraen el origen de la masonerÃa a épocas de aún mayor antigüedad, y llegan a considerar como fundadores a distintas figuras bÃblicas, como Tubal-CaÃn, Moisés, Noé o el mismÃsimo Adán. Más realistas, pero todavÃa en el ámbito de lo mÃtico o de lo pseudohistórico, diversos autores han atribuido este origen a los constructores de las pirámides en el antiguo Egipto, a los Collegia Fabrorum romanos, a la orden de los Templarios, la de los Rosacruces o a los humanistas del Renacimiento.
La hipótesis más aceptada afirma que la francmasonerÃa moderna procede de los gremios de constructores medievales de castillos y catedrales (la llamada masonerÃa operativa1 ), que evolucionaron hacia comunidades de tipo especulativo e intelectual, conservando parte de sus antiguos ritos y sÃmbolos. Este proceso, que pudo iniciarse en distintos momentos y lugares, culminó a principios del siglo XVIII.
Los constructores o albañiles medievales, denominados masones, disponÃan de lugares de reunión y cobijo, denominados logias, situados habitualmente en las inmediaciones de las obras. Era común a los gremios profesionales de la época el dotarse de reglamentos y normas de conducta de régimen interior. SolÃan también seguir un modelo ritualizado para dar a sus miembros acceso a ciertos conocimientos o al ejercicio de determinadas funciones. Los masones destacaron especialmente en estos aspectos.
Los gremios de constructores, albañiles y arquitectos son mencionados en varios de los más antiguos códigos de leyes, incluido el de Hammurabi (1692 a. C.). Pero suele considerarse que el primer código regulador especÃficamente masónico fue el que el rey Athelstan de Inglaterra dio a estas corporaciones en el año 926, denominado Constituciones de York. Este manuscrito se perdió en el siglo XV y fue reescrito de memoria por los que lo conocÃan. Por este motivo, la Carta o Estatutos de Bolonia, redactados en 1248, son el documento masónico original más antiguo que se conoce. Trata de aspectos jurÃdicos, administrativos y de usos y costumbres del gremio. Le siguen en antigüedad otros documentos, como el Poema Regius o Manuscrito Halliwell (1390), el Manuscrito Cooke (1410), el Manuscrito de Estrasburgo (1459), los Estatutos de Ratisbona (1459), los de Schaw (1598), el Manuscrito Iñigo Jones (1607), los de Absolion (1668) y el Sloane (1700). Todos estos manuscritos se refieren a la masonerÃa "operativa" o gremial, de la que especifican sobre todo las reglas del "oficio", y los historiadores suelen referirse a ellas en un sentido genérico como "constituciones góticas".
Respecto a los rituales masónicos, el primer documento de relevancia del que disponen los historiadores se refiere a una de estas organizaciones de la construcción que es particular de Francia, el Compañerismo o Compagnonnage, y data de 1655. Sin embargo, ya desde 1630 aparecen distintos documentos que aluden a los usos rituales de la masonerÃa escocesa. El ritual masónico completo más antiguo que se conoce es el manuscrito denominado Archivos de Edimburgo, que data de 1696.
Con la evolución de la sociedad y las transformaciones económicas, la mayor parte de las logias de la "masonerÃa operativa" dejaron poco a poco de ejecutar obras materiales, transformándose en organizaciones fraternales, pero conservando, en parte, sus usos y costumbres tradicionales. La francmasonerÃa especulativa es el producto de esta transformación. Desde el siglo XVII, algunas logias de masones operativos comenzaron a recibir como miembros a personas ajenas al oficio, generalmente clientes, nobles o benefactores. El perfil de estos masones aceptados solÃa ser el de intelectuales humanistas, interesados por la antigüedad, el hermetismo, las ciencias experimentales nacientes, etc. Las logias de este tipo se convirtieron en un espacio de librepensamiento y especulación filosófica. Si se trata de una transformación radical o progresiva, es algo que los historiadores se cuestionan hoy en dÃa. En cualquier caso, al menos en Escocia, el vÃnculo orgánico entre la antigua masonerÃa y la nueva parece incontestable. Las logias «no operativas» se hacen cada vez más numerosas en Escocia, Inglaterra e Irlanda.
Sede de la Gran Logia Unida de Inglaterra en Londres.
El 24 de junio de 1717, cuatro logias londinenses que llevaban el nombre de las tabernas en que realizaban sus encuentros (La Corona, El Ganso y la Parrilla, El Manzano y El Racimo y la Jarra), se reunieron para formar una agrupación común. Denominaron a la nueva organización Gran Logia de Londres y de Westminster, y su primer Gran Maestro fue Anthony Sayer. La creación de esta nueva institución supuso un salto significativo en la organización de la masonerÃa, que trascendió asà del ámbito logial. Formada en parte por miembros de la Royal Society próximos a Isaac Newton, la nueva Gran Logia se dotó en 1723 de una Constitución redactada por dos pastores protestantes: Jean Theóphile Désagulliers y James Anderson, quien, como compilador, dio nombre a las que se conocen como Constituciones de Anderson. Más allá de las diferentes interpretaciones que se dan sobre el alcance de elementos concretos del texto de las Constituciones, la mayorÃa de los autores coinciden en resaltar el espÃritu de tolerancia y no sectarismo que anima el conjunto, destacando su deseo de presentar a la masonerÃa como un "centro de unión" entre todos los hombres, cualesquiera que sean las razas, opiniones y creencias que los distingan.
El ritual practicado por la primera Gran Logia, aunque enriquecido y desarrollado, era perfectamente conforme a los usos escoceses "sobre todos los puntos de la MasonerÃa", tal como lo atestigua el acta de la visita de Désaguliers a la logia Mary´s Chapel el 24 de agosto de 1721. Los rituales de esta primera Gran Logia se conocen por una obra publicada en 1730, La masonerÃa diseccionada (Masonry Dissected), que los reveló al público, y generó gran escándalo entre los miembros de la orden.
Pese a que la creación de la Gran Logia de Londres generó reacciones contrarias por parte de algunos sectores de la masonerÃa operativa inglesa, el nuevo modelo masónico se extendió rápidamente por Europa y América con la creación, en los años siguientes, de la Gran Logia de Irlanda en 1725, la primera Gran Logia de Francia entre 1726 y 1730, la Gran Logia Provincial de Pennsilvania en 1731, la Gran Logia Provincial de Massachussets en 1733 y la Gran Logia de Escocia en 1736.
La extensión a América de la masonerÃa tuvo consecuencias importantÃsimas en el desarrollo de La independencia de los Estados Unidos: todos los firmantes de la Constitución eran masones, y la llegada de las ideas ilustradas a la América española y brasileña se debió en gran medida a los masones, como señala Laurentino Gomes en su bestseller 1822: "Masones de todas las capas sociales fueron los que introdujeron en Brasil las ideas ilustradas de Europa y quienes incitaron las revueltas antiportuguesas hasta la independencia, masones los que apoyaron la coronación del primer rey brasileño, D. Pedro I (nombrado gran mestre) como medio para evitar la disgregación de las distintas provincias brasileñas, disgregación que se dio en la América española.
Dos principales corrientes
La regularidad es un concepto tan importante como debatido en el seno de la francmasonerÃa. Con base a él, las Obediencias masónicas establecen acuerdos de mutuo reconocimiento y relación entre ellas. En general, se habla de MasonerÃa regular para referirse a la que se atiene a una serie de reglas tradicionales. Sin embargo, existe discrepancia sobre cuáles de estas normas son las realmente importantes y cuáles no, lo que da lugar a la división de la masonerÃa mundial en dos corrientes principales, a las que se puede añadir un cierto número de logias y de pequeñas obediencias no adscritas a ninguna de las dos.
Las condiciones aceptadas por las dos corrientes principales para reconocer la regularidad de una Obediencia masónica son:
Que posea una legitimidad de origen; esto es, que su constitución haya sido auspiciada por alguna otra organización masónica regular. En este sentido, suele considerarse que la regularidad inicial emana de la antigua Gran Logia de Londres y Westminster.
El respeto a los valores y principios capitales establecidos en los documentos fundacionales, en concreto las llamadas Constituciones de Anderson, publicadas en 1723.
Las dos corrientes discrepan en varios puntos importantes, que afectan incluso a sus respectivas denominaciones. Ambas corrientes suelen ser conocidas, respectivamente, como regular, una de ellas, y como liberal o adogmática, la otra. Sin embargo, los representantes de la segunda mantienen que su corriente es también plenamente regular, mientras que los de la primera argumentan que la suya es asimismo esencialmente liberal y adogmática. Es imposible establecer un criterio objetivo sobre este tema. Quizá, lo que se puede afirmar es que las diferentes corrientes masónicas no se consideran identificadas con términos como irregular o dogmática. Finalmente, las logias que no se adscriben a los criterios de ninguna de las dos principales corrientes suelen ser denominadas salvajes, si bien ellas prefieren referirse a sà mismas como bajo la bóveda celeste.
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