El pasado lunes 12 de julio de 2016 en #CafeDeNegocios a las 17 hs. por Radio Light F.M. 97.3MHz comenzamos con el #CaféEditorial de Juan Marcos Tripolone en Diario Clave: "Desafío Bicentenario: Independencia económica" ( http://www.diarioclave.com/economia-y-finanzas/2016/07/desafio-bicentenario-independencia-economica/ ).
Luego Guille Popla, director de 5 Ruedas (el diario del inversor) nos comentó el #panorama #bursátil after #brexit y los temas más importantes de la última edición del semanario #inversor.
En el segundo bloque y como todos los lunes, llegaron nuestras columnistas de #CaféDeDiseño, Maria Marta Baliña Scaini de Cruz Cuero y MaGu Colque de Pow Buró Creativo. El tema del día: tips de #imagen y #producto a la hora de #emprender.
Estuvimos en vivo por #LightTV: www.lightfm.com.ar/camara
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Economía y Finanzas
Desafío Bicentenario: Independencia económica
Competitividad, presión fiscal y proteccionismo
10 julio, 2016
Por Juan Marcos Tripolone. Conductor de Café de Negocios de lunes a viernes a las 17 hs. por Radio Light F.M. 97.3MHz
Comenzando a transitar nuestro tricentenario, resulta oportuno darnos el debate acerca de qué modelo de desarrollo anhelamos alcanzar y qué rol en el escenario internacional actual deseamos cumplir. En otras palabras, cuál es nuestro lugar en el mundo.
En la gestión anterior, existía al menos en los papeles un “modelo”. Versaba acerca de un “crecimiento sostenido a través del estímulo al consumo y una industrialización por sustitución de importaciones con matriz diversificada e inclusión social”. El aumento del presupuesto para educación, la creación los ministerios de Industria, Ciencia y Tecnología y Agricultura, combinados con alto proteccionismo, fueron señales en ese sentido.
En el plano financiero y fiscal, y sólo durante el periodo 2003-2007, se cuidó metódicamente de mantener algunas variables en rangos saludables y previsibles. Un tipo de cambio competitivo, reservas internacionales en niveles altos, superávits gemelos (fiscal y de cuenta corriente), emisión monetaria controlada y “gracias” al default, bajo endeudamiento en relación al PBI. A la postre, estos pilares que sostenían el plan se derrumbaron fruto de la desmesura, y se comenzó a transitar el rumbo opuesto, lo que transformó en insostenible al modelo y llegó en 2011 la restricción externa: para seguir la fiesta del consumo, se necesitaban demasiados dólares en una industria divisa-dependiente.
El nuevo Gobierno aún viste de misterio su plan económico. Sea, quizá, por preservarlo a modo de bala de plata, o para evitar generar expectativas indeseables, o simplemente porque no lo tiene. O lo tiene, y consiste únicamente en corregir desaguisados.
En el supuesto caso de que logre con éxito desenmarañar el 100% de los problemas heredados (y el tarifazo estaría indicando lo contrario), ¿qué sigue?. El plan Belgrano y seguir la huella de Frondizi en cuanto a la integración y el desarrollo, llevando a nuestro país desde el granero del mundo hacia el supermercado del mundo con énfasis en agroindustria y energía suenan aún a consignas y expresiones de deseo, sin una hoja de ruta clara.
Entonces, aprovechemos el parate en el que yace la economía desde 2011 y nos detengamos a pensar. La pregunta de si queremos o no desarrollarnos es absurda por lo obvia. Más conveniente resulta reflexionar sobre cómo y en qué nos queremos desarrollar.
La respuesta a esos interrogantes se circunscribe a descifrar nuestra combinación ideal en la trilogía de proteccionismo, presión fiscal y consecuentemente competitividad.
Acerca del primer miembro de la triada, sería útil definir qué protegeremos. Sobran casos en los que se ve al estado propiciando salvatajes de empresas a través de subsidios insostenibles. Empresas, en muchos casos, que pertenecen a la vieja economía y no se encuentran a la altura de las circunstancias que el desarrollo tecnológico y la era del conocimiento demandan, con nuevos patrones de consumo y modelos de negocio.
Yo le llamo a este tipo de compañía “la fábrica de velas”. Sostener a estas industrias por el noble motivo de mantener las fuentes de empleo es caer en el negacionismo de pensar que debemos seguir manteniendo a la fábrica de velas luego de la disrupción provocada por Edison, o las compañías de rollos de fotos luego de la aparición de la fotografía digital.
Luego, entre proteger a la fábrica de velas o proteger a la empresa de tecnología de punta, la respuesta luce evidente. Pero, ¿estamos dispuestos a soportar las consecuencias de éste fomento y protección? Usualmente, este tipo de compañías son de matriz disruptiva. Su negocio estriba precisamente en el cambio y en la destrucción creativa. Proteger y estimular a estas start-ups es sinónimo de amenazar a las empresas de la economía tradicional. Las start-ups protegidas de hoy, usualmente son a los Estados que las promueven como un boomerang que irá directo a golpear a aquellas compañías que ese mismo Estado protegió en el pasado. Hoy en todos los nichos de mercado se ve la tendencia a la “uberización”, las usinas de ideas se convierten, pues, en usinas también de futuros empresarios enojados. ¿Quiénes serán los nuevos “taxistas”, en un sentido metafórico? ¿El Estado está dispuesto a proteger a aquellas empresas que fuerzan, tal como escribe Andrés Oppenheimer, a “crear o morir” a aquellas empresas que ese mismo Estado históricamente protegió?
La segunda protagonista de la trilogía en discusión es la presión fiscal. Por caso, el porcentaje de renta agrícola que quedaba en manos del Estado durante el periódo anterior era del 93%. Teníamos un Estado que se devoraba todo y frenaba el desarrollo. La actual gestión removió las retenciones, pero aunque parezca mentira, el fisco aún capta el 66% de la renta agrícola. Es decir, se lleva la mayor tajada, al mejor estilo chino.
La eliminación de retenciones al campo podría tomarse como una desfinanciación del Estado que lo condiciona para articular políticas públicas. Sin embargo, la buena noticia es que esta eliminación fomentó la inversión que aumentó el rinde por hectárea, lo que devino en mayor recaudación por hectárea. Queda comprobada la veracidad de la curva de Laffer, demostrando que llegado un punto, la presión fiscal genera disminución del crecimiento, y sacarle el pié de la cabeza al emprendedor e inversor genera mayor eficiencia y crecimiento.
No obstante, seguimos con una de las presiones fiscales más altas del planeta, oscilando según el sector entre el 35% y el 40% del producto bruto. Pero este peso del Estado es financiado sólo por el 60% del país, que son los actores de la economía formal. No hay mucho margen para bajar esta presión con un déficit que ronda los 7 puntos del PBI, salvo que se logren sumar nuevos contribuyentes por su salida de la informalidad.
En latinoamérica la presión fiscal aumentó un 4% en 10 años. En Argentina, 17%.
Finalmente, el dilema de la competitividad. La Nación publicó un artículo sobre esta temática días atrás en el cual el economista Eduardo Fracchia versa: “La competitividad es tipo de cambio y eficiencia”. Focalizarse en el tipo de cambio es historia conocida. Una y otra vez nuestro país entró en el círculo vicioso de devaluación ? traslado a precios ? inflación ? virtual apreciación cambiaria ? ancla cambiaria para contener inflación ? tipo de cambio nuevamente atrasado ? nueva devaluación. Aquí no pareciera que exista mucho por hacer.
Pero el término de eficiencia en la ecuación, bien puede desglosarse en un sinnúmero de aspectos a tratar en el mediano y largo plazo, y convalidar un modelo de desarrollo. El concepto abraza al propio proteccionismo estratégico y baja presión fiscal comentados anteriormente, sumados a la educación y talento humano, alianzas comerciales, costos logísticos, una macro ordenada (inflación, tasas, déficit fiscal), un sistema financiero desarrollado, líquido y solvente, y una internacionalización de nuestra cadena de valor.
Respecto al proteccionismo resta mencionar que todas las potencias económicas que bregan por el libre mercado son proteccionistas con ciertos nichos de negocio considerados intocables. Basta con ver cuánto nos cuesta meter un limón a norteamérica. Los tratados de libre mercado maduros y convenientes, se asemejan bastante un acuerdo prenupcial en el cual se destacan los puntos innegociables (violencia, infidelidad, división de bienes, etc.).
En cuanto a la integración y desarrollo de cadenas globales de valor, urge definirnos entre un escenario u otro: ¿Haremos foco en nuestras ventajas comparativas, o apostaremos a una matriz diversificada? Hay riesgos en ambas. La primera ya demostró que cambiar vestimenta y alimentos por tecnología no fue negocio materia de balanza comercial. Pero la coyuntura internacional muestra que de la segunda, naciones como Brasil y China están volviendo. Quizá sea tarde para abordar este sendero. El 9 de julio de 2116 debe encontrar a nuestros descendientes económicamente independizados. La famosa restricción externa productora serial de stop and goes y defaults deberá ser ya cosa de la historia.
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