El feedback es una palabra anglosajona que se puede traducir como "retroalimentación", y vendría a ser la respuesta que recibimos ante una acción realizada. Por ejemplo, uno habla y otro nos responde; o alguien marca un gol y otros gritan de entusiasmo. Es un concepto que se utiliza mucho en sistemas informáticos, como forma de medición del retorno de determinadas acciones, aunque a día de hoy se ha trasladado al ámbito de Recursos Humanos y también al marketing. Una vez más, la informática, basada a menudo en conceptos de inteligencia artificial, nos asoma a una realidad compleja que en realidad remite a cómo funcionamos los seres humanos. Nosotros a menudo esperamos el retorno de lo que hacemos, ya que, como decía Aristóteles, "el ser humano es social por naturaleza". "El ser humano es social por naturaleza" Aristóteles Cantamos en el karaoke, y esperamos ser aplaudidos; subimos una foto a Instagram y esperamos muchos Likes; escribimos un correo electrónico y esperamos que nos contesten; regamos una planta y esperamos que crezca; educamos a los hijos y esperamos que aprendan y maduren. Ocurre con las acciones más cotidianas y también con los hechos más relevantes de nuestra vida. Interactuamos constantemente con la vida, con los demás, con la naturaleza, con el mercado... con todo. Esperamos obtener respuestas, que nos sigan la corriente y que el baile continúe. Lo que pasa es que hay un tipo de feedback natural y espontáneo, y otro voluntario y elegido. El feedback natural Por ejemplo, en el cuerpo humano tenemos feedbacks "naturales", como hacer la digestión después de comer, o mover la pierna si el médico golpea la rodilla. También hay feedbacks espontáneos en el comportamiento social y en el mercado. Por ejemplo, uno vende un producto y recibe una remuneración. Ahora bien, ¿nos basta el feedback natural y dado por supuesto? El feedback elegido Hay respuestas que nadie nos pide, que van más allá de lo estipulado y dado por supuesto. Es básico responder a alguien que nos saluda (aunque no siempre se haga), y pagar a alguien que nos ofrece un producto o servicio (idem...), pero lo que va más allá, lo que es para nota y no para el aprobado justo, es que alguien nos salude y le contestemos con una sonrisa y un ¿cómo estás?; o que alguien nos ofrezca un producto y servicio y le digamos que ha hecho un trabajo excelente o que se nos ocurren tres áreas de mejora que le pueden ser útiles. El feedback del que siempre hablamos, del que los coaches nos preocupamos porque creemos que hace falta introducirlo mucho más en la sociedad, es el feedback elegido, el que no sería necesario pero marca una gran diferencia. Supone una mejora de la comunicación, del trabajo en equipo, del desarrollo de las personas y las instituciones, y de las relaciones interpersonales. Pedir feedback De la importancia de dar feedback hemos hablado en muchas otras ocasiones, pero el propósito de este artículo es hablar del valor de pedir feedback. Muchas empresas tienen sus formas de medición del ROI y los KPIs, pero no siempre tenemos lo mismo a título personal, en el ámbito individual. No nos paramos a ver qué ha merecido la pena de todo lo que hemos hecho: cómo lo ven los demás, qué resultados hemos obtenido, qué ha funcionado y qué no... Si no hacemos todo esto, es muy difícil aprender, y acabamos topándonos siempre con las mismas piedras. Por ejemplo, qué clientes están más contentos, qué podemos hacer para mejorar, qué opina nuestro jefe sobre nuestros puntos fuertes y áreas de mejora, qué le gustaría a nuestra pareja que hiciéramos más a menudo o qué es lo que mejor funciona en la educación de los hijos. Si no pedimos feedback a menudo, la vida y los demás nos lo acaban dando, pero no siempre lo dan a tiempo para solucionar los problemas. A veces ya es demasiado tarde y la pareja se ha roto, los hijos son ya mayores, los amigos ya no quieren saber nada más,
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