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Comentarios
Muy guapo el tema 😎
Me estoy reescuchando el podcast en la ofi. Vaya risera con los compañeros con eso de que Samantha 1.0 es la futura Skynet, todo porque le ha roto el corazón un nerd :D :D :D
Vale, te había entendido mal. En eso tienes mucha razón, el culto nacía de manera caótica. Recuerdo que en mi colegio se hablaba todo el santo día de películas que en otros colegios (o en otros barrios) ni conocían. ¿Por qué pasaba eso?. Supongo que dependería de lo nutrido de los videoclubs de cada zona y de que existiera un niño lo suficientemente pesado para hacer correr la mecha. Luego los medios de comunicación, deseosos de meter contenidos tangentes al ocultismo, se ocuparon de extender la semilla de ese acerbo común.
Tampoco me refiero exactamente al boom de la ouija como consecuencia de Witchboard. Me refiero a un fenómeno muy concreto que eran las leyendas urbanas de la ouija en el ámbito juvenil-adolescente, que era lo que vivíamos. Desde luego todas aquellas historias recordaban muchísimo a la película. El interés por la ouija y el espiritismo "casero" viene evidentemente de atrás. Ya en los 70 empezaron a aparecer cantidad de películas sobre el tema. Podemos hablar de películas como Los Ritos Sexuales del Diablo o Escalofrío (1978) si nos ceñimos a España, sin ir más lejos. Por eso digo que el interés por lo paranormal viene de más atrás pero ciertos fenómenos puntuales sí estuvieron muy influidos por Juego Diabólico. Que tuviera poco culto es irrelevante porque en España el rollo de las cult movies iba a su rollo y no replicaba el fenómeno yanki. Aquí el culto hacia una película podía funcionar en un barrio o zona concreta. Algunas han tenido cultillo en toda España (si se pusieron por tv, por ejemplo) pero en general la influencia de una película antes de Internet era una cosa desordenada y local.
Por cierto, respecto al boom experimentado por la ouija a finales de los ochenta en España, no creo que se trate de una consecuencia directa de una película que, a fin de cuentas, tampoco es un clásico de culto. Más bien creo que la peli es la manifestación de un interés creciente por el espiritismo en todo occidente. Si recordáis, fue la época en que cada ciudad tenía, al menos, una tienda de espiritismo y de artículos mágico-místicos. Las radios emitían programas de magia (si las cosas te van mal, lleva un corcho en el bolsillo y cuando te encuentres con un problema sujeta el corcho con fuerza y repite tres veces "Salir a flote"). Además, la ouija no era algo exactamente nuevo; las "mesas giratorias" tuvieron una fama extraordinaria en Europa (aunque fueron importadas de Estados Unidos) a mediados y finales del S XIX
"Her" ya la rodó en 1976 Luis García Berlanga: Tamaño Natural.
*albedrío
Es que depende del punto de vista de cada uno y lo que el guionista de por hecho. Se supone que en Her, Samantha sí tiene conciencia. Conciencia de sí misma, igual que un ser humano, quiero decir. De hecho, entendemos que las inteligencias artificiales de los robots de ciencia ficción equivalen a la de un ser humano. Data de Star Trek, por ejemplo, tiene plena conciencia de sí mismo. O el Hombre Bicentenario, que se enamora de verdad, y no por programación, como el David de "I.A.". Otra cosa es que se sea escéptico, y se piense que el comportamiento de una máquina siempre obedecerá a su programación, y que ninguno de sus sentimientos son genuinos, que no posee auténtico libre albredio. Yo quiero pensar que al final los Pinochos mecánicos sí que se convierten en personas de verdad. Un saludo Mari Pili, siempre eres bienvenida. :) Machts gut!
En relación a "Her" opino que la peli como entretenimiento está bien pasando por alto ese look nerd cachuli tan jorribol que hace que hasta Amy Adams esté tirando a fea. El caso es que me ha hecho volver a reflexionar sobre cosas que yo pensaba antes, en mi post-adolescencia, cuando leía cosas infinitamente más cultas que ahora que le doy a Juego de Tronos. No creo sea posible enamorarse de una máquina porque no posee lo más básico de una persona: la conciencia. Tras todas las adulaciones de Samantha no hay un estado mental llamado amor, una condición subjetiva de cariño, afecto y compromiso. De hecho flirtea con 8.200 personas más junto con él. Pensar en esto me llevó a que la película me la tomara como una especie de drama absurdo pero que ni me emocionara y hasta en ciertos momentos me pareciera rídicula. Buen Podcast. Seguid así chicos.
Pues habrá que verla, Washakie :) Gracias por el apunte