(fotografía: Beatriz Ariza Rossy)
¿Qué es la libertad? ¿Qué legitima la libertad? ¿Hay algo por encima de ella? ¿cuáles son sus límites? ¿se puede exigir la libertad? ¿no es acaso una contradicción, un oximoron, pretender exigir libertad? ¿o acaso la libertad sea lo único susceptible de ser exigido? La libertad tiene ese carácter escurridizo como el agua, que cuando tratas de cogerlo, se te escapa, porque en sí misma, aprisionada deja de ser lo que es. Entonces, ¿cómo definirla si es que es posible?
Ha habido pensadores que la han defendido a ultranza, hasta imponerla. Hay quienes han muerto por ella, y hay los que han reflexionado filosóficamente sobre la elección, la toma de decisiones, la capacidad de discernir de las personas. También la Historia ha contado con figuras que han considerado la libertad un mero mito, algo que realmente no existe y que desde luego el ser humano realmente no puede alcanzar, aunque viva en la ilusión de que lo hace. Desde el determinismo, hasta el liberalismo extremo, pasando por muchos puntos, en todo caso, la libertad es un tema profundamente complejo que aquí solamente esbozaremos en pequeñas pinceladas de reflexiones, citas de autores, escenas del cine y algún fragmento literario. El objetivo es ayudar al que escucha a pensar, siempre y cuando con su libertad quiera hacerlo. Quien habla tiene su propio criterio, y no dejará de mencionarlo, y al mismo tiempo, la mera elección de los textos y autores es otra forma de condicionar el resultado, así que queda advertido el oyente de que este podcast puede afectar de algún modo a su libertad. Una vez dicho esto, espero que sea de vuestro agrado este espacio y tiempo para la filosofía aplicada.
Buenas noches y bienvenidos.
Decía Bernard Shaw que “libertad implica responsabilidad, por eso le tienen miedo la mayoría de los hombres“. Por otra parte, el filósofo y psicoanalista alemán Erich Fromm dedicó todo un libro a hablar del miedo a la libertad. Y es que no cabe preguntarse solamente si somos realmente libres las personas, sino también si queremos serlo, o al menos, en mi opinión cada uno debería preguntárselo a sí mismo.
¿Nos da miedo ser libres? ¿Será por eso que a veces nos encontramos a nosotros mismos volcando nuestro desánimo sobre otros, o tratando de encontrar un culpable a nuestros problemas? ¿Será por eso que pedimos consejos? ¿O que nos acomodamos en la postura de imitar a la mayoría para sentirnos normales? ¿Quizá la libertad nos dé miedo porque supone adquirir responsabilidades?
Otro tema complejo sobre la libertad es si puede ser impuesta, o exigida. Por ejemplo, hay personas que se declaran liberales, pero actúan con intolerancia ante alguien que es poco amigo de la libertad, ¿no es acaso contradictorio? ¿se puede exigir la libertad? Hay quien piense que acaso sea lo único que puede exigirse. De ahí que los sistemas de gobierno de Occidente en la actualidad se basen en la democracia, entendiendo que es la forma de Estado que más salvaguarda la libertad. Pero, con todo, la libertad tiene tantos matices que muchos siguen considerando que no somos libres. Incluso más: la libertad tiene tantos ámbitos y tipos que puede una persona ser libre de pensamiento y en cambio estar presa en un sótano, o por el contrario, hay quien es absolutamente libre físicamente, y sin embargo, le dominan sus miedos, sus prejuicios, sus recuerdos…
“Todo puede serle arrebatado a un hombre, menos la última de las libertades humanas: el elegir su actitud en una serie dada de circunstancias, de elegir su propio camino. ¿No podemos cambiar la situación? Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor,siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.” Victor Frankl, El hombre en busca de sentido
El psiquiatra austríaco sabía de lo que hablaba: su experiencia en los campos de concentración nazis le hizo darse de cuenta de ello: de que aunque a uno no se le permita hacer lo que quiere, y no le quede siquiera la posibilidad de luchar por sus ideales, siempre le queda la libertad de mantenerlos dentro de sí: de elegir cómo afronta lo que pasa fuera, qué sentido le da a las circunstancias, a veces un poco modificables, y otras, totalmente incontrolables. Nuestra libertad última, hasta en el momento más extremo, es la capacidad de elegir qué queremos sentir, pensar, aprender y retener de lo que ocurre fuera, y en última instancia, quién queremos ser.
Decía Rousseau que “mi libertad termina donde empieza la del otro”, es decir, que el único límite de la libertad es justamente la libertad de otro, y de esta forma puede vivirse en sociedad.
También se puede diferenciar entre la libertad de y la libertad para. Creo que es un matiz muy interesante. Hay personas que enfocan toda su atención en liberarse de algo, en ser libres de hacer lo que quieren y que nadie les obligue. En realidad con su intención ponen el énfasis en lo que no quieren, en lo que sienten que les ata o les ha atado en el pasado, y de lo que quieren escapar. Esto puede ser una etapa de la vida, o como un primer paso en la maduración de la persona, pero en algunos casos se convierte en un estilo de vida, en una filosofía en sí mismo. También hay personas o momentos en la vida en que se pretende la libertad para, en que la persona está centrada en ser libre para poder hacer algo, por ejemplo, para poder correr si quiere correr, o para poder pensar si quiere hacerlo. En ese segundo caso, la atención no está tanto en lo que se quiere evitar como en lo que uno quiere conseguir.
Creo que la libertad de puede vivirse desde el miedo o desde la prudencia, igual que la libertad para puede vivirse desde el deseo o desde la voluntad. En función de cómo se viva dicha libertad, será o no una libertad sostenible. La libertad que se sustenta a sí misma es la que en sus raíces mantiene su propia capacidad de regenerarse y perdurar, mientras que hay veces en que uno ejerciendo su libertad puede perderla, por elegir una opción que en sí misma le supone una atadura o cadena. Por ejemplo, si uno ejerce la libertad por un deseo, y dicho deseo le supone una necesidad tal que le vuelve esclavo de éste, entonces en los siguientes movimientos le costará más volver a elegir. ¿Entonces, la libertad puede perderse? El Código Penal español contempla esta posibilidad para casos en los que, por ejemplo, una persona está bajo los efectos del alcohol. Se entiende que este estado de embriaguez puede ser un atenuante o incluso eximente de responsabilidad, sin embargo, hay un concepto que es la actio libera in causa, es decir, que aunque la persona no fuera libre una vez había bebido, sí que fue libre de beber.
No creo que la libertad se pierda completamente en una persona, pero sí que diría que se puede tanto fortalecer o atrofiar nuestra libertad, como si de un músculo se tratara. Hay caminos que uno elige que la fomentan más o menos, o personas con las que uno está que la fomentarán más o menos. Digamos que la libertad no funciona solamente en el acto mismo de ejercerla, sino que se entrelaza con las elecciones anteriores, y con las siguientes. Por ello conlleva responsabilidad, y por eso es tan compleja en parte. Nacemos libres, pero eso no significa que nazcamos con la inteligencia y la voluntad educadas para utilizar esa libertad que tenemos. Es como una planta que debe ser regada; la libertad es un regalo que viene sin instrucciones, y que uno debe aprender a usar a su favor, para que no se torne en su contra, haciendo precisamente que se agote a sí misma en su uso. Cuando nos educan, nos enseñan patrones de conducta, ideas… que nos permiten ejercer la libertad hasta que crecemos, pero que si al llegar a la edad adulta no tomamos elecciones propias, entonces habremos delegado nuestra libertad.
“Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión.” Ortega y Gasset
Así que de algún modo es clave replantearse constantemente si se es libre, o volver a elegir cada día, para no ser presos de una libertad pasada.
En todo caso, por complejo que sea desde el punto de vista teórico el problema de la libertad, creo que al final, la frase de Ford resume muy bien lo que podría concluirse: “tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, en ambos casos tienes razón”. Bajo esta premisa, aquél que se considera libre, puede serlo, y aquél que no, no lo será. Se produciría así lo que en psicología ha venido a llamarse la profecía del auto-cumplimiento. En conclusión, al final hay una elección profunda, si es que se cree en ella, que es si decidimos ser libres, y qué limites ponemos o creemos que tiene nuestra libertad. Al final, de un modo u otro, la vida dará sus propias respuestas, y toparemos de lleno con esa consecuencia inevitable de la libertad, que es la responsabilidad.
La libertad nos abre horizontes nuevos, aquellos que sólo puede ver el que ha experimentado las consecuencias de una decisión valiente, un alto en el camino, una despedida necesaria, un “no” difícil, un “sí” firme y comprometido… ejercer la libertad nos abre el corazón y la mente a millones de experiencias maravillosas, igual que cuando hacemos deporte se abren nuestros pulmones y segregamos hormonas positivas. Otra consecuencia de practicar la libertad es que nos da una fuerza interior indescriptible. Uno siente un poder interior que no se puede comparar con ningún poder exterior.
“Sus ojos se han puesto hacia su fuerza, no a su debilidad; en adelante, despertará por la mañana pensando en las formas de hacer las cosas, en vez de razonar las causas por las que no pueden ser hechas”. William Dansforth
¿Cómo desarrollar, por tanto, el músculo de la libertad? Eligiendo, haciendo elecciones constante y conscientemente.
Elegir requiere coraje. Requiere aceptar la posibilidad de fracasar, o de sufrir.
Elegir requiere confianza. Tener fe en que saldrá bien, aun sabiendo que no es seguro y que hacemos una apuesta.
Elegir requiere humildad. Implica asumir la posibilidad de equivocarse, y saber poner por encima la felicidad que la perfección.
Elegir exige responsabilidad. La elección es un acto de responsabilidad que implica dejar de delegar al destino nuestra suerte, y asumir las consecuencias de nuestros actos y nuestra vida.
“Mientras el tímido reflexiona, el valiente va, triunfa y vuelve” Proverbio griego
¿Qué nos aporta elegir?
Elegir nos aporta más coraje, más confianza, más humildad y más responsabilidad. Porque aquello que regamos, crece; y aquellas habilidades que desarrollamos, acaban formando parte de quiénes somos.
“Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino” Charles Reade
Elegir nos hace libres, y nos da la riqueza de las experiencias que nos permitimos vivir al tomar decisiones.
Elegir da frutos, porque al alejarnos de la parálisis de la duda, nos dirige hacia la acción, y en ese sentido nos hace ser más productivos, más comprometidos con el cambio en la práctica.
Elegir genera confianza en nuestro entorno, haciendo que otras personas se fíen de nosotros, y al mismo tiempo se inspiren para hacer lo mismo, y ser también más responsables de sus vidas.
“No es lo mismo aprender filosofía que aprender a filosofar” decía Kant. Y de igual modo, no es lo mismo ejercer la libertad que ser libre. El que se centra en el poder, se aferra a una libertad momentánea, perdiendo la libertad interior. Ser dueño de uno mismo es la mayor de las conquistas. Esto sólo lo sabe quien lo experimenta, quien tiene el coraje de practicar la libertad, aun cuando sabe que la jaula de oro de la irresponsabilidad es muy atractiva, y que la vida fácil es una opción muy reputada socialmente en nuestra cultura…
Sea en forma de ilusión, realidad virtual o sueño… lo que es cierto es que cada uno elige cómo enfoca el tema, en qué cree. Y eso tendrá sus consecuencias directamente en la felicidad… ¿tú que eliges?
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